domi CARPOCRACIANOS

Carpocrates, natural de Alejandría, y su hijo Epifanes, son los principales representantes de este gnosticismo, que llamo semipagano, porque se trata de un sistema compuesto, casi en totalidad, de doctrinas pitagóricas y platónicas. Puede decirse que todo el cristianismo del sistema carpocraciano se reducía a [474] considerar a Cristo como un hombre extraordinario en ciencia y comunicación con Dios; como un maestro que enseñó la vanidad de la idolatría; como un alma unida íntimamente a la Mónada o Dios supremo, del cual recibió iluminaciones especiales y el poder de hacer milagros. Solían también aducir o alegar algunos textos del Evangelio en comprobación de sus afirmaciones, siquiera fueran absurdas, como cuando pretendían probar la metempsícosis, alegando el texto o capítulo V del Evangelio de San Marcos.

Aparte de estos débiles vestigios de cristianismo, la doctrina de Carpocrates no es más que la doctrina de Platón, amalgamada y combinada en algunos puntos con las tradiciones de Pitágoras. Dios, ser primordial, eterno e increado, es unidad absoluta, es la Mónada de la cual nacen por emanaciones graduales y descendentes multitud de seres. Las primeras y más nobles emanaciones constituyen y representan los seres de que se compone el mundo superior, el mundo de los espíritus, el mundo inteligible: el mundo terrestre, que sirve de morada a los hombres, es una manifestación remota e imperfecta de la Mónada divina; debe su origen inmediato a los espíritus o seres inferiores del mundo inteligible.

El alma racional pertenece al mundo superior, y existió antes de su unión con el cuerpo, en el cual se halla como prisionera y desterrada; pero conserva las aspiraciones propias de su naturaleza espiritual y divina. En virtud de este principio divino y sobremundano que en ellos anida, algunos hombres elevándose sobre las leyes ordinarias de la naturaleza y sobre las pasiones de la humanidad, y excitando y vigorizando la [475] reminiscencia de la felicidad que gozaban en su vida superior y anterior, llegan a la unión gnóstica, a la unión íntima e intuitiva con el Ser divino, con la Mónada primordial. Cuando el hombre llega a esta unión absorbente e íntima con la Divinidad, en la cual consisten la felicidad suprema y la gnosis perfecta, desaparecen para él la diferencia de cultos y religiones, la distinción entre lo justo e injusto, entre el vicio y la virtud. Todo es indiferente y lícito al gnóstico que ha llegado a este estado (molinosismo, iluminados); ni las pasiones ni el pecado pueden tener parte de él, ni mancharle.

Las almas humanas están sujetas a la transmigración, mientras que no adquieren la gnosis perfecta por medio de la absorción y de la unión íntima con Dios. San Ireneo afirma que Carpocrates enseñaba que, para librarse de la transmigración, era preciso entregarse a todo género de acciones malas y experimentar todos lo placeres. En todo caso, es cierto que la indiferencia gnóstica de los carpocracianos conduce lógicamente a la abolición de toda ley moral y a la práctica de las orgías horribles que la historia atribuye a estos sectarios. Dícese que en las juntas daban culto, o, mejor dicho, reverenciaban las efigies de Pitágoras, de Platón y de Jesús, lo cual se halla ciertamente en armonía con su doctrina cristológica.

En los escritores antiguos encontramos frecuentes testimonios de la influencia que en el gnosticismo ejercieron las ideas pitagóricas. Del arriba citado Valentín, el más notable acaso de los gnósticos, escribe Filostorgio que tenía más de pitagórico que de cristiano: Pythagoricus magis quam christianus.

http://www.filosofia.org/zgo/hf2/hf21112.htm

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