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Recientemente, toda una serie de documentos del Ministerio de Relaciones Exteriores —Foreign Office, en inglés— del Reino Unido referentes al conflicto afgano de los años 80 llegó a la luz pública gracias a los Archivos Nacionales de Londres.
Cuando, en diciembre de 1979, las fuerzas de la Unión Soviética entraron en Afganistán por invitación de su Gobierno con el fin de evitar que el país se convirtiera en un refugio para grupos fundamentalistas, Occidente acusó a Moscú de injerencia en el conflicto interno. Se le impusieron sanciones e incluso los Juegos Olímpicos de 1980 en Moscú fueron boicoteados por EEUU y algunos de sus aliados.
Los muyahidines que formaron el movimiento Talibán —la ‘oposición moderada’ de entonces— fueron entrenados y armados por Gobiernos occidentales para que «hasta el último afgano hiciera sangrar a los soviéticos», según calificó esa gestión Selig Harrison, corresponsal del Washington Post y entonces miembro de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. Sus ecuánimes reportajes sobre lo que entonces ocurría fueron catalogados por Washington de «propaganda prosoviética».
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UNHCR: Refugiados afganos en Pakistan
¿Le recuerda a algo?
La forma con la que Occidente aborda hoy la situación en Siria se parece mucho a lo que sucedió entonces en Afganistán.
La iniciativa del presidente de EEUU del momento, Ronald Reagan, de apoyar a grupos islamistas para combatir a la URSS derivó al final en los ataques del 11 de septiembre y ‘la guerra contra el terror’ que le siguió y en la que aún nos encontramos.
Eso ya no es un secreto para nadie. Entonces, ¿qué de nuevo revelan los archivos de la Foreign Office publicados?
Sin apoyo de la población
Los documentos muestran que los diplomáticos británicos no ‘se chupaban el dedo’ y entendían bien qué ocurría en Afganistán durante los años 70 y 80.
Ellos admiten que Babrak Karmal, entonces presidente afgano, era aceptado por los ciudadanos de ese país como su líder. Siendo comunista, Karmal se dedicó a mejorar la vida de la gente común.
El problema era que no era aceptado ni por Pakistán ni por Arabia Saudí, así como por otros actores islámicos en la región, ni, por supuesto, por Occidente.
Mientras tanto, la entonces ‘oposición armada’, no contaba con un apoyo considerable en la región. Un telegrama de la embajada británica en Kabul lo explica así:
«Los grupos fundamentalistas cuentan con poco apoyo de las tribus en Afganistán y poco atractivo popular. Han alcanzado la posición que tienen solo porque cuentan con la mayor parte del apoyo financiero proveniente de países islámicos.
Creo que es ampliamente reconocido que muchos de los miembros de grupos fundamentalistas se han unido a ellos no por razones ideológicas, sino porque están bien abastecidos de dinero y armas».
Ayuda a los fundamentalistas
Los documentos desclasificados revelan que la Foreign Office británica ayudó a distribuir armamento entre aquellos grupos de la oposición afgana que señaló el Gobierno de Pakistán.
© AP PHOTO/ MOHAMMAD SAJJAD
Ejército paquistaní inicia una ofensiva contra los talibanesLos fundamentalistas eran además bienvenidos a establecerse en el Reino Unido.
En respuesta a la solicitud de abrir una oficina en Londres por parte del profesor Rabbani, líder del grupo Jamiat Islami Afganistán, la orientación de la Foreign Office sugería que no era necesaria ninguna aprobación oficial, siempre y cuando no existiera intención de utilizarla para planificar o perpetrar ataques terroristas.
El profesor Rabbani «dio su solemne palabra de que las operaciones militares de Jamiat se limitarán solo a Afganistán», dice una de las cartas. No especificó qué tipo de «operaciones» y nadie preguntó.
Otro ‘líder de la resistencia’, Mohammad Akbar Helmandi, editor del boletín ‘Afghan Voice’ —’La voz de Afganistán’, en inglés-, fue más directo. Así lo revela un informe de uno de los oficiales de la Foreign Office:
«El doctor Helmandi se presentó en la entrada principal del Foreing Office el viernes 3 de febrero de 1984. Helmandi preguntó si yo le pondría en contacto con alguien del ‘Servicio Secreto’, de quien él esperaba que se uniese a una expedición para hacer estallar el oleoducto de gas natural soviético-afgano a su paso sobre el río Amu Daria.
Tomé nota de la solicitud del doctor Helmandi pero no me comprometí a ayudarlo en este campo. El doctor Helmandi parecía decepcionado».
En lugar de ser detenido o deportado por cargos de conspiración para cometer un acto terrorista, la Foreign Office respondió que «sería útil conocer al doctor Helmandi, quien podría tener información sobre grupos moderados».
Además, fue puesto en contacto con el Ministerio del Interior y el Consejo Británico para ayudar a su sobrina a establecerse en el Reino Unido.
Guerra informativa
Otra forma de apoyar a los islamistas era darles voz en los medios británicos.
© AP PHOTO/ RAHMAT GUL
En un telegrama que dirigió a la Foreign Office la Embajada británica en Malasia, se advierte que los testimonios sobre la «resistencia» que el muyahidín afgano Mangal Hussein hizo a la cadena BBC «no puede ser considerado totalmente fiable».
Pero la falta de fiabilidad de la información proveniente de grupos islamistas no pareció haber sido un obstáculo para que los medios la propagaran.
Mucho más «peligrosas», según sus propias palabras, eran para ellos las publicaciones del reconocido experto en Afganistán y ya mencionado Selig Harrison.
En sus informes, Harrison señalaba que los esfuerzos de las Naciones Unidas para mediar en una solución pacífica al conflicto encontraban apoyo en Moscú, pero Washington no estaba interesado en ello y se dedicaba a frustrar deliberadamente los esfuerzos del enviado especial de la ONU, Diego Cordovez.
Un telegrama enviado por la Embajada del Reino Unido a Washington lo señala del siguiente modo:
«Cada vez que [Selig Harrison] ha salido con esta línea, el Departamento de Estado se ha visto obligado a reiterar una vez más su sincero deseo de fomentar una negociación a través de la ONU, algo que en sí mismo da fe de la autoridad de Harrison. (…)
Harrison es conocido por ser cercano a Diego Cordovez y su familiaridad con el rumbo de las negociaciones».
Y ahora que los detalles de cómo el Reino Unido trataba el tema de Afganistán hace 30 años, la pregunta es la siguiente: ¿qué tan creíble es la manera en que Occidente trata el tema sirio?
Para saberlo, solo nos queda esperar 30 años más, hasta que los archivos sobre Siria sean desclasificados.