No debería ser una gran revelación, pero una serie de estudios de neuroimagen parecen confirmar que las emociones juegan un papel central en la memoria y el aprendizaje. Esto es algo evidente: aprendemos y recordamos los que nos gusta, lo que nos apasiona.
Hace unos años, investigadores del MIT midieron la actividad eléctrica de un estudiante durante 24 horas y la compararon en diferentes actividades, como escuchando una clase magistral y viendo televisión. Notaron que en esos dos casos no había mucha diferencia. De aquí siguieron para determinar que un método pedagógico basado en la recepción pasiva no funciona realmente, o al menos no es muy efectivo.
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