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El mecanismo de Anticitera fue fabricado en el siglo I a.C. para estudiar los fenómenos del Universo. (Petros Giannakouris/AP).
Tras once años de investigación un grupo de científicos consiguió descifrar las inscripciones del famoso
“mecanismo de Anticitera”, conocido como la primera computadora de la Historia, construida en el siglo I a.C. y utilizado con fines astronómicos y calendáricos.
Este aparato fue hallado en 1900 en la isla griega de Symi, en el archipiélago del Dodecaneso. La clave que permitió entender mejor los fragmentos encontrados fue recurrir a un tomógrafo especial, fabricado en el Reino Unido exclusivamente para esta investigación.
Con ayuda de este tomógrafo, los expertos pudieron leer los textos escritos con letras de tan solo dos milímetros de tamaño, incrustadas en las partes laterales del cajón de madera que constituye el mecanismo de Anticítera.
“Para la lectura de cada letra fueron necesarios veinte cortes tomográficos”, explicó el especialista en paleografía
Agamenón Tselikas.
Foto: El filólogo y paleógrafo Agamenón Tselikas exponiendo las conclusiones sobre el último estudio del mecanismo de Anticitera en la Boiblioteca de Historia de la Fundación Laskarides (Atenas).
Tal como explicó el profesor Tselikas, el trabajo fue muy difícil, ya que las letras en su verdadera dimensión tenían un tamaño de menos de 2 mm, y con irregularidades en la superficie de cobre, por lo que el escáner que se utilizó para fotografiar los fragmentos no fue capaz de «ver» de una sola vez toda la superficie de los mismos.
Gracias a esta lectura el equipo de científicos de las universidades de Atenas, Salónica, Cardiff y Nueva York, han podido hacer una descripción completa del funcionamiento del mecanismo, entender su finalidad y ver cuáles son las partes que todavía no se han recuperado de este antiguo artilugio.
“La lectura nos permitió entender con certeza cuáles son las partes que nos faltan. Sabemos que el mecanismo incluía un planetario completo que aún no ha sido hallado”, explicó
Yanis Bitsakis (abajo), físico y especialista en Historia de las Ciencias en la Universidad de Atenas.
Según Bitsakis, ya no cabe duda de que el aparato había sido fabricado para explicar el universo, según el conocimiento astronómico de la época.
En la parte frontal del mecanismo -un cajón de madera de 33 centímetros de altura, 18 de anchura y 8 de profundidad- había dos círculos, uno para el zodíaco y otro para el calendario egipcio.
En la parte lateral había un botón que al girarlo ponía a funcionar una treintena de engranajes colocados sobre diez ejes que accionaban a su vez las manecillas de los dos círculos.
Mediante este mecanismo y a partir de las posiciones planetarias en un momento concreto se podían predecir eclipses solares y lunares con hasta 19 años de antelación.
El profesor de Física de Universo de laUniversidad de Atenas,
Jenofonte Mousás (abajo) explicó que
“un sistema de cuatro engranajes permitía que los cinco planetas girasen alrededor del sol que a su vez giraba alrededor de la tierra”.
Foto: El profesor de Física de Universo Jenofonte Mousás dijo que los ordenadores los teléfonos móviles de hoy en día tienen sus raíces en los engranajes del mecanismo, tal como lo demuestran las inscripciones encontradas en el mismo. (Petros Giannakouris/AP)
Según Mousás, en el mecanismo de Anticítera y en sus inscripciones está todo el conocimiento en materia de física, ingeniería, astronomía y matemáticas del siglo I a.C. El constructor y el propietario del mecanismo no han sido identificados pero el aparato sí ha dado información sobre ellos.
“Para fabricarlo era necesario un muy buen conocimiento de ingeniería y de astronomía, inimaginable tratándose de un periodo situado 1.700 años antes de la revolución científica de los siglos XVI y XVII”, destacó el profesor emérito de Astrofísica de la Universidad de Cardiff,
Mike Edmunds (abajo).
Además, los nombres de los meses en la parte frontal están escritos en el dialecto de la ciudad de Corinto, lo que hace suponer que el fabricante o el propietario era originario de esta ciudad o de alguna de sus colonias situadas en las costas de Epiro, en el mar Jónico.
La posibilidad de alguna relación con Epiro se refuerza por la mención -además de los Juegos Olímpicos, los Nemeos, los Ístmicos y los Píticos, donde participaban todas las ciudades del mundo heleno- de unos juegos locales, los del oráculo de Dodoni. La mención de otros juegos locales de la isla de Rodas permite suponer también alguna relación con ella.
El mecanismo fue hallado en 1900 por buzos colectores de esponjas originarios de la isla de Dodecaneso Symi. La primera operación de rescate fue organizada en 1901 y 1902 por
Spyridon Stais, que fue el primero en considerar que se trataba de un aparato astronómico.
