En ciertas etapas de la vida, nos encontramos en la situación que no sabemos resolver ciertos problemas y las emociones están más allá de lo que podamos soportar. Nuestros seres queridos nos aconsejan ir al psicólogo, pero muchos lo desestiman. Esto se debe a que las personas consideran que ir al psicólogo o hacer terapia es “sólo para los locos”. Es que dar el primer paso para ir a la consulta es el más complicado, no sólo por ese pensamiento sino también por la vergüenza o el temor a que lo consideren “fuera de sus cabales”.
A pesar de que se ha avanzado bastante en el mito del papel de los psicólogos y de los analizados, todavía la sociedad sigue relacionando esta profesión con la locura. Según los profesionales, es el miedo a “sacarnos la coraza” lo que nos aleja de la terapia.
No existen normas en relación a cuándo acudir al psicólogo, todo depende de cada uno. Tampoco que sea “obligatorio” hacerlo. La razón principal por la que una persona va a terapia, básicamente, es porque no se encuentra a gusto consigo misma, ya sea en lo emocional o en lo físico. El autoestima alto es fundamental para disfrutar de una vida plena, ya que el amor por uno mismo permite aceptarnos tal cual somos, dejar de lado los pensamientos negativos y amar a los demás, así como también saber diferenciar entre los errores y las equivocaciones y nos permite cuidarnos y respetarnos como seres humanos.
Es verdad que tenemos días en los que no queremos hacer nada, nos sentimos deprimidos, cansados o estresados. Eso no es para ir al psicólogo. Los días malos donde estamos cansados de la vida y del ajetreo es preciso hacer una pausa, respirar profundo y seguir adelante. Pero atención, porque en el momento que esto se convierta en algo recurrente, la regla y no la excepción, es cuando debemos preguntarnos si no es bueno buscar algún tipo de ayuda externa.
Los psicólogos son realmente muy útiles cuando nos cuesta salir a la calle, nos sentimos tristes sin saber realmente por qué, la apatía nos gobierna, no entendemos la vida y por qué estamos en un lugar determinado, no tenemos ganas de salir de la cama o de cumplir con las obligaciones, no deseamos comer ni bañarnos, etc.
Cuando los miedos y la depresión son los que gobiernan nuestra vida, no podemos disfrutar de lo más básico como una charla entre amigos o una salida al parque, nos cuesta mucho hablar en público, tenemos miedo irracional a la muerte o a que pase algo malo, no podemos estar en un sitio cerrado o ver un animal, también es bueno pedir ayuda a un profesional.
Aquellos que desean tener todo siempre controlado, sus obsesiones son muy grandes y limitan las actividades diarias, si no puedes ver que las cosas no salgan como quieres, o te pasas horas limpiando el mismo sitio (como las manos, la ropa, etc), si tienes miedo a contagiarte todas las enfermedades que existen y somatizas cuando lees o escuchas sobre una dolencia en particular, si no puedes dejar de visitar al médico o tienes conductas repetitivas y poco comunes (comprobar una y otra vez si cerraste la puerta, por ejemplo) tal vez sea un buen momento para asistir a una consulta profesional.
Y las razones para ir al psicólogo todavía son más: estar demasiado irascible o no poder parar de llorar ante cualquier comentario, problemas serios para conciliar el sueño o concentrarse, ver la vida en negativo, dificultad para comunicar los sentimientos, no saber decir que “NO”, falta de deseo sexual, culpa irracional por ciertas actitudes o pensamientos, nervios, ansiedad, etc.
Si ha fallecido un familiar, te has divorciado de tu pareja o piensas que es la mejor alternativa, si hubo casos de infidelidad, malos tratos, problemas con amistades, es buena idea charlar del tema con un psicólogo, quién tendrá una mirada objetiva de los hechos.
Y por último, si has sufrido algún trauma en tu niñez, como ser maltrato, abuso, violencia, dejan secuelas en el comportamiento al ser adultos, por eso vale la pena hablar de ellas, aunque causen mucho dolor el sólo hecho de recordarlo. Las relaciones personales están íntimamente relacionadas a estos problemas de la infancia, así como también la manera en que nos desenvolvemos en el futuro.
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