Las noticias nos despiertan un día si y otro también con nuevos casos de violencia. Violencia machista, violencia callejera, violencia en los colegios, violencia en cada esquina. Denuncias de maltrato, de abusos, de intimidaciones que son expresadas en voz alta para posteriormente ser retiradas. En ocasiones, hasta la denuncia es un modo de violencia más, ya que se fundamenta en hechos que realmente no acontecieron, desprestigiando así la palabra, deslegitimando situaciones similares hasta que se demuestre la veracidad de lo denunciado. La víctima ha de demostrar su terror, dado que, de lo contrario, su testimonio no resultará creíble. Y mientras algunos se lucran con testimonios falaces, otros lloran sus miedos a los que no parece llegar el fin. Miedos para los que no hay respuesta contundente que los ataje. La desprotección, por tanto, sigue siendo parte de nuestro día a día y, aunque a veces es simplemente psicológica, muchas otras es tremendamente cruda.
Un cobarde que se dice valiente, una valiente que desconoce su bravura. Heridas múltiples, cardenales cosiendo su desnudo y entero cuerpo. Cabello revuelto, ojos desencajados, mirada perdida boca maltrecha por morder los secos golpes propinados. Orines asociados al pánico, sentimientos de culpa y delación al unísono:“¿Qué he hecho?”“¡Algo habrá hecho!”Miedo, deshonra, arrastrarse, deambular, presentarse aquí y allá aduciendo comprensibles excusas al amparo del temor:“¡Me he caído yo sola!” Extrañas formas de amar,insólitas maneras de perdonar.
Suicidios vacuos y a destiempo de los cobardes,salas de hospitales y de juzgados,sentencias que llegan tarde o que simplemente no llegan a tiempo para evitar pésames y velatorios que acompañen a la exangüe dama.
Prensa, cifras frías,otra más.Números que atañen a existencias mejores o peores; ¡pero existencias al fin y al cabo! ¡No más cobardes que se digan valientes, por favor! ¡No más valientes que desconozcan su bravura!
Hoy gritamos, sí. Hoy lloramos por las humilladas, las masacradas, las muertas en vida. Hoy pedimos medidas penales; hoy pedimos recursos; hoy pedimos agilidad; hoy pedimos soluciones. Hoy. Pero hoy nacen nuevos niños a los que no somos capaces de transmitir valores. Hoy nacen como individuos que necesitan desligarse de la sociedad para despuntar, para medrar. Hoy enseñamos que una pataleta sirve para conseguir antojos. Hoy restamos valor al ser social para centrarnos en el egocentrismo como medio. Hoy deshumanizamos a la sociedad, porque vivimos en una sociedad deshumanizada que carece de tiempo y de ganas de seguir avanzando como colectivo.
Y, lamentablemente, mientras no seamos capaces de mirar a cuantos nos rodean con una sonrisa en los ojos, mientras no apostemos firmemente por la búsqueda del bien común, mientras los demás nos resulten excesivamente ajenos, no lograremos desechar conductas tiránicas.
La educación como arma está en boca de todos, sí. Pero la educación del ser humano no es una responsabilidad de unos pocos. Todos debemos contribuir a formar en valores, en respeto, en tolerancia.
El goteo de víctimas es incesante. No sólo no se ha detenido, no sólo no ha decrecido su frecuencia, sino que va a más y, si consentimos la deshumanización social, crecerá. ¿Dónde está el freno? ¿Por qué nadie lo acciona?
HORUS
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