«¿De qué sirve predicar el amor al prójimo si no se les explica a los humanos lo que deben amar en los demás? Cuando vemos de qué manera se comporta tanta gente en la vida de todos los días, podemos llegar no a detestarles, pero no podemos amarles, ni siquiera vale la pena intentarlo.
Pongamos el caso de alguien que se muestra egoísta, malvado, odioso y os dicen que debéis amarle… ¡Es imposible! Tan imposible que no sólo no lo conseguiréis, sino que si os esforzáis en amar a este monstruo, lo encontraréis todavía más insoportable. Para conseguir amarle, debéis poder proyectaros más allá de las apariencias concentrándoos en la chispa divina que habita en toda criatura. De momento, esta chispa está enterrada bajo capas de hollín, pero está ahí. Y puesto que está ahí, puede también manifestarse un día a través suyo. Pero debéis saber que sólo podemos ver la Divinidad en los demás si hemos aprendido a hacerla vivir primero en nosotros mismos.»
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