George y Ora Lee fallecieron el 19 de julio cogidos de la mano en un hospital Canal KABB
Gustavo Bueno falleció en Asturias 48 horas después de enviudar de Carmen y al otro lado del mundo Henry 20 minutos después de Jeanette
Los especialistas hablan de dependencia, soledad, falta de futuro y «un cerebro que no quiere esforzarse en seguir viviendo»
El agaporni es un ave que vive en pareja. Pero no sólo vive, sino que muere en pareja. Más conocidos como los inseparables, estos animales tienen comportamientos que recuerdan al ser humano: parejas que comparten una vida juntas, y cuando fallece uno de los dos, el otro muere al poco tiempo.
Lo hemos visto esta misma semana en la especie humana, muy cerca además, con la muerte del filósofo Gustavo Bueno apenas 48 horas después de la de su esposa.
Para algunos es fruto de la coincidencia. Para la ciencia, de la bioquímica: «El cerebro no quiere esforzarse por seguir viviendo». Es la metáfora del náufrago al llegar el equipo de rescate… «Cuando el esfuerzo ya no es necesario, el cuerpo se desvanece». Son amores, bien navegados durante la vida, como naufragios.
Gustavo Bueno falleció el 7 de agosto, dos días después de quedarse viudo. El filósofo tenía 91 años y permanecía en silla de ruedas por la enfermedad que padecía desde hacía meses. Su mujer desde 1953, Carmen Sánchez, falleció a los 95 años. La pareja se encontraba estrechamente unida.
No fue un caso aislado. Tan sólo dos días después, los hechos se repetían al otro lado del mundo. El 9 de agosto, en una residencia de la tercera edad del estado norteamericano de Platte, una pareja de ancianos que llevaba casada 63 años moría de la mano casi al mismo tiempo. Henry era veterano de la Guerra de Corea, y Jeanette, su mujer desde 1953, profesora de música. Ella tenía Alzheimer desde hacía cinco años y él, cáncer de próstata. Jeanette murió primero: a las 17:10 horas del martes. Henry cerró sus ojos sólo 20 minutos después.
Uno de los cinco hijos del matrimonio, Lee, dijo a la cadena local KSFY: «Pusieron a mamá y papá en la misma habitación, lo que fue muy dulce. El miércoles, cuando entró en la residencia, dijo ‘No sé cuántos días me quedan, cuántos días más el buen Señor me tendrá aquí’». Días después, el hermano de Lee, Keith, dijo a su padre: «‘Mamá se ha ido al cielo, no tienes que luchar más, puedes irte cuando te apetezca’. Estaba en la cama. Por primera vez, abrió sus ojos, miró atentamente donde estaba mamá. Cerró los ojos y se volvió a tumbar, apenas 10 minutos después de eso murió», recuerda Lee.
«Generalmente, son personas de avanzada edad sin expectativas de futuro. Mantienen una relación basada en la dependencia total con el otro, de tal manera que cuando ese alguien fallece, la otra persona no encuentra motivos para seguir viviendo, se desconecta», explica el psicólogo clínico experto en adultos Estéban Cañamares.
El especialista compara esta situación con un naufragio: «Imagínate que estás en el agua luchando con todas tus fuerzas por sobrevivir. Cuando llega el equipo de rescate, te desvaneces. Esto no ocurre porque el equipo haya llegado en el momento justo, sino que el ser humano tiene la capacidad de esforzarse más allá de lo fisiológicamente recomendable, pero cuando el esfuerzo ya no es necesario, el cuerpo se desvanece». Esto mismo es lo que pasa, según Cañamares, cuando una persona depende fuertemente de la otra y ésta muere. Es entonces cuando «el cerebro no quiere esforzarse por seguir viviendo y el cuerpo cae presa de cualquier enfermedad».
Cañamares aclara que las razones de las muertes son tanto psicológicas como fisiológicas, y no pueden entenderse sin ambas, pues «la relación entre cerebro y cuerpo es pura ciencia».
La profesora de trabajo social de la UNED Laura Ponce de León vincula esta realidad al ámbito emocional. «Es una carga muy fuerte para personas ancianas que no pueden ver su vida sin su pareja». Cuando uno de los dos muere, la otra fallece, y la experiencia dice que ocurre entre los dos meses y el año, según la especialista.
Los ejemplos se suceden. El pasado 19 de julio un matrimonio de San Antonio, en Texas (EEUU), falleció casi al mismo tiempo y cogido de la mano. Sólo 13 días antes habían celebrado 58 años de casados. George y Ora Lee se conocieron cuando eran adolescentes y, tras casi seis décadas de vida juntos, ambos habían desarrollado demencia, según contó una de sus hijas a medios locales. George debió ser hospitalizado recientemente por una embolia y Ora decidió permanecer a su lado en la misma habitación, cada uno durmiendo en su propia cama de hospital. George murió menos de una semana después del aniversario de bodas, mientras dormía, rodeado de sus hijas y nietas. Tres horas después, Ora Lee falleció cogida de la mano de su marido, según informó el canal local KABB.
Tanto Henry y Janette De Lange como George y Ora Lee Rodríguez eran personas ancianas. ¿Únicamente ocurre con personas de edades avanzadas? «No necesariamente, aunque esto no suele pasarle a una persona en su primera mitad de la vida, puesto que todavía se puede imaginar un futuro y puede reconstruir su vida», apunta el psicólogo Cañamares, que añade que «también puede ocurrir entre amigos, incluso familia, como una madre y un hijo», es decir, con cualquier relación en la que una persona sea la razón fundamental de la vida de la otra.
La trabajadora social explica que este fenómeno «sucede indistintamente tanto hombres como a mujeres». Ponce de León recuerda la historia de una pareja que vivía en una residencia de ancianos en la que el hombre era quien ejercía el rol de cuidador, y, sin embargo, falleció al poco tiempo de quedarse viudo sin presentar ninguna enfermedad. «La soledad es uno de los elementos que más les preocupa a los ancianos».
La experiencia de los trabajadores sociales dicta que la muerte en pareja no es una sorpresa: «Cuando un anciano pierde a su pareja con la que tenía una estrecha relación, nos avisan desde la residencia para que estemos más pendientes».