Un tándem confuso
Mi crítica reciente a una frase de Alejandro Jodorowsky ha generado cierta polémica en Facebook (1). La frase dice así: «El azar no existe. Antes de nacer elegiste a tus padres, ellos son la lección que te convenía para lograr desarrollar tu alma». Aunque ya expuse allí mis objeciones básicas, que no quedaron muy claras, y como el asunto me parece muy importante, no me resisto ahora a profundizar un poco más en él. No pretendo con ello cuestionar a Jodorowsy ni a otros autores similares, sino sólo exponer los graves equívocos que, en mi opinión, se dan con frecuencia en la psicoterapia y la espiritualidad. He aquí mis reflexiones.
1. Definiendo conceptos
En primer lugar, ¿qué es psicoterapia? ¿Qué es espiritualidad?
Para mí, la psicoterapia es, por encima de todo, un método, una técnica para ayudar a las personas a liberarse del sufrimiento neurótico. Entiendo por «neurótico» todo aquel problema psico-conductual que resulta incontrolable, insoportable, incomprensible y muy duradero; es decir, determinado principalmente por fuerzas inconscientes. La psicoterapia, como la cirugía, ayuda así al sujeto a buscar e identificar el origen inconsciente de su mal, y a «eliminarlo». La psicoterapia no consiste en enseñar, cambiar o modelar a la persona; eso sería reeducación. Tampoco busca readaptarla o someterla a la sociedad; eso sería política. Ni le ofrece teorías de lo mágico, lo divino, etc; eso sería religión. Etcétera. La única y humilde labor de la psicoterapia es ayudar a concienciar lo inconsciente. Sólo gracias a ello el sujeto podrá eventualmente emanciparse de sus principales demonios neuróticos.
La espiritualidad es un concepto mucho más amplio y confuso. Yo entiendo únicamente por espiritualidad al conjunto de actitudes y valores existenciales derivados de una profunda maduración psicofísica. Ello implica una gran sensibilidad, lucidez, espontaneidad, coraje y, como veremos luego, amplitud de conciencia. La espiritualidad carece de palabras y teorías, es fundamentalmente una vivencia íntima e inefable, un sutil arte de vivir. Emana, en última instancia, del profundo anhelo humano de verdad, bondad y amor, y es, en definitiva, una forma decomunión con el Misterio de la vida.
En fuerte contraste con esto, hay también otra clase de «espiritualidad» (que llamaré en adelante pseudoespiritualidad) que consiste en el cultivo de doctrinas de tipo sobrenatural, metafísico, religioso, etc., con todas sus prácticas y ritos asociados. La función consciente e inconsciente de esta pseudoespiritualidad es controlar la vida, es decir, todo aquello que nos asusta o no podemos comprender: las emociones, la conducta, el dolor, la incertidumbre, el futuro, la muerte, el problema del Mal… Su función es, pues, principalmente moralizadora y educativa. Y, a diferencia de la verdadera espiritualidad, que nace de la maduración, la conciencia y el amor, la pseudoespiritualidad brota -y encubre- el miedo y el desamparo infantiles del ser humano (2). Por eso mismo es, desgraciadamente, la más extendida del mundo.
2. Ken Wilber
El famoso autor Ken Wilber sintetizó brillantemente las relaciones entre psicología y espiritualidad (3). Desde el punto de vista de la evolución de la conciencia, distinguió claramente cuatro «niveles» o «escalones» en función de aquellas partes de la realidad que podemos ir incorporando a nuestro yo, es decir, a nuestra experiencia de «identidad». Esos cuatro niveles son los siguientes:
En el primer nivel («Persona/Sombra») podemos incorporar las partes más importantes de nuestro inconsciente («sombra») individual. En el segundo nivel («Ego/Cuerpo») podemos añadir nuestro cuerpo (integración psicofísica). En el tercero («Organismo/Medio»), es posible integrar partes de nuestro entorno (procesos «transpersonales»). Finalmente, podemos experimentar la Unidad total (mística). Wilber señaló asimismo que cada nivel tiene sus propias «patologías», y que cada una de ellas sólo puede ser abordada con técnicas específicas para su respectivo nivel. Por ejemplo, los problemas del nivel Persona tienen que ver con la neurosis y sólo pueden ser afrontados con métodos psicodinámicos. Los del nivel Ego tienen que ver con bloqueos psicofísicos y se tratan con Gestalt, Bioenergética, etc. Los del nivel Organismo requieren meditación y técnicas transpersonales. Etcétera. Esto significa, así, que no se pueden aliviar problemas neuróticos con budismo. No se puede lograr la serenidad existencial y el amor espiritual con sólo psicoanálisis. Etcétera. (4)
Wilber señaló también, más adelante, un peligro fundamental que llamó falacia pre-trans (5). Esto significa aproximadamente que no es lo mismo subir y bajar de la montaña, que fingir que bajas sin haberla subido. Por ejemplo, determinadas experiencias verdaderamente espirituales pueden ser erróneamente confundidas con meros síntomas neuróticos. Y, a la inversa (y, en mi opinión, lo más frecuente), ciertas psicodinámicas neuróticas (e incluso psicóticas) pueden fácilmente confundirse con vivencias espirituales. Etcétera.
