domi Secretos de belleza en el antiguo Egipto

En Egipto los cosméticos no eran ningún lujo, sino algo al alcance de todos. La única diferencia estaba en la calidad de los productos utilizados. Tanto hombres como mujeres seguían las últimas modas en peinados y maquillaje, que no solo usaban por razones estéticas, sino también terapéuticas, pues pensaban que los ungüentos tenían efectos mágicos y curativos. Los cosméticos ayudaban a proteger la piel contra el ardiente sol de Egipto, y otra curiosa ventaja es que repelían a las moscas. De hecho se les daba tanta importancia que incluso eran admitidos por los trabajadores como complemento salarial. 
La base solía ser el aceite, extraído del fruto del balanites aegyptiaca o de la moringa y mezclado con sustancias que servían de pigmento. Todo se molía y se mezclaba con goma o con agua hasta hacer una pasta fácil de aplicar. Había maquillaje blanco, negro elaborado con carbón, plomo, galena o pirolusita; verde a base de malaquita machacada, rojo que se aplicaba a labios y mejillas y azul extraído del lapislázuli. Con alheña (henna) teñían las uñas de amarillo o naranja. El color de las uñas, por cierto, indicaba el status social: para la nobleza eran oscuras, y para las clases bajas se pintaban en colores claros.
Aplicaban Kohl a los ojos con un palillo. Esto era, además, un buen método para retener el polvo y la arena y evitar que entrase en los ojos. Maquillaban tanto el párpado inferior como el superior, extendiéndolos con una línea, y las cejas se pintaban de negro. La mayoría de la gente se maquillaba personalmente, pero aquellos que podían permitírselo recurrían a profesionales tanto para los cosméticos como para la manicura o pedicura.
Hombres y mujeres egipcios se preocupaban mucho por su aspecto. Vigilaban su peso, para lo cual comían más fruta y vegetales y menos carne de lo que se hace hoy día. Las mujeres eran de baja estatura, y procuraban mostrarse delgadas, con bustos bien redondeados, cinturas finas, caderas rotundas y vientres planos. También los hombres solían ser delgados, llegando a parecer frágiles en ocasiones.
Incluso después de muerto era preciso cuidar el aspecto. Cuando uno comparecía ante los dioses debía observar ciertas normas en la vestimenta y el maquillaje para causar buena impresión: según el capítulo 125 del Libro de los muertos, era necesario que se presentaralimpio, calzado con sandalias blancas, los ojos pintados y ungido con el mejor aceite de mirra. Debido a la importancia que se concedía a los cosméticos en el Más Allá, estos se encontraban entre las ofrendas que se dejaban en las tumbas.
Los recipientes de los cosméticos forman parte de los primeros hallazgos arqueológicos. En Saqqara aparecieron fragmentos de un cofre con 30 compartimentos para ungüentos. Las vasijas que contenían los productos de belleza al principio fueron fabricadas en granito y basalto, y más tarde de alabastro, aunque también se encuentran otros materiales como el marfil. Se cubrían con trozos de cuero atados a su cuello.
Como secretos de belleza empleaban a veces curiosos preparados, como por ejemploexcrementos de cocodrilo en baños de barro, en la creencia de que eso reafirmaba y tonificaba la piel. También recurrían a la leche y la miel, por considerar que dejaban la piel tersa y fina. Para protegerse de los estragos del sol se frotaban la piel con aceites hidratantes y masticaban raíces de la planta llamada amni majus. Combatían las arrugas frotándose aceite de oliva, sésamo y almendras, mezclado con otras sustancias aromáticas. El papiro Ebers menciona al respecto una receta compuesta por incienso, cera, aceite de moringa y ciprés. Las mujeres egipcias, por cierto, tampoco descuidaban evitar la aparición de estrías durante el embarazo, para lo que resultaba eficaz un aceite elaborado con moringa.
Los perfumes egipcios eran famosos en todo el Mediterráneo. Plinio habla de uno que aún conservaba toda su fragancia al cabo de ocho años. Los elaboraban fundamentalmente a base de plantas: raíces, hojas o flores de alheña, canela, trementina, lirios, rosas, y almendras amargas se empapaban en aceite y a veces se sometían a un proceso de cocción. Se extraía la esencia exprimiendo la mezcla y se añadía aceite para producir el perfume líquido, mientras que para cremas y ungüentos se agregaba cera o grasa. Muchos perfumes estaban compuestos por más de una docena de ingredientes. La mirra y las maderas se traían de África oriental y de Arabia, y eran artículos sumamente caros. Solo los más ricos podían permitírselo, eso cuando no estaban reservados para el uso exclusivo de los dioses.
