EL CAMINO DEL CORAZÓN

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Una propuesta atrevida para el buscador del siglo XXI
 
Hablemos de la evolución de la conciencia:
 
En estos tiempos el viaje hacia la libertad de pensamiento y la independencia de criterio es largo y accidentado y hay que mantener una firme constancia pues da la impresión de aunque nunca hemos tenido tantas oportunidades y posibilidades a nuestro alcance, muchas de las cosas que nos rodean están encaminadas a distraernos, a ponernos obstáculos que no facilitan el auto-conocimiento, el mirar hacia dentro, pues en definitiva todo proceso de crecimiento se apoya en una máxima que ya conocían los antiguos griegos: Conócete a ti mismo y conocerás el Universo.Ese ha sido el lema que han enarbolado distintas filosofías y escuelas de conocimiento a través de los tiempos.
 
El camino a recorrer ha sido variopinto y los métodos propuestos también, adaptándose en cada época histórica a las circunstancias del momento, de tal manera que hasta nuestros días el buscador de desarrollo espiritual, de crecimiento personal, de auto-conocimiento, siempre ha tenido a su alcance una vía –a veces dentro de la ortodoxia y otras fuera de ella- que le facilitara el dar pasos en pos de su propia evolución
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En las últimas décadas del siglo XX se exploraron nuevos territorios de la conciencia apoyándose en el desarrollo mental. A medida que la persona conocía y ampliaba sus capacidades mentales estaba en mejor disposición para hacer un buen uso de esa herramienta indiscutible para su evolución. Así los distintos aspectos de la mente fueron estudiados, experimentados y analizados; las características de cada hemisferio cerebral, las distintas “inteligencias” de las que podíamos hablar, las técnicas de modificación de la conducta… y así un largo recorrido hasta llegar a la última etapa en la que se desarrolló un último aspecto de la mente hasta entonces no explorado: el mundo emocional.
También ahí surgieron terapias, técnicas, experiencias, metodologías… que conformaron un buen bagaje de utilidades para los buscadores. Hoy, podemos decir, que hemos aprendido a manejar nuestra mente y a gestionar sus potencialidades de manera efectiva aplicando las distintas técnicas en las que ha intervenido no sólo la psicología sino también otras disciplinas que han aportado sus conocimientos: la sociología, la pedagogía, la medicina (sobre todo en algunas de sus ramas como la neurología, la biología, la genética, etc.), la física relativista, la mecánica cuántica, leyes como la ley de la coherencia, teorías como el cerebro holográfico, el universo plegado y desplegado, los postulados sobre la incertidumbre, la resonancia mórfica, la visión sistémica de la realidad… y muchos más.
Parece claro, que la dirección de búsqueda no es hacia el exterior sino hacia el interior de uno mismo, que las respuestas, las referencias, las “certezas profundas” hay que buscarlas dentro de cada ser humano.
No obstante, la complejidad en la que hoy nos movemos no puede manejarse simplemente con unos “parámetros mentales”, el ser humano que arranca con el siglo XXI se encuentra con situaciones que no pueden ser manejadas desde los viejos paradigmas por muy refinados y sofisticados que sean los procesos que nos marcan. Hoy el reto es de tal calibre que sólo un salto cuántico en la percepción de la conciencia permitirá al ser humano sobrevivir a los cambios, de toda índole, que se avecinan.
 
Hay que reconocer que nos ha costado esfuerzo y trabajo llegar donde estamos y eso nos ha creado una estructura de pensamiento en la que nuestra mente desecha generalmente los caminos sencillos, por creer que es imposible que algo valioso se encuentre al final de un camino sin obstáculos, y en cambio busca lo más complicado creyendo que eso le garantiza alcanzar su preciado objetivo.
Sin embargo, siempre hay un camino difícil y otro fácil para alcanzar las metas, sólo que el fácil –por alguna razón- se convierte en invisible a nuestros ojos.
Para poder avanzar en nuestra evolución nos encontramos en una encrucijada en la que debemos abandonar las viejas estructuras de la mente, los modelos mentales, los esquemas que nos hemos creado a lo largo de nuestra historia personal y dejar que surja algo mucho más vivo, abierto, libre… en definitiva tenemos que migrar desde modelos mentales hacia modelos “biológicos”.
 
