El dolar es seguramente la moneda más reconocible de todo el mundo. Sin ir más lejos, hace algo menos de un año ya pasaba por la Aldea la anécdota de cómo se realizó el retrato más famoso del mundo.
Sin embargo, esto no siempre fue así, e incluso hubo una época en la que por Estados Unidos circularon unos cien mil tipos de dólares diferentes… La historia de este pequeño trozo de papel, aún tiene muchas anécdotas escondidas.
En 1791 nace el primer Banco Central Federal de Estados Unidos en la ciudad de Philadelphia. Aunque para ser sinceros, como banco era toda una chapuza… Tenía muchos detractores que estaban en contra de una banca centralizada y sobre todo, contaba con un gran handicap: No tenía potestad para emitir moneda.
Sus poderosos adversarios finalmente consiguieron cerrarlo 20 años más tarde y, ante esta situación, el Gobierno Federal optó por una solución que a la larga iba a traer más quebraderos de cabeza.
La solución consistía en autorizar la emisión de dólares a los propios bancos… Una solución que hoy parecería descabellada y que permitía a los bancos particulares imprimir y emitir sus propios dólares.
El resultado ya os lo podéis imaginar… En Estados Unidos existían a principios del siglo XIX unos ocho mil bancos que emitieron una media de 8 billetes cada uno.
Además y para complicarlo todo aún más, también se permitió emitir su propia moneda a algunas grandes empresas como compañías ferroviarias o mineras.
Nos encontramos además en un periodo decisivo en la Historia de Estados Unidos ya que, alrededor de 1820, comenzaba lo que se ha denominado “La conquista del Oeste”. Grandes masas de población se desplazaron hacia una gran cantidad de territorios y la importancia de una moneda fuerte y reconocible era de gran importancia.
Imaginemos que tenías tus billetes de tu banco en Tennessee y querías pagar en una tienda en Washington… El tendero miraba tu billete y te decía que ese dolar no valía un dolar…
Seguramente te diría que ese “banco de Tennessee” no era fiable y que sus billetes no eran seguros. Comenzaba aquí un regateo para ver cuánto valía tu dolar. Evidentemente tú dirías que tu dolar vale un dolar, pero no siempre lo conseguirías…
Pero, como ya os podéis imaginar, quienes de verdad disfrutaron con todo este maremagnum de billetes fueron los falsificadores.
En una época en la que el pueblo llano apenas veía papeles impresos a parte de la biblia, el trabajo de los falsificadores era relativamente sencillo… Mucho más sencillo cuando, los más listos se dieron cuenta de que, en realidad, no era necesario copiar billetes ya existentes, sino que lo más fácil y efectivo era crear sus propios diseños…
Incluso llegaron a crear dólares emitidos por bancos inexistentes, con diseños y dibujos inventados… Entre todo aquel desbarajuste, ¿Quién se iba a dar cuenta?…