Para evitar los piojos solían afeitarse la cabeza. Utilizaban pelucas, a veces elaboradas con cabello humano, pero normalmente tenían que conformarse con mezclar pelo de caballo, hojas de palmera, paja, lana de oveja o fibras vegetales. Llevaban extensiones y trenzas, y cuanto más elaborada y de mejor calidad fuera la peluca, mayor status social denotabaLa de una mujer se suponía que realzaba su sensualidad, y solía ser mucho más compleja y larga que la de los hombres. Durante el Imperio Antiguo se dividían en tres secciones: una que colgaba por la espalda y otras dos que descendían por ambos lados de la cabeza cayendo sobre los senos, pero en el Imperio Nuevo fueron más cortas y con bucles. Era común que las pelucas aparecieran teñidas y aromatizadas. Los colores podían ser rubio, verde o dorado, pero los preferidos eran el negro y el añil.
Los peinados solían ser bastante elaborados, y requerían muchas horquillas. También podía adornarse el cabello con peinetas y joyas. Sobre ellas los nobles llevaban a veces un tocado hecho a base de minerales raros y joyas.
El cráneo se frotaba con aceites perfumados después de lavarlo, pero más peligrosos que los piojos eran los parásitos que anidaban en las ropas y en el cuerpo, y que podían transmitir enfermedades como el tifus. Según Herodoto, los sacerdotes se depilaban todo el cuerpo para librarse de ellos. Además los egipcios consideraban un signo de impureza la abundancia de vello. De hecho, los hombres rara vez exhibían algo más que un fino bigotito y una perilla, prefiriendo la mayoría ir completamente rasurados. Tampoco les gustaba el vello en el pecho, y a veces ni siquiera en las piernas. Para el afeitado utilizaban pinzas, cuchillos o navajas, y aceite como loción. Las prostitutas y bailarinas eliminaban el vello de los brazos y partes íntimas. Para asegurar la máxima eficacia de la depilación, se aplicaba primero una crema para suavizar la piel.
El tatuaje, normalmente a base de alheña, se consideraba erótico. Especialmente bailarinas, sirvientas y prostitutas exhibían tatuajes en diversas partes de su cuerpo.
Los antiguos egipcios tenían una extraordinaria fijación con la limpieza. Los baños eran una especie de ritual, sobre todo para las mujeres. Aquellos que no tenían demasiado acceso a una higiene en condiciones sufrían el mayor de los desprecios. Se bañaban con natrón, también empleado en el proceso de momificación, pero con el tiempo fue sustituido por jabones de importación que eran luego perfeccionados en Egipto. Las clases más altas podían bañarse en sus propios domicilios, mientras que la mayoría se bañaba en el Nilo. En Tebtunis se han excavado unos baños públicos que contaban con duchas, lavabos de piedra y un horno para calentar el agua. Se secaban con toallas de lino, complementaban el baño con masajes de esencias aromáticas y además tenían pastillas para el aliento y desodorantes a base de terebinto, incienso y perfumes. Friccionaban sus cuerpos con la mezcla para eliminar el mal olor corporal, que consideraban inaceptable. Para más refinamiento, había exfoliantes fabricados con polvo de alabastro, sal del Bajo Egipto y miel.
A veces se ponían sandalias de cuero adornadas con cuentas y joyas, pero normalmente caminaban descalzos, por lo que los pies se ensuciaban mucho. Por eso las clases altas tenían bañeras de madera o de barro para los pies. 
El desnudo no era ofensivo. Por el contrario, había varios trabajos que requerían que la gente no llevara ropa. Era el caso de los pescadores y de otros trabajadores manuales. A las clases altas, sin embargo, les gustaba lucir ropa a la última moda. Esta cambiaba mucho, pero siempre incluía joyas. Incluso los pobres las llevaban, aunque no de oro ni piedras preciosas. No se trataba solamente de un elemento decorativo, sino que normalmente eran también un amuleto.
El papiro Ebers, especie de enciclopedia médica que data de los tiempos de Amenofis I, nos ha legado algunos consejos de belleza al gusto egipcio:
“Incienso, cera, aceite de oliva fresco y juncia. Aplasta, machaca dentro de leche fresca y aplica sobre el rostro durante seis días. ¡Verás el resultado!” 
Y atención, porque aquí viene una receta que podría ser del interés de alguno de los caballeros que nos visitan. Se trata de un remedio para hacer crecer el pelo de los calvos:
“Grasa de león; grasa de hipopótamo; grasa de cocodrilo; grasa de gato; grasa de serpiente; grasa de cabra. Prepararlo como una masa homogénea y untar con ella la cabeza del calvo.» 
Tal vez los ingredientes sean un poco difíciles de conseguir, pero todo depende del interés que se ponga. Si lo ven demasiado complicado, sepan que la pérdida de cabello también trataba de remediarse con aceite de ricino o mirto. El mismo papiro aconseja placenta de gato para evitar las canas, mientras que el papiro Hearst sugiere un ratón cocido en aceite. Sírvanse ustedes mismos.
http://themaskedlady.blogspot.com.es/2011/11/secretos-de-belleza-en-el-antiguo.html

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