domi ¿Jugando a ser Dios?

Un espléndido ensayo sobre los intentos de crear seres humanos a lo largo de la historia y una reflexión sobre los mitos y verdades que rodean este tema, ahora que la ciencia es capaz de lograrlo

Hay un aspecto obvio: todos los organismos vivos son capaces de crear seres semejantes a sí mismos. Las personas no somos excepción y cada uno de nosotros hemos surgido de este proceso tan biológicamente natural. Sin embargo, desde hace unos años, tenemos al alcance de nuestras manos otra forma diferente. Fecundación in vitro, selección o manipulación genética, clonación… son técnicas que habitualmente se consideran artificiales en contraposición al modo común. Pero a ese calificativo, artificial, se le une rápidamente otro: inmoral. ¿Hay alguna razón que justifique la ligazón?
La ciencia ofrece maravillosas herramientas que han permitido enormes logros a la humanidad. Desde luego, que no se hayan extendido como hubiera sido deseable, es un problema político, no científico. A pesar de las potencialidades que supone el avance del conocimiento, existe un amplio consenso en que es mejor no adentrarse en ciertos terrenos. Este que nos ocupa, la creación de humanos fuera de los cauces naturales, es uno de ellos. Y Philip Ball se pregunta por qué.
Su respuesta, adelantando alguna de sus conclusiones, es que estamos mediatizados por una mitología que imprime un estigma en cualquier intento de creación o modificación de seres humanos. El ejemplo más relevante de ello es, quizá, la fábula del doctor Frankenstein, imagen tópica empleada una y otra vez para ilustrar las nefastas consecuencias de la actitud del científico que se arroga el papel de Dios y se introduce en un campo que jamás debería haber pisado. Pero esta es sólo una muestra de un amplio catálogo.
Phillip Ball ha construido un extenso ensayo en donde repasa los mitos que, como el citado de Frankenstein, han pasado a formar parte de nuestro acervo cultural. En su opinión, estos relatos fantásticos y cargados de prejuicios influyen de una manera inevitable e inconsciente cuando valoramos los fenómenos reales que han hecho posibles la medicina y la biología actual.
Detrás de muchos argumentos en contra de la manipulación genética o de la clonación hay poco razonamiento y mucha divagación inconcreta, fruto de temores difusos que, cuando se analizan en detalle, resultan de dudosa justificación. En este libro se señalan esas incoherencias y arbitrariedades que tiñen el mensaje transmitido no sólo por muchos líderes políticos y religiosos sino también por reputados científicos.
No pensamos que el autor abogue por una liberalización total, sino por la apertura de un diálogo razonable cuyo objetivo sea decidir sopesando ventajas e inconvenientes auténticos. De lo que no es partidario es de una actitud que, basada en miedos irracionales, ponga un “no” monolítico ante ciertos tipos de investigación, lo cual produciría que esta inevitablemente se reconduzca subrepticiamente por canales irregulares y no regulados.
La consideración o no de un embrión como ser humano es un debate recurrente en la última parte de la obra y, aunque el autor no valora la moralidad del aborto, evidentemente existen relaciones entre un tema y otro. Desde luego, las técnicas de fecundación in vitro o de clonación suponen habitualmente trabajar con embriones y desechar muchos de ellos, con las correspondientes dudas éticas que ello ocasiona.
Contra natura es un ensayo excelente enfocado sobre un difuso terreno que se mueve entre la biología, la medicina, la ética y la sociología. Recomendamos su lectura a sabiendas de que es muy posible que el lector no comparta buena parte de su contenido. Pero, incluso para las actitudes más conservadoras, resulta de interés acercarse a una postura razonada y mucho menos habitual que la mostrada por los medios de comunicación.
El texto no exige tener un gran bagaje científico, aunque quienes dominen estos campos encontrarán más fácil su lectura. En cualquier caso, no es un libro de ciencia divulgativa, aunque pudiera verse así. Más bien lo etiquetamos como un audaz y provocador manual que incita a la reflexión y puede servir para la formación de ciudadanos. No olvidemos que, en una sociedad democrática, son ellos quienes deben decidir cuáles son los límites del comportamiento humano.
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