El agua llegó a la Tierra a bordo de los cometas

Un equipo de científicos, de diversas instituciones norteamericanas y europeas, ha encontrado restos de agua muy similar a la que ocupa tres cuartas partes de la Tierra en un lejano cometa. Se trata del 103P/Hartley 2, un cuerpo celeste originado en el Cinturón Kuiper, que es de la familia de Júpiter.

Hace tiempo que los cometas se han considerado, teóricamente, como una fuente de agua. Sin embargo, el ratio de concentración de deuterio e hidrógeno que se detectaba en estos cuerpos cósmicos -se midieron en seis cometas de la lejana Nube Oort- siempre daba unas proporciones muy diferentes de las que hay en nuestro planeta, lo que hacía perder fuerza a esta hipótesis. Algunas simulaciones indicaban que no más del 10% podía provenir de esa fuente.

En noviembre del año pasado, usando el Telescopio Espacial Herschel, de la Agencia Espacial Europea (ESA), un equipo de astrónomos, dirigido por Paul Hartogh, del Instituto Max Planck de Alemania, logró detectar la composición de un cometa, el Hartley 2, que se formó el Cinturón Kuiper. Determinaron que la proporción deuterio/hidrógeno en su agua era de 1,61, cuando en la Tierra es de 1,55. Hasta ahora, se habían detectado proporciones de 2,96 en los otros cometas estudiados.

«Estos resultados son una pieza fundamental en el gran rompecabezas de cómo y cuándo los océanos llegaron a ser lo que son, sin los cuales la vida no sería posible en la Tierra», ha señalado Edwin A. Bergin, uno de los coautores de este trabajo, de la Universidad de Michigan.

Diferencias con otros cometas

Los astrónomos creen que la composición del Hartley 2 es diferente de la de otros cometas precisamente porque se generó en una región distinta del Sistema Solar. Apuntan que fue en el Cinturón de Kuiper, que se encuentra cerca de Plutón, 30 veces más lejos del Sol que la Tierra. Los otros, sin embargo, se originaron en la llamada Nube Oort, que está 5.000 veces más lejos, en el exterior del Sistema Solar.

Con estas conclusiones, gana mucho peso la posibilidad de que el origen del agua, y de la vida, surgiera en estos cuerpos celestes hechos de hielo y rocas, que muy de cuando en cuando se pueden ver desde la Tierra. Otra hipotéticamente fuente, que defienden los investigadores, sería la actividad volcánica del interior del planeta, que liberó gases a la atmósfera.

«Los resultados demuestran que la cantidad de material que hay ahí fuera y que ha podido contribuir a los océanos terrestres es quizá mucho mayor de lo que se pensaba», concluye Bergin. De hecho, ese Cinturón Kuiper perdió el 97% de su masa hace 4.000 millones de años, en un momento de acercamiento de planetas que hizo salir despedido muchos cometas. Los impactos en la Luna crearon los cráteres que ahora vemos y en la Tierra trajeron el agua suficiente.

Para el investigador español Jesús Martínez-Frías, del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), en el futuro «habrá que precisar mejor cómo encajan estos nuevos datos en los modelos que implican también mezclas de fluidos de la Tierra primitiva en las que se produjo fraccionamiento isotópico debido a otros procesos, tales como la desgasificación del manto terrestre, el hidrotermalismo asociado a los volcanes primigenios y la interacción con la atmósfera».

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