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«Escuchad cómo fluye el agua de una fuente, de una cascada, de un manantial. Concentraos en esta agua. Imaginad que os atraviesa, que arrastra todo lo que es pesado y oscuro en vosotros y que os inunda de una vida nueva. Sumergid las manos si es posible… A veces, también basta con dejar que el agua del grifo se deslice sobre vuestras manos. Lo esencial es el trabajo que lográis hacer con el pensamiento, sabiendo que las manos son lugares de paso para todas las corrientes de energía que atraviesan el espacio. Situadas en el extremo de los brazos, tienen el papel de antenas: por ellas recibimos las influencias del mundo exterior y por ellas también proyectamos los efluvios formados por nuestros estados psíquicos. Concentrándonos en el agua, podemos descargarnos de nuestra fatiga, de nuestras penas y recibir corrientes de vida pura.
Y lo mismo ocurre para los pies que, en contacto con el suelo, también son como antenas receptoras y emisoras. Cuando os sintáis desmagnetizados, agotados, verted agua caliente en una palangana, sumergid en ella los pies y, tocándolos conscientemente, pensad que todo lo que os sobrecarga y oscurece será absorbido por este agua.»
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