Hace un año el maestro Rafael Argullol, uno de los escritores y pensadores más relevantes del contexto cultural y filosófico europeo, sacó a la luz una de las obras más ambiciosas de la historia de la literatura mundial. El escrito, intitulado ‘Visión desde el fondo del mar’, con una extensión total de 1212 páginas, conjuga, con una maestría sin parangón en la literatura universal, diferentes estilos narrativos como la autobiografía, la narrativa, el ensayo y demás estilos, que hacen de la obra una compleja crisálida con infinitas capas de profundidad.
Podría estar folios y folios escribiendo acerca de las excelsas cuestiones que trufan esta maravillosa obra, pero, lo que deseo recalcar es un tema de ingente relevancia en nuestro contexto actual: en el campo de la industria cultural contemporánea (remarquemos el concepto de ‘industria’), los valores que priman son la lógica del ‘producto’, por encima del de la calidad de la obra. Dicho en otros términos, toda editorial mira, en primer término, si la obra es una buena mercancía, que pueda dar lugar a ventas masivas que, como mínimo, no les conduzcan a unas pérdidas de la inversión materializada. Ulteriormente, y, en segundo lugar, se analiza si la obra goza y rebosa de calidad y talento.
De modo que, e imbuidos por esta lógica, infinidad de escritores contemporáneos, sobre todo aquellos que están dando sus primeros pasos en el arduo mundo de la literatura, apuestan por la elaboración de relatos que tienen unos marcados caracteres comerciales, dejando de lado el riesgo de apostar por un formato más independiente y experimental.
Análogamente acontece en el mercado (repito, ‘mercado’. Es esencial ver como se utiliza el lenguaje para observar los mecanismo imperantes en un determinado periodo histórico) de la música o del cine, donde los diferentes compositores y cineastas se hallan ante la encrucijada de seguir su talento natural o bien dejarse llevar por las vicisitudes que dictaminan los diferentes estudios, distribuidoras y discográficas.
Es evidente que esta temática no es propia de nuestros días (verbigracia, cuando Hollywood empezó a tener el monopolio de la industria cinematográfica en las primeras décadas de la centuria pasada, el debate entre el film producido como una mercancía de consumo, y la película destinada a plasmar las inquietudes personales de un determinado cineasta, ya se hallaban en un punto álgido), pero lo que si es sorprendente es que gente del talento y del prestigio de Rafael Argullol, decidan ir contracorriente de sus tiempos, y apuesten por unos formatos en los que prima el riesgo del talento por encima de la lógica del consumo.
Lo que llama la atención (y ese es el problema: que constituye una sorpresa dada la anomalía que representan) es que todavía existan autores y maestros, como es el caso de Argullol, que decidan aunar la calidad más acuciante, la originalidad más radical y la maestría rebelde y, por ende, reñida con los tiempos actuales de competitividad y productividad. Por esa razón, lo único que me queda es alzar mi copa por ellos y brindar por estos maestros de la rebeldía.
Oriol Alonso Cano / Filósofo
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