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La definición académica de “loco” es la de alguien que tiene trastornadas sus capacidades mentales, alguien que se sale de los esquemas, insensato e imprudente.
Lo comúnmente aceptado o lo políticamente correcto, está hoy día saliéndose de lo sensato y prudente, nos condicionan a aceptar cualquier modelo absurdo de conducta basando todo su argumento en la palabra tolerancia. Ser intolerante supone una etiqueta que es muy complicado soportar, el propio sistema rechaza a todo intolerante y la gran mayoría, que es donde se apoya la razón, dice que un intolerante es poco menos que un terrorista.
Pero cuando ser tolerante implica salirse de los patrones de lo humano y lo moral, salirse de la conciencia y dejar a la deriva tu sentido común, es que hay algo que falla. El sistema va haciéndonos aceptar de forma sibilina todas esas ingenierías sociales que suponen prácticamente un cisma en nuestro sistema social. He vivido el rechazo al diferente, al que no era de tu raza, al que no era de la condición sexual aceptada, al que vestía distinto o al que pensaba distinto…
Ahora y gracias a la tolerancia, no sólo hemos aceptado todo eso que pedía a gritos ser integrado, sino que el sistema lo llevo al extremo y ahora hemos abierto la puerta a que cualquier cosa sea aceptada sin provocar un cisma en nuestras escalas de valores. Poco a poco se asienta lo inmoral, lo insensato y lo imprudente, pero curiosamente quienes viven en el sistema no son los locos, sino aquellos que aún conservan algo de cordura y ven en estas derivas, un riesgo potencial difícil de esquivar.
Parece que no hay una línea divisoria, todo quedó difuminado, degradado visualmente y moralmente, hasta que no queden formas de retomar el norte y reorientar nuestra mente y nuestra moral. SI apelamos a los textos sagrados, dios se deshizo de Sodoma y Gomorra, por causas aún más leves de las que estamos viviendo ahora, en las que ya da igual que los sodomitas sean un modelo de éxito, sino que se nos está metiendo con vaselina, pedófilos, zoófilos y necrófilos, está bien visto y se vota al corrupto y al ladrón, matar sale gratuito, y se sacrifica a aquellos que no tienen todos sus sentidos o tienen alguna “tara física”, simplemente se les aparta por obsolescentes e improductivos.
Una sociedad que se abraza a estos valores, ¿es una sociedad cuerda? Podemos seguir tildando de loco a todo aquel que no quiera seguir este bizarro e inmoral guion. ¿Globalizar los pueblos es meterlos en un saco y esperar a que se pudran, se corrompan y se destruyan entre ellos? Lo curioso de todo esto es que de entre los que el sistema y lo políticamente correcto etiquetan como locos, tampoco hay visos de cordura, ya que unos esperan la tercera guerra mundial como agua de mayo; otros, los más conspiranoicos, están con sus cábalas para ver si aciertan o no en sus predicciones, las cuales imprimen un panorama aún más corrupto y desolador; y los más espirituales perdieron la brújula, se abrazaron al relativismo cósmico, que dicta que no existe el bien ni el mal y aceptan todo esto como un juego o como una sombra no reconocida. Al final entre unos y otros la casa sin barrer, desnortados y en un sindiós.
La mente de todos está infectada, tanto los que viven y nadan en el sistema, como los que escrutan y denuncian a ese mismo sistema, acabaron aceptando rendidos que naufragamos sin remedio y sólo les queda el comodín del borrón y cuenta nueva. Es tal el absurdo que incluso en lo alternativo se acaban aceptando argumentos que, fundados o infundados, aún nos mantienen en stand by, cuando cualquier excusa es válida con tal de no afrontar nuestra responsabilidad. ¿Qué necesitamos saber para arrancar de una vez? Es ahora mi mayor duda.
Vivimos en un holograma, la tierra es plana, convexa, cubica, hueca… un demiurgo lo controla todo, los arcontes nos chupan la energía, los extraterrestres nos salvan, nos controlan, nos secuestran o nos observan como científicos antropólogos. Esperamos la segunda venida de Jesús cuando no tenemos claro si hubo una primera, esperamos una ola de energía cósmica, esperamos a Nibiru, esperamos a los peyadianos, andromedanos, arcturianos y ahora a los aviares azules, esperamos a los intraterrenos, a la desclasificación, al reseteo económico… esperamos, esperamos y esperamos.
