El apego es un estado emocional de vinculación compulsiva a una cosa o persona determinada, originado por la creencia de que sin esa cosa o persona, no es posible ser feliz.» Así lo definía el sacerdote jesuita y psicoterapeuta indio Anthony de Mello (1931-1987)…En todos los casos el apego estrechará nuestros horizontes, reducirá el total de nuestras vidas y experiencias a sólo una de sus partes y nos hará dependientes de ella…Cuándo se toca música, ésta desaparece, no queda nada, y por esa razón es una de las artes más elevadas y espirituales», reflexiona Alan Watts (1915-1973), filósofo y experto en religiones, en su libro La vida como juego. Y recuerda que también la fugacidad es distintiva de la música. Esa cualidad, apunta, es espiritual. Lo emocional, lo afectivo, lo sensible, aquello que no se puede medir, pesar ni atrapar, es inasible y, desde una óptica espiritual, evanescente. No necesitamos tocarlo todo el tiempo para saber que existe, no necesitamos aferrarlo (ni aferrarnos) para que sea real.
Sergio Sinay