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Alemania quiere llegar a ser, en el ámbito militar, una potencia global comparable a la que ya es en el terreno económico.
No puede ser, argumentó, que Estados Unidosemplee en defensa el 3,4% de su producto interior bruto (PIB) y que Alemania gaste apenas un 1,2%.
Dio a entender, además, que lo que tenía en mente iba más allá del 2% del PIB en gasto militar que la OTAN exige a sus miembros (y que en la actualidad apenas cinco cumplen).
Además, su ejército ocupa el puesto vigésimo octavo por número de efectivos, entre Marruecos y Afganistán.
La reforma de la pasada legislatura, que planeaba reducir de forma significativa el número de efectivos, está más que enterrada.
Y que su objetivo es invertir unos 130.000 millones en equipamiento militar en los próximos 15 años, una cantidad que duplica la previsión precedente de Defensa.
Sus planes, explicó la ministra, son un «punto de inflexión» para las fuerzas armadas y pretenden dar carpetazo a un política de «permanentes recortes», que se inició con el fin de la Guerra Fría, cuando Alemania contaba con cerca de 600.000 soldados.
El presidente de la Asociación del Ejército Alemán (DBwV), André Wüstner, cree que esta propuesta de modernización y ampliación supone «un giro de 180 grados» en la política militar alemana.
De alguna forma, la asunción de su mayoría de edad en el concierto de naciones, abandonando de una vez las faldas protectoras de Estados Unidos y el parapeto de las decisiones colectivas de la Unión Europea (UE).
Los reparos del pasado, fruto del complejo que dejó en la república federal los estragos causados por el Tercer Reich, están paulatinamente desapareciendo y el país emerge de forma cada vez más clara como un referente en el teatro global, tanto a nivel político como militar.
Con Washington pivotando hacia Asia -y preocupado por el desafío de China– y Francia en una situación de extrema debilidad política y económica, Berlín ha comprendido que si quiere algo, tendrá que hacerlo sí misma.
Que no puede depender de terceros para defender sus intereses. En este sentido, Merkel aseguró el pasado noviembre que su Gobierno estudiará un mayor «compromiso» militar allí donde «sea necesario» y que este tipo de intervenciones no se descartarán «a priori», frente a lo que era una reacción habitual hasta entonces.
Además, ha participado en las operaciones europeas en el Mediterráneo y en la iniciativa internacional contra los piratas en el Cuerno de África.
Pero, salvo excepciones como la de las guerras en la antigua Yugoslavia, su papel era más bien discreto.
El ejército alemán ha comenzado a formar a los ‘peshmerga’, los soldados kurdos que combaten al Estado Islámico en el noreste de Irak,con 150 instructores militares.
Además, ha armado a esta milicia enviándola en el último año y medio fusiles de asalto, pistolas, misiles antitanque, lanzacohetes antitanque, pistolas de bengalas y ametralladoras por un valor agregado cercano a los 100 millones de euros.
Esta última decisión fue especialmente polémica, ya que la exportación de armas a lugares en conflicto está prohibida en Alemania.
En los días posteriores a la tragedia, el Gobierno alemán anunció el envío de 650 soldados más a Mali (donde ya había desplazado a 200) para descargar allí al ejército galo.
Asimismo, y lo que es más importante, Merkel consiguió que el Bundestag apoyase una misión de apoyo militar a las fuerzas internacionales que luchan contra el Estado Islámico en Siria.
A este fin, destinó seis cazas de reconocimiento, una nave nodriza para el reabastecimiento en el aire de los aviones de guerra aliados y una fragata para escoltar al portaaviones francés ‘Charles de Gaulle’, estacionado frente a la costa siria.
La operación, para la que se han destinado hasta 1.200 soldados, supondrá 134 millones a Alemania solo este año.
En la reciente cumbre de la Alianza Atlántica en Varsovia, Alemania se comprometió a liderar uno de los cuatro batallones multinacionales que se van a desplegar en los países miembros más próximos a Rusia, los tres bálticos y Polonia.
En concreto, el Gobierno de Merkel ha ofrecido comandar con un millar de soldados el nuevo destacamento reforzado de la OTAN en Lituania.
Y eso que Berlín ha sido una de las capitales occidentales que más han abogado por no romper todas las líneas de comunicación con Moscú.