PODRÍA CORRESPONDER A UN POSIBLE SACERDOTE O GOBERNANTE ACOLHUA DEL PERIODO POSCLÁSICO (1520 D.C.)
En la nueva campaña de excavaciones en Zona Arqueológica de Zultépec-Tecoaque, donde fueron aniquilados 550 hombres de Hernán Cortés, se ha localizado un inusual enterramiento que dataría del periodo Posclásico (1520 d.C.). Se trata de un dignatario o sacerdote, enterrado con los atributos del dios Ometochtli, dios del pulque representado por el glifo dos conejo. Precisamente este glifo aparece en varios de los objetos del ajuar funerario, además de recipientes para contener pulque, y huesos infantiles. El hallazgo parece confirmar que en Tecoaque se producía, almacenaba y salía el pulque hacia Tenochtitlan.
El hallazgo de los restos óseos de un personaje de alta jerarquía de la época prehispánica, con el nombre calendárico de Ometochtli, deidad del pulque, dentro de un aljibe en la Zona Arqueológica de Zultépec-Tecoaque, en Tlaxcala, ha sorprendido a los investigadores, ya que es el primero donde se encuentra una osamenta humana con una ofrenda compuesta por piezas de cerámica, fragmentos de huesos de niños y figurillas.
En el depósito mortuorio destaca una piedra de color verdusco con tonos azules en forma de cilindro en cuya superficie está grabado el numeral o glifo “dos conejo” de Ometochtli, el cual también aparece en un trono hecho en tezontle, tallado en una sola pieza y con restos de pintura azul, hallado en el mismo contexto. El cilindro mide 40 cm de alto por 20 de diámetro y el trono tiene 25 cm de alto, 20 de ancho y 30 de largo.
A diferencia del resto de los aljibes encontrados en el sitio prehispánico, en los que se han encontrado elementos de la época del contacto con los conquistadores españoles, éste contiene el entierro de un posible sacerdote o gobernante acolhua —ubicado a una profundidad de seis metros y 20 cm— que data del periodo Posclásico (1520 d.C.).
Como parte de la actual temporada de campo que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) realiza en el sitio arqueológico, donde indígenas acolhuas capturaron y sacrificaron una caravana de 550 personas aliada a Hernán Cortés a principios de la Conquista, se han descubierto alrededor de medio millar de piezas escondidas en los aljibes, entre ellas objetos de cerámica, figurillas, espuelas de caballo, clavos, huesos de animales y esculturas.
En conferencia de prensa realizada en la Zona Arqueológica de Zultépec-Tecoaque, el arqueólogo Enrique Martínez Vargas y su colaboradora Ana María Jarquín Pacheco señalaron que en dichos aljibes, construidos para almacenar agua, los habitantes del sitio ocultaron objetos pertenecientes a los cautivos españoles, antes de abandonar de manera intempestiva el lugar al enterarse que Hernán Cortés había ordenado su destrucción.
Sin embargo, en el aljibe 13, sorprende el hallazgo de restos óseos de un individuo joven, de 25 o 28 años, al cual se le asocian fragmentos de huesos de niños (vértebras dorsales, costillas y cintura pélvica), así como objetos de cerámica como jarras, cajetes y cuencos utilizados para contener pulque, con pigmentos azules, que era una tonalidad muy apreciada por los mexicas.
El especialista del INAH, director del Proyecto Arqueológico Zultépec-Tecoaque, aseveró: “La presencia de este personaje en el interior del aljibe, que representa el inframundo, es muy importante porque está acompañado del numeral que simboliza a la deidad del pulque, de la embriaguez y también de la fertilidad. Todos los elementos que conforman su ofrenda son prehispánicos y confirman que en Tecoaque se producía, almacenaba y salía el pulque hacia Tenochtitlan”.
El personaje se encontraba extendido, con la cabeza hacia el Este y los pies hacia el Oeste, abarcando toda la cámara mortuoria. “Son orientaciones mesoamericanas. Lo curioso es que en los entierros prehispánicos los individuos eran colocados en posición flexionada, que simboliza el renacimiento, y la posición extendida (bocarriba) significa que no va a renacer. Los restos óseos de los infantes rodeaban la piedra cilíndrica que tiene grabado el glifo ‘dos conejo’”.
Aún no se llega al fondo del aljibe, que podría medir siete metros de profundidad, con un diámetro de 45 cm en la boca que se va abriendo hacia abajo hasta abarcar un metro con 20 o 30 cm. “Veremos si hay otros elementos vinculados con el individuo y con el asentamiento, que en la época prehispánica controlaba la producción pulquera del valle”.
El arqueólogo resaltó que otro elemento significativo es que el entierro está en el área habitacional y no en el centro ceremonial, lo cual indicaría que fue protegido por los habitantes. El aljibe no estaba tapado como los demás y nunca funcionó como depósito de agua, la gente sabía lo que estaba dentro y era un lugar venerado.
“Aún no se sabe si el personaje falleció o fue sacrificado, pero sin duda tenía un alto rango y el tratamiento mortuorio que se le dio fue muy importante, al colocar en el fondo la ofrenda y en la parte superior la osamenta con su trono y su numeral que lo vinculan con Ometochtli. Podríamos decir que éste es su apellido, pero habría que definir qué nombre tenía. Por el momento se le puede designar como Ometochtli. Dos conejo”.
El investigador señaló que la presencia de fragmentos de huesos de niños en la ofrenda causa extrañeza, aunque podrían estar asociados a la fertilidad, representada también por dicha deidad. Bertha Alicia Flores Hernández, antropóloga física, dijo que es difícil determinar el sexo y la filiación étnica de los infantes y que el entierro principal corresponde a un individuo masculino, de 25 a 28 años, que no muestra huellas de actividad intensa ni de patologías severas. Tiene dientes en forma de pala —característica mesoamericana— y el desgaste dental es muy pequeño. Estos rasgos indican que es un individuo amerindio.
“Algunos huesos largos tienen huellas rectas, como si hubieran sido seccionados con un objeto contundente, posiblemente para introducirlo al aljibe, pero hasta que integremos toda la osamenta, podremos observar estas evidencias culturales, pues aún falta identificar la sección cervical, la parte basal del cráneo y algunas costillas. Las huellas de poca actividad revelan que era una persona de jerarquía, destinada para un propósito, posiblemente un sacerdote o gobernante al que se le asignó el glifo de Ometochtli”.
“La arqueología nos está dando información de primera mano, pero falta indagar más en las fuentes históricas. El Códice Borgia menciona a Ometochtli, lo mismo que Diego Durán y Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, quien lo considera una figura muy importante en la historia de esta región. Por su parte, informantes de fray Bernardino de Sahagún señalaban que anteriormente se atribuía el pulque a los conejos, adorados por los antiguos. De ahí el origen de este nombre”, concluyó.
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