Volvíamos en coche de ver un partido de fútbol en el centro de Haití cuando mi amigo subió instintivamente su ventanilla del coche.
Como suele haber mucho polvo en las carreteras de Haití yo también subí la mía, aunque no veía nada en el aire.
Vi a un hombre delante de nosotros en una bicicleta que llevaba una mascarilla de cirujano.
Me di cuenta de que tenía los ojos tristes antes de saber nada.
Pensé que hacía un trabajo duro en un día caluroso. La carga le hacía balancearse de un lado a otro.
“Cólera”, dijo mi amigo.
Me costó un momento comprenderlo. Para cuando había formulado la pregunta “¿Qué transporta?” ya me había respondido a la pregunta. “¿A dónde los lleva?”
“Al cementerio”.
Esto ocurría a principios de 2011, cuando la epidemia de cólera (una enfermedad desconocida en Haití) todavía era reciente. Conmemoramos ahora el quinto aniversario del inicio de una epidemia que ha matado a más de 9.000 personas y enfermado a otras 745.000.
No conozco las historias de las personas a las que llevaba al cementerio aquel hombre con el semblante triste y que iba en bicicleta allá por 2011, pero la semana pasada en Port-au-Prince, la capital de Haití, y en Nueva York y Ginebra al igual como en una nueva página web, FaceJustice.org , tanto los transeúntes como los funcionarios de las Naciones Unidas pudieron ver las caras y leer las historias de los haitianos heridos no solo por el cólera sino también por la indiferencia de la ONU, cuyas fuerzas de paz son los primeros responsables del brote de cólera en el país.
Gracias a las enormes fotos que reunimos en la calle los transeúntes conocieron las vidas de personas como Olivia Jean-Pierre, una madre haitiana que tenía este mensaje para la ONU:
En 2011 mis dos hijas enfermaron de cólera. No puedo ni imaginarme qué hubiera pasado si las hubiera perdido. Cuando una madre pierde un hijo es como si se rompiera por dentro.
Mis hijas todavía no se han recuperado completamente. Van a la escuela y reclinan la cabeza sobre el pupitre diciendo que les duele la cabeza. Todas las personas que han padecido el cólera son como muertos vivientes. Si se ponen de nuestro lado, si se unen a nuestra lucha, estaré encantada. Espero su respuesta.
La historia de Jean-Pierre era una de las que se escribieron en las postales enviadas a funcionarios de la ONU justo antes de que el Consejo de Seguridad votara la semana pasada volver a autorizar el envío de fuerzas de paz a Haití durante otro año.
Incluso en los primeros días de la epidemia, en octubre de 2010, había pruebas de que las fuerzas de paz de la ONU en Haití habían introducido sin querer la enfermedad.
Se había visto que las aguas residuales que fluían al río Artibonite — el principal río de Haití — procedían de una cañería de aguas residuales situada en la base de las fuerzas de paz en el pueblo de Meille, aguas arriba de donde se detectaron los primeros casos.
Poco después los científicos demostraron que la cepa de cólera que estaba infectando a miles de personas en Haití era endémica de Nepal. Las fuerzas de paz estacionadas en esa base, situada a las afueras de la ciudad de Mirebalais, eran de Nepal.
A medida que iba aumentando las pruebas la ONU podría haber aceptado sus responsabilidades, pedido disculpas y utilizado sus enormes recursos para reparar el daño.
Sin embargo, no lo hizo y por ello continúa la lucha por la justicia emprendida por las víctimas haitianas del cólera y todas aquellas personas que se preocupan por ellas.
¿Qué quieren?
Para empezar, disculpas. También quieren indemnizaciones para las víctimas del cólera y sus familias. Estas indemnizaciones ayudarían a niños como Pierre-Louis, de 9 años, y Julien de 13 , que se han quedado huérfanos debido al cólera, así como a sus familias que están luchando para pagar los prestamos que pidieron cuando quienes sustentaban a sus familias se estaba recuperando del cólera.
Quieren otra cosa, algo que ayudará a las víctimas y también evitará que haya nuevas víctimas.
El cólera ya no es un problema difícil de resolver, se puede prevenir fácilmente con agua limpia y unas buenas instalaciones sanitarias.
Si no existieran ambas cosas, seguiríamos enfermando de cólera regularmente en Estados Unidos, como enfermábamos hace más de un siglo.
Pero la mayoría de las personas no tienen acceso a agua limpia y a una buena infraestructura de instalaciones sanitarias, cosas que una organización poderosa como es la ONU podría, y debería, ayudarles a conseguir.
Sin embargo, hasta ahora el plan apoyado por la ONU para eliminar el cólera por medio del agua y de instalaciones sanitarias sigue estando infrafinanciado solamente en un 18 %.
Durante el verano cerró la oficina creada para coordinar la respuesta de la ONU al cólera en Haití .
Mientras tanto las familias haitianas siguen siendo vulnerables. En 2015 se han dado casos de cólera y la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA, por sus siglas en inglés) informa de que 2014 se triplicaronlos casos.
Por otra parte, la falta de acceso al agua limpia y a las instalaciones sanitarias tiene un impacto desproporcionado en las mujeres y las chicas, que dedican horas cada día a la búsqueda de agua en fuentes distantes y dudosas.
Cadet Gary, otro haitiano cuya historia se contó recientemente en nuestra protesta cerca la ONU, trató de seguir las precauciones que se recomendaban para prevenir el cólera.
Pero en 2014 Gary, un padre de 52 años, y su hijo mayor de 18 meses, enfermaron de cólera y casi mueren a causa de ello.
“El cólera atacó nuestro país en 2010 y pensamos que estaría aquí temporalmente, pero parece que ha venido a quedarse”, afirmó Gary. “Ahora forma parte de nuestro aire”.