3. La Gran Confusión
En las últimas décadas, como sabemos, se ha producido en Occidente una exorbitada proliferación de toda clase de terapias y pseudoespiritualidades de consumo (Autoayuda, Orientalismos, Esoterismos, New Age, Excelencia Personal…). Infinidad de gurús y terapeutas de todo tipo brotan sin cesar por todas partes… ¡pese a lo tremendamente difícil y minoritario que es, por desgracia, el genuino crecimiento personal! Esta masificación sólo es posible gracias a que muchos de sus divulgadores y practicantes, ignorando las precauciones de Ken Wilber, tienden a confundir los niveles de conciencia. O intentan curar males de un nivel con técnicas de otro (por ejemplo, síntomas neuróticos con métodos transpersonales). U ofrecen «niveles de conciencia» sin ayudar a madurar suficientemente los niveles previos. O prometen a sus clientes grados de conciencia que los propios guías no han alcanzado. Etcétera. Sin hablar de la enorme frivolidad o, sencillamente, fraude de muchos de ellos. Es Babel, el todo vale del crecimiento personal. Lo que no significa, por supuesto, que no existan también algunos terapeutas honestos y eficientes.
Hay, en mi opinión, dos efectos lamentables de todo esto. Por una parte, toda terapia que ignora un nivel inferior problemático, se convierte automáticamente en tapadera represora de ese nivel. (Por ejemplo, si tienes problemas graves con tu madre pero haces meditación, difícilmente madurarás tales problemas). Y por otro lado, por eso mismo, muchas personas que sinceramente desean aliviar sus sufrimientos neuróticos (que son la mayoría), nunca lograrán superar realmente sus confiictos.
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Creo, pues, que la psicoterapia está exclusivamente destinada a aliviar el dolor neurótico, es decir, nos ayuda a reconciliarnos con nuestro inconsciente personal y nuestro cuerpo. Y que los métodos espirituales están diseñados, en cambio, para enseñar a la gente suficientemente madurada el arte de armonizar, vivir y profundizar sus relaciones unitivas y amorosas con el mundo. Por tanto, cualquier persona que desee curar sus sufrimientos o crecer humanamente sin engaños ni pérdidas de tiempo, debería responderse a las siguientes preguntas:
1. ¿A qué nivel de conciencia pertenece mi problema?
2. La terapia que realizo, ¿corresponde debidamente a ese mismo nivel?
3. Mi terapeuta ¿vive o ha vivido plenamente el nivel donde yo estoy?
Un modo de averigüar la tercera respuesta es, por cierto, observar cómo nos trata el terapeuta. Si tiende a desoír, minimizar, criticar, reprimir, impacientarse o enfadarse con tus quejas neuróticas (p.ej., con tu familia o con la vida), entonces probablemente él no ha superado aún el escalón donde tú estás. Si, por el contrario, tu terapeuta comparte tranquilamente tus quejas, te anima a vivirlas a fondo sin forzarte prematuramente a abandonarlas, entonces seguramente él sí ha vivido plenamente en tu propio nivel y, por tanto, sabrá ayudarte.
En suma, y volviendo a la frase inicial de Jodorowsky, es evidente que cualquiera que sea su interpretación metafísica (ya sea desde un punto de vista «trans», es decir, genuinamente espiritual, o bien simplemente pseudoespiritual), para la mayoría de personas, que sufren a diario en el nivel «pre» convencional, esa frase significa simplemente… lo que parece que significa. A saber: «Consuélate y no te quejes demasiado de tus padres, pues tú mismo los has elegido para curarte«. Es decir, ¿he elegido a unos padres maltratadores para enfermar y después curarme gracias a ese maltrato…? Esto, al menos para los que que trabajamos en las duras barricadas diarias del nivel Persona/Sombra, es decir, de la Psicodinámica y de Alice Miller, me parece un absurdo totalmente inaceptable y nocivo. Una forma más de contribuir, incluso bienintencionadamente, a la neurosis global.