El mundo real y el mundo de la magia:
 
Vivimos en dos mundos paralelos, dos mundos que se influyen mutuamente de tal manera que si yo actúo en el mundo “A” condiciono la estructura del “B” y viceversa.
El “A” es el regido por el hemisferio cerebral izquierdo y el “B” por el derecho.
La existencia de ambos planos está suficientemente probada, ambos, el “real” y el “mágico” existen y la única diferencia es que quienes viven en “B” no comprenden por que hacen así las cosas los del “A”, tan complicadas; y los del “A” ni siquiera admiten la existencia del “B”, porque lo consideran parte de la fantasía, de lo irreal, por eso no ven sus caminos; y cuando la magia aparece en “A”, sus habitantes tratan por todos los medios de encontrar una explicación, so pena de ser tenidos por locos.
Los caminos sencillos, los caminos mágicos, los caminos iluminados, sin obstáculos y directos al objetivo, son los del corazón porque carecen de expectativas, de comparaciones, de recuerdos ingratos y de deseos posesivos.
 
Los magos pueden acceder al mundo de la magia porque son personas que han abierto las puertas ínter-hemisféricas y se sitúan en el umbral de ambos hemisferios. Ellos conocen las leyes de los dos mundos y por tanto puede actuar en ambos trayendo cosas insólitas del “B” al “A” y aportando cosas útiles del “A” al “B”.
 
Un proyecto de investigación: Transitar por el Camino del Corazón:
 
Hace más de 32 años que dirigí mi brújula personal hacia la búsqueda del desarrollo personal, la evolución, la espiritualidad, el auto conocimiento, las respuestas a las eternas preguntas: ¿Quien soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Hacía donde me encamino? Y una más que añadí y que también requería una respuesta clara: ¿Qué he venido a hacer aquí? y el camino que elegí tenía una particularidad y es que a mi me gustaba y me gusta aprender en grupo. Cuando echo la vista atrás y me remonto a la infancia, a la adolescencia o a la juventud, descubro que mis actividades tenían un denominador común: Hacer las cosas en compañía. Siempre que me proponía algún objetivo, a veces demasiado grande, pensaba: “Yo sola no puedo, pero si nos unimos varios lo conseguiremos”. Y así fue como me encontré a lo largo de mi vida formando parte de un grupo, ya fuera de teatro, de montañeros, de voluntariado, un coro… en definitiva, soy “pandillera” por naturaleza.
Siempre me ha parecido que eso me abría la posibilidad de enriquecerme con la aportación de los compañeros, de contrastar, de objetivarme, de sumar esfuerzos para conseguir los objetivos de forma más rápida y eficiente…
A partir de los 21 años formé parte de un grupo de investigación y trabajo abierto a explorar los territorios de la nueva conciencia y la evolución personal y social. De esta manera se cubría mi necesidad de conocimiento y a la vez de poner en práctica lo aprendido, pues el propio grupo se convertía en un mini-laboratorio social donde cada persona representaba una parte de la sociedad.
El trabajo en grupo a priori hace que el avance sea más lento pero por otro favorece que los pasos que dan sean más firmes, más seguros, ya que están sostenidos por experiencias vivenciales.
 
