Arthur Schopenhauer fue el padre del pesimismo filosófico moderno. Justamente porque sabía que la vida está sujeta a una larga cadena de azarosas y amargas circunstancias, su sistema no solo analizó las dinámicas que dominan el mundo (presidido por una voraz voluntad), sino que también nos indicó el camino para facilitar el difícil trago de la existencia de la mejor manera posible.
Por Carlos Javier González Serrano
Arthur Schopenhauer (1788-1860) sentó en su temprana obra cumbre, El mundo como voluntad y representación (1819), las columnas fundamentales para fundar el pesimismo filosófico y antropológico del siglo XIX. Pero fueron sus escritos más postreros los que lo encumbraron a la fama mundial, tras la publicación en 1851 de su sugerente y plural colección de escritos Parerga y paralipómena (que podría traducirse como «opúsculos y apéndices»), donde se incluyen algunos de sus textos más conocidos, como los célebres Aforismos sobre la sabiduría de la vida.
En estos aforismos encontramos algunos de los pilares de su pensamiento, que pueden ayudarnos a entender mejor los mecanismos internos del mundo, así como a poner en práctica algunas máximas para alcanzar el bienestar a través de la filosofía. Aunque, como escribió Lev Tolstói, fiel lector de Schopenhauer, «es mucho más fácil escribir cien volúmenes de filosofía que cumplir una sola de sus máximas». Seguir leyendo Schopenhauer nos avisa: no hemos nacido para ser felices