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1. Véase. (Fuente original) Cito para los lectores ajenos a Facebook:
«Hay, en mi opinión, tres bandos [en esta clase de temas]: 1. Los PSICOLOGISTAS. Entre los que me incluyo. Más o menos racionalistas o «científicos», nos atenemos a los hechos observables, etc. Como yo soy del subgrupo psicodinámico y milleriano, no me cabe la menor duda de que los niños maltratados, etc., son VÍCTIMAS literales (e incluso legales) de sus padres, la neurosis es fruto del maltrato, y «responsabilizarse» de uno mismo, etc., no invalida, sino que AMPLÍA lo anterior. 2. Los ESOTÉRICOS o «metafísicos» (que no espirituales, que para mí es otra cosa). Entran aquí todo tipo de personas, desde las más neuróticas hasta las incluso cercanas a las psicosis, pasando por la gente poética, surrealista, etc. TODOS son subjetivistas, pues sus teorías de ningún modo pueden verificarse y sólo son «válidas» para ellos mismos. Y todas esas teorías funcionan, en la práctica, como sistemas cognitivo-conductistas «aliviadores» y OCULTADORES de los conflictos psicológicos subyacentes. 3. Los «MIXTOS». Mezclan modelos psicológicos y esotéricos en un único cóctel supuestamente «curativo». Pero no es posible mezclar a Alice Miller con Buda o la New Age, ni invocar la propia responsabilidad para eludir los crímenes parentales y sociales. No es posible rescatar las emociones reprimidas y, al mismo tiempo, predicar que el «sentido» del dolor (las palizas, etc.) es «enseñarte algo»; y, menos aún, burlarse de la víctima diciéndole que «ella misma lo ha elegido». No es posible, en fin, practicar la cirugía aséptica y, al mismo tiempo, aplicar emplastes de pata de rana y caca de murciélago… Estos modelos mixtos me parecen el colmo de la alienación y particularmente nocivos, pues, disfrazados de «terapias», sólo contribuyen a la negación de la neurosis y sus causas. // La neurosis no requiere metafísicas, ni poesía, ni esperanzas, ni buscarle un «sentido» o una «finalidad», ni ninguna otra actitud más o menos escapista. Requiere exclusivamente CONSCIENCIA de tus propias emociones, tus heridas, tu memoria, tus relaciones, tu familia, tu psicoverdad oculta. NADA MÁS. Y sólo eso me parece psicoterapia. Sólo después (no antes) de que hemos concienciado y resuelto (sin trampas) algo tan sencillo como nuestra verdad emocional, podremos eventualmente madurar hacia grados crecientes de verdadera espiritualidad».
Sin duda la polémica se originó en parte porque no explicité en mi improvisada «clasificación» a las personas verdaderamente espirituales. Con este post creo reparar mi error.
2. La pseudoespiritualidad es, de hecho, un obstáculo para la genuina maduración psicológica y espiritual. Independientemente de sus disfraces, sus creencias y prácticas suelen basarse inconscientemente en el premio, el castigo, la culpa, el deber, el perdón, la sumisión, la predestinación, etc.
3. «La conciencia sin fronteras», 1978. Esta obra me esclareció muchas cosas, si bien más adelante dejé de seguir a su autor.
4. Dice, p.ej. Wilber en la obra citada: «En las terapias del organismo, como la terapia gestáltica, al individuo no se le pide que dé rienda suelta a sus pensamientos, sino más bien que suspenda el «parloteo mental» y centre la atención en el aquí y ahora inmediato (…) En las terapias del nivel del ego se estimula al individuo para que explore su pasado; en las del nivel del organismo se le impide que lo haga. En cada caso opera un tipo diferente de resistencia, y para manejarlas se han elaborado técnicas diferentes, cada una de las cuales es válida y adecuada en su propio nivel». Por eso, p.ej., si estoy ayudando a una persona a que afronte sus traumas familiares, le sugiero que abandone temporalmente sus prácticas de meditación, etc.
5. Véase (indispensable). La falacia pre-trans distingue claramente entre los fenómenos psíquicos PRE-racionales (es decir, emocionales, infantiles, neuróticos) y los TRANS-racionales (que incluyen y sobrepasan la razón), pese a sus similitudes aparentes. Con todo, los fenómenos «trans» (es decir, considerados propiamente espirituales) no son aceptados por el pensamiento científico. Personalmente, me fui alejando de aquéllos a medida que fui descubriendo su extraordinaria confusión con los fenómenos «pre» y las pseudoespiritualidades, así como su escasa relevancia práctica en la felicidad de la mayoría de individuos, la sociedad y la historia.