Psicología/Marian García
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La inseguridad. Esa sensación que nos paraliza, que nos llena de dudas, que nos hace sentir incapaces para emprender un nuevo proyecto, que provoca que le demos mil vueltas a la cabeza antes de tomar una decisión, que nos hace pensar que siempre andamos equivocados y que nunca acertamos, que nos lleva a buscar la aprobación de los demás, que nos hace desconfiar de nuestras capacidades y temer las críticas de los demás.
¿Quién no se ha sentido inseguro alguna vez? Pocas personas han podido escapar de este sentimiento. Todos, en algún momento de nuestra vida, nos hemos visto atrapados por esta emoción. El problema viene cuando la inseguridad se convierte en una constante que condiciona nuestra existencia.
Ser inseguro es un rasgo que algunos expertos asocian a las experiencias vividas durante la infancia. Se supone que cuando nacemos, todos traemos un kit de supervivencia, lleno con los recursos que vamos a necesitar para desenvolvernos en la vida. Pero el ser humano es la especie más indefensa y necesita la ayuda de los demás para crecer y poder desenvolverse solo.
Es en este desarrollo donde está la clave y es cuando empezamos a cimentar nuestra seguridad o inseguridad. Se establece un vínculo de dependencia con quien nos ayuda a crecer, generalmente los padres, y en la medida de que estemos más o menos protegidos, en el futuro nos mostraremos más o menos inseguros.
Cuando nos hacemos dependientes, dejamos de manera inconsciente, que los demás decidan por nosotros. Por eso, cuando una persona insegura sale de “su manto de protección”, le asaltan las dudas, afloran sus debilidades y miedos. La inseguridad pone de manifesto la falta de autoestima, el temor a asumir responsabilidades, el rechazo a la crítica de los demás, la necesidad de que otros aprueben todo lo que hacemos, la desconfianza en uno mismo o la falta de confianza para tomar decisiones satisfactorias.
REFORZAR LA AUTOESTIMA
Por el contrario, cuando una persona crece con más independencia forja más confianza en sí mismo, aprende sólo a tomar decisiones y eso le hace ganar seguridad. Las personas seguras se sienten más libres. Tener seguridad no significa estar exento de riesgos o equivocaciones, sino asumir las consecuencias sin los miedos y preocupaciones que atormentan a las personas más inseguras.
Una buena forma de aumentar la seguridad es trabajar nuestra autoestima. Es imprescindible reforzar la confianza en nosotros mismos, reconocer nuestras capacidades y aceptarnos tal cual somos. Querernos sin esperar juicios de los demás. Saber que pase lo que pase, contamos con los recursos necesarios para afrontar esa situación. Esto nos hará sentirnos más libres y, por tanto, más seguros.