Todos esperan algo y ninguno se responsabiliza de nada, nos abrazamos al apocalipsis en un baile lento y romántico en el que la melodía de las trompetas suenan a ritmo de reggaetón. Apoyamos la cabeza en su regazo y nos dejamos ir sin luchar, nos abandonamos a esa melodía cuan canto de sirena. Calmamos nuestra sed amamantándonos del pecho frío y estéril que nos insufla ese sopor eterno que da la esperanza.
Con este desalentador panorama aún hay quien cree que despertó de esta pesadilla y se limita a ver el espectáculo, ya que agarró su etiqueta, su categoría elevada, se subió a su pedestal y se cree al margen, salvado. Su pretendido conocimiento de lo divino y lo humano lo excluyen y también esperan que todos lleguen a su nivel tarde o temprano, como si esto fuera Súper Mario Bros. Los que se agarran a las tendencias gnósticas acuñando su propia biblia en lo que los textos del Nag Hammadi dicen, no toman en cuenta que, a pesar de que esos gnósticos ascetas de cueva y hoguera se acercaran peligrosamente a una gran certeza, al final todos y cada uno de ellos fueron reciclados, como todos los demás, lo fuimos más de una vez. Por lo tanto tomar esos textos como una verdad, es volver al eterno y perpetuo error, apoyarse en el pasado sólo induce al error, ya que todos ellos somos nosotros.
La alternativa real es crear algo nuevo, pensar de forma distinta, algo que no se haya hecho, algo que no se apoye en argumentos, teorías o errores del pasado, no perder el norte fijando nuestra atención en la corrupción sistemática, no tratar de prever lo que nos inducen a crear, ya que nos induce a seguir el patrón, dejar de ser tan previsibles y ser realmente activos y responsables, que es para mí la única forma de luchar.
Si trato de hacer un mapa global de todo lo que se, de todo lo que creo y todo lo que sospecho, si lo solapo con todo lo que el sistema sabe, provoca e induce, me doy cuenta de que siempre estuvo ahí esperando a que yo llegara a la siguiente etapa, siempre tenía un argumento preparado, una excusa y por supuesto, tuvo a alguien esperando a rebatir concienzudamente cualquier descubrimiento para arrebatármelo y devolvérmelo inservible. A cada avance, un nuevo velo; a cada descubrimiento, otra capa más; sigo pelando la cebolla, pero poco a poco me voy dando cuenta que debo soltarla y olvidarme de ella, ya que mientras deslío la madeja, olvido que hay cosas por hacer, pequeñas cosas sí, pero importantes para mí, pequeños actos que mis pequeños recursos y mis escasas fuerzas me permiten, pero esas pequeñas e insignificantes cosas son las que hacen que me reoriente y pueda ver más allá de lo que me permite el sistema, la sociedad, las teorías, las razones y los argumentos.
Tenemos que afrontar que somos muy previsibles, tenemos que afrontar que nos equivocamos y que siempre nos llevaron la delantera, que no sirve de excusa eso de “otros aún están peor que yo”, “otros ni siquiera despertaron”, “otros no saben lo que yo sé” porque es evidente que no despertamos y no sabemos aún nada, aún no tenemos ninguna repuesta clave, sólo seguimos creyendo y viviendo de la ilusión de creernos distintos, diferentes o superiores. Afrontémoslo, aún queda mucho viaje y nos queda la lección más difícil, dejar de ser tan previsibles, empezar a pensar de forma que ni el propio sistema sepa ponernos una capa de contención, pero para esto hay aún mucho que soltar, para que nuestra mente no siga siendo trastornada por “ellos”, dejar de engañarnos y ser conscientes de que aún no somos conscientes de nada.
Todo esto es claramente desalentador, desesperanzador, pero de eso se trata, de abandonar la necesidad de esperar a que algo pase, de madurar, de actuar en conciencia y de Ser conscientes, pero nadie dijo que fuera fácil o sencillo, nadie dijo que con un curso se aprendería, nadie encontró la técnica idónea, porque para lograrlo hay que vivir y participar, errar y volverlo a intentar y tener presente que hasta en el barro más inmundo puede nacer una flor.
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