Recientemente el director de orquesta argentinoisraelí Barenboim ha pedido que deje de identificarse a Wagner con Hitler. La identificación del autor con Hitler es tan grande que en Israel está prohibido interpretarlo. Lo cierto es que es difícil alejar al compositor del Führer, por mucho que no se conocieran ni pertenecieran a la misma generación. Sin embargo, acertada o equivocadamente, lo que es innegable es la influencia que Wagner tuvo en Hitler.Ya tratamos en su día el estado de éxtasis en que quedó un Hitler adolescente después de presenciar un concierto del maestro y que su amigo de juventud Kubizek relató de manera muy detallada.
Ya desde muy pequeño Hitler sintió atracción hacia la música. Incluso tomó lecciones de piano con el mismo profesor de su amigo Kubizek. La hermana de Hitler, Paula, le recordaba durante horas sentado ante un piano de cola. La mala salud de la madre de Hitler impidió que el futuro Führer siguiera con las clases (Toland, página 47). No es casualidad que el encuentro de Hitler y Kubizek en 1938 fuera precisamente durante las representaciones de Bayreuth y precisamente durante «El ocaso de los dioses». La pareja visitó uno de sus lugares sagrados: la tumba de Wagner.
Hitler nunca se cansaba de escuchar a Wagner. La ópera favorita de Hitler era Lohengrin, que era capaz de ver en numerosas interpretaciones. El Führer tenía siempre la biografía de Wagner escrita por Houston Stewart Chamberlain. Era conocido que Hitler era capaz de silbar pasajes de óperas de Wagner y que entretenía con ello a sus compañeros. La primera vez que Hitler estuvo en Bayreuth, donde residió Wagner, fue en 1923. Hitler accedió al teatro y quedó extasiado. Ya desde un principio Winifred Wagner, que fue la esposa del hijo de Wagner Siegfried, quedó embelesada por Hitler y tuvieron una relación muy amistosa durante toda la vida de Hitler.
Yo creo que es muy importante el hecho de que Hitler conociera a Winifred Wagner y a Houston Stewart Chamberlain. Éste último era también un fanático de Wagner y estaba casado con la hija más joven del compositor. Ciertamente existió un círculo cerrado en torno a Wagner liderado por Hitler ya durante los años de lucha. El hecho de que Hitler tuviera tan buena relación con Winifred hizo que ésta fuera la regente del festival de Bayreuth hasta el año 1944. El nombre de Hitler y Wagner van unidos no solo porque Hitler fue un gran admirador del compositor. Descendientes del maestro fueron amigos y partidarios de Hitler. No solo eso, los Wagner ayudaron a Hitler durante los años de lucha. Le proporcionaban cosas tan sencillas como ropa blanca y porcelana. Incluso le enviaron un ejemplar de las obras completas de Wagner así como partituras originales (Joachim Fest, pag. 356).
Podemos estar de acuerdo o no con la política cultural y artística de Hitler, pero lo cierto es que fue un hombre más atraído hacia las artes que hacia la política. En sus conversaciones nunca faltan comentarios hacia los artistas:
– Un gran hombre vale mucho más que mil millones en las arcas del estado. Un hombre que tiene el privilegio de estar al frente de un país, no podría hacer mejor uso de su poder que ponerlo al servicio del talento. ¡Ojalá el Partido considere siempre que su principal deber es descubrir y alentar los talentos! Los grandes hombres son los que expresan el alma de una nación.
– No hay nada más bello que ofrecer a la nación monumentos dedicados a la cultura.
– A la larga las guerras se olvidan. Solo quedan las obras del genio humano.
– Me hallo absolutamente decidido a imbuir un poco de cultura en las más pequeñas de nuestras ciudades, de suerte que cada una de ellas pueda presentar de si misma una imagen cada vez más atrayente. Cierto es que toda ciudad no puede pretender recibir el influjo de la cultura más que en la medida de sus tradiciones, ya que esas dos ideas son siempre indisolubles. Bayreuth, Weimar y Dresde, para hablar de ejemplos clásicos, son prueba de ello. Si se reflexiona resulta cierto que es muy difícil asociar una ciudad a la idea de la cultura si no ha habido hombres célebres que respirasen entre sus muros. Son ellos quienes le confieren ese destello de humanismo que se identifica a la larga con su imagen.
Joachim Fest relata en su biografía de Hitler una anécdota que ilustra hasta qué punto la música de Wagner era tan importante para Hitler:
– Durante el viaje, mientras atravesaba por la noche el territorio del Ruhr, ante altos hornos incandescentes, ante montañas de escorias y torres extractoras, le embargó uno de aquellos sentimientos de soñador sojuzgamiento propio que despertaban en él el deseo de oír música. Rogó le pusiesen un disco con música de Richard Wagner, meditando después de haber oído el preludio de Parsifal: «Del Parsifal crearé mi propia religión. Un oficio divino en forma solemne… sin teatro de humildad… Sólo con el ropaje del héroe puede servirse a Dios.
Tampoco debemos olvidar que la estética del nazismo debe mucho a Wagner. Las representaciones y congresos del partido tenían una teatralidad propia de las óperas de Wagner. Fest dice que «Las ideas de Hitler sobre una política convertida en estética se cubrían perfectamente con el concepto», haciendo referencia a la música de Wagner y que «la magnificencia hace ostenciación de muerte». Otro pasaje de la biografía de Fest nos dice:
«Su expresión más elevada la constituía el final de El crepúsculo de los dioses. Siempre que en Bayreuth se derrumbaba entre llamas el castillo de los dioses, bajo los efectos de la rebelión musical, cogía entre sus manos, en la oscuridad del palco, la de la señora Winifried, sentada a su lado, y, emocionado, se la besaba.»
Ahora la polémica está nuevamente servida. Esta vez se trata si los judíos pueden escuchar la música de Wagner. El director Barenboim lleva años intentándolo. Wagner y Hitler no fueron contemporáneos. Podemos separar a Wagner de Hitler. Pero no a Hitler de Wagner. Hitler estuvo íntimamente ligado a su familia y dio un gran impulso al festival de Bayreuth. Wagner fue el compositor que más se oyó durante el III Reich.
Como curiosidad del destino, decir que el funcionario que casó a Hitler y Eva Braun se apellidaba Wagner. Hitler no pudo encontrar a nadie mejor para la ocasión.
http://www.estudiodehitler.com/2010/12/hitler-y-wagner.html
Algo bueno, la excepción hace la regla, tenía que tener Hitler para que le gustara la música de Wagner. Si Hitler se hubiera dedicado a la pintura, como intentó, o a la música, no le hubiéramos conocido como el monstruo histórico que es. Pero alguien más le hubiese sustituido para cumplir su misión.