«Aprended a considerar vuestras dificultades como una materia bruta sobre la que debéis trabajar. Desde el instante mismo en que adoptáis este punto de vista, todo un proceso se desencadena en vosotros, aparatos que se ponen en marcha y que empiezan a moler esta materia bruta para transformarla. Por supuesto, es difícil. Pero probadlo, al menos por curiosidad; haced la experiencia durante una semana. Decíos: «Esta forma de ver las cosas es tan nueva para mí que no sé cómo desenvolverme; pero voy a probarlo de todas formas.»
Ante cada contrariedad, ante cada dificultad que se presente, en vez de echar pestes, en vez de lamentaros e importunar al cielo y a la tierra, haced un trabajo con el pensamiento. Y para poner todas las probabilidades de éxito de vuestra parte, procurad, sobre todo, mostraros vigilantes: en cuanto toméis conciencia de que corréis peligro de dejaros arrastrar por el mal humor, el desánimo o la exasperación, etc…, ¡reaccionad! Porque una vez que empecéis a dejaros llevar, es más difícil retroceder. Cultivad pues esta vigilancia que evita que os dejéis sorprender y poneos a trabajar.»
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