Hasta 1972 habían sido descifrados tan solo 923 caracteres de las inscripciones, mientras que el equipo actual consiguió leer 3.400.
Bitsakis explicó que el éxito de este equipo se debe al hecho de que, por primera vez, unieron sus fuerzas filólogos, físicos, ingenieros, astrónomos e historiadores de ciencia y, sin duda, a la tecnología sofisticada utilizada por primera vez.
“Fue el primer objeto con engranajes descubierto de esa época. Hasta su hallazgo contábamos con descripciones de ese tipo de mecanismos en textos, pero nunca había sido hallado uno para estudiarlo”, añadió Bitsakis.
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El mecanismo de Anticitera, primer computador del mundo, tenía un propósito astrológico
Un proyecto de diez años para descifrar las inscripciones en el antiguo “mecanismo de Anticitera” griego ha revelado que, entre sus utilidades, sirvió para hacer predicciones astrológicas.
Las inscripciones también respaldan la idea de que el dispositivo, a menudo calificado como el primer ordenador de la historia, debido a su capacidad para modelar ciclos astronómicos complejos, es originario de la isla de Rodas.
Hasta ahora, los investigadores se habían centrado en la decodificación del conjunto sofisticado de ruedas dentadas dentro de este artefacto de 2.000 años de antigüedad.
El nuevo estudio se ha centrado en las letras dispersas en todas las superficies disponibles del artefacto.
“Es como descubrir un manuscrito completamente nuevo”, dice
Mike Edmunds, profesor emérito de astrofísica en la Universidad de Cardiff, Reino Unido, que editó una edición especial de
Almagest en la que se publican los resultados.
El mecanismo fue encontrado en 1901 en un antiguo pecio por pescadores de esponjas. El barco se hundió cerca de la isla de Anticitera en el siglo I antes de Cristo, cargado con un tesoro. Entre las estatutas y joyas recuperadas, destacó una colección de piezas de bronce con huellas de ruedas dentadas, diales y punteros que sorprendió a los estudiosos.
Los fragmentos estaban oxidados que la reconstrucción del misterioso dispositivo ha tomado un siglo, un proceso impulsado recientemente por el
Antikythera Mechanism Research Project (AMRP). Los estudiosos están de acuerdo en que era una calculadora mecánica, que se utilizó para replicar en miniatura los movimientos celestiales.
Originalmente tomó la forma de ruedas dentadas en una caja de madera, similar a un reloj de repisa de chimenea. En lugar de horas y minutos, los punteros en el disco delantero seguían los movimientos del Sol, la Luna y los planetas a través del cielo. Dos diales en espiral en la parte de atrás funcionaban como un calendario y para la predicción de eclipses.
Los espacios alrededor de los diales estaban llenos de texto grabado. Los investigadores del AMRP han completado ahora sus esfuerzos para leer alrededor de 3.400 caracteres en las superficies supervivientes, informa
Smithsonianmag.com.
El autor principal
Alexander Jones (arriba), del Instituto para el Estudio del Mundo Antiguo en Nueva York, estima que el mecanismo original contó probablemente con hasta 20.000 caracteres. Las letras son muy pequeñas, algunas de menos de un milímetro de altura y frecuencia oculta bajo la superficie de los fragmentos oxidados. Jones y sus colegas utilizaron la tomografía computarizada para revelar nuevas secciones de texto y actualizar las lecturas anteriores.
Textos por encima y por debajo de los diales describen las salidas y puestas de constelaciones estelares en varias fechas durante todo el año. Jones y sus colegas muestran ahora que este calendario estelar, o “
parapegma”, fue más extenso de lo pensado, enumerando al menos 42 eventos, incluyendo solsticios y equinoccios solares.
Los investigadores utilizaron los nuevos datos para estimar con precisión más probable la ubicación del astrónomo que compiló el parapegma. Coinciden con una latitud de alrededor de 35 grados. Esto descarta Egipto o el norte de Grecia, y que el objetivo perfecto era la isla griega de Rodas. También consideran que al menos dos personas diferentes realizaron los grabados, lo que sugiere que el dispositivo se realizó en el contexto de un taller o negocio familiar, en lugar de por un mecánico solitario.
Los científicos también obtuvieron nuevos datos recogidos a partir del texto en la parte posterior del mecanismo, que describe los próximos eclipses. Se sorprendieron al encontrar referencias al color y el tamaño de cada eclipse, así como los vientos que se esperan durante cada evento.
No hay ninguna base en la astronomía para tales predicciones, dice Jones. Las características de un eclipse no tienen significado astronómico, ni existe una forma de predecir con precisión el color de un eclipse. Opinan que estas características tenían un propósito de anticiparse al futuro, así como “una astrología a gran escala”. No en vano, los griegos heredaron esta creencia de los babilonios, cuyos sacerdotes eran astrónomos obsesionados con ver los cielos en busca de malos augurios.