«Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos», escribe Eduardo Galeano en El libro de los abrazos. Me gustan los tres verbos que se encadenan en la cita y la secuencia en la que se ordenan. Desde la elección de Pedro Sánchez como secretario general de los socialistas, esta idea de Galeano podría presidir nuestro recorrido: somos el PSOE que cambia el PSOE para cambiar España y, en nuestro mandato recién estrenado, prima lo que hacemos sobre lo que decimos.
No podía ser de otra manera cuando la realidad clava espuelas a lomos de un desafecto desbocado. En este clima, la política tiene la obligación de hacer más que decir, porque sólo siendo más sustantiva y menos adjetiva invertirá la tendencia creciente del desapego ciudadano. Hace sólo unos días, el último barómetro del CISnos contaba que al mismo tiempo que baja levemente el paro como principal problema, aumenta por cuarto mes consecutivo la preocupación por la corrupción, que era del 6% al comienzo de la legislatura y roza ahora el 43%. Casos como el de las tarjetas opacas de Caja Madrid -el último en subir a la tribuna del estupor ciudadano- abonan un territorio ya sembrado de desconfianza que hay quien riega a la espera de una cosecha propicia, aunque esa es cuestión para otro momento.
Hay muchas más causas que la corrupción en la raíz del descrédito que mancha a política y políticos sin distinción de siglas. Y algunas, no menores, no tienen más culpable que las propias formaciones. En esos casos, hay quien, al advertir la distancia, cambia para buscar el crédito perdido, como tratamos de hacer los socialistas y hay quien espera a que escampe, como hacen otros. Allá ellos. El PSOE prefiere actuar, hablar con los hechos. Somos conscientes de que la credibilidad pública, ahora malherida, es la única fuerza que recompone los lazos que las palabras ya no arreglan. Por eso acabamos de hacer un ejercicio inédito de transparenciavolcando en nuestra web las cuentas del Partido Socialista y hemos presentado un compromiso ético que habrá de ser la llave que abra o cierre las puertas de la dedicación pública en el PSOE.
Hace falta más, es evidente, y por encima de todas las cosas, es preciso que el compromiso sea tan visible como intransigente: mano dura contra cualquier mano distraída. No hay tiempo para advertencias. La tibieza y las palabras como única receta son un lujo que la política no debe permitirse cuando la ciudadanía reclama con razón más credibilidad y hechos.
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