Cuando arrancaba el nuevo milenio aceptamos en nuestro grupo de trabajo una invitación insólita que tenía que ver con manejar unas coordenadas diferentes de la realidad, utilizar herramientas y facultades que no estaban desarrolladas, dejar la deducción, la lógica, el razonamiento como meros espectadores de la experiencia y sumergirse en un mundo que estaba regido por una “ley” insólita:Todo es posible.
Nos costó varias semanas llegar a comprender de qué iba el “juego”, porque en realidad así había que tomárselo, como un juego. Se trataba de una experiencia vivencial que haríamos en grupo y cuyo reto principal consistía en utilizar el corazón, no sólo como órgano generador de nuestros impulsos sino también como órgano pensante, es decir, bajar la energía que teníamos, habitualmente, colocada en la mente y posicionarla en el corazón.
La investigación se llevó a cabo de forma muy intensiva durante 7 años.
 
El momento adecuado para empezar a caminar:
 
Y ha sido ahora, tras mi reciente viaje a Ecuador, cuando una inquietud que llevaba algunos meses dando vueltas por la cabeza, sin encontrar salida, se concretó: ¿Sería posible trasladar esta experiencia fuera de nuestro grupo? ¿Podríamos reproducir las condiciones idóneas para que fuera algo realmente útil, tanto como lo fue para nosotros?
 
Las experiencias con los chamanes de la Amazonía sirvieron para que la imagen cambiante y poco clara se concretara poco a poco como en un calidoscopio. A partir de ese momento, junto con mi compañero Luis Arribas, fuimos dejando que la intuición marcase los pasos que se habían esbozado en la selva.
Y regresamos a Madrid. Decidimos hacer un “taller piloto” para lo cual invitamos a una veintena de amigos cercanos, personas que ya habían hecho cursos o viajes con nosotros. La respuesta fue abrumadora, todos aceptaron participar como “conejillos de indias” en este ensayo, vinieron de Granada, Sevilla, Málaga, Alicante, Almería, León… y durante el puente del 1º. de Mayo nos reunimos en un enclave ideal: las casas rurales Laderrubia, donde nuestros amigos Carmela y Juan Miguel, arrancaban también con su proyecto de ofrecer un turismo alternativo.
 
A pesar de mi experiencia de años en formación (empresa, grupos de trabajo, desarrollo personal, terapia, etc.) las dudas me asaltaban. Era consciente de la magnitud de la empresa, por un lado conocía la tremenda potencia de esa herramienta que habíamos estado desarrollando en los últimos años y por otro la dificultad de hacer comprender a los demás de qué se trataba. Eran procesos muy abiertos, donde cada persona marcaba su ritmo, donde la tarea de los facilitadotes consistía en preparar un escenario y unas circunstancias en las que la magia pudiera producirse. Teníamos claro que esta “metodología” no era más de lo mismo, que representaba eso que muchas veces habíamos intentado: “colocarse en una octava mayor”.
 
 
Realmente era algo difícil de explicar y ese mismo problema es el que tengo en estos momentos. Tengo la absoluta certeza de que “el Camino del Corazón” no es más de lo mismo, que no se basa en los parámetros conocidos, que significa un salto cuántico importante en la forma de entender la realidad, la vida, las relaciones… que se asienta en una nueva concepción del ser humano que le hace más poderoso, menos vulnerable, más auténtico, más libre, más independiente… y todo ello se debe a una razón fundamental: el caminante del corazón se libera de los miedos.
 
Ante la complejidad del momento que estamos viviendo nos encontramos con un ingrediente predominante allá donde dirijamos la mirada: el miedo. Un miedo que se nos inocula a través de la información que vierten los medios de comunicación, un miedo que se genera a nuestro alrededor y que respiramos. En estos tiempos se está dando un fenómeno de contagio de proporciones mundiales pues el miedo y la inseguridad hacen presa fácil en millones de personas que se ven invadidas por cantidades ingentes de información. Información que en lugar de proporcionarles referencias que les permitan “posicionarse” mejor en su vida cotidiana les mantienen perdidos, sumidos en la duda y con una creciente sensación de incertidumbre frente a las teorías contradictorias, las ideas incoherentes o la dificultad para separar lo verdadero de lo falso en la información que les llega a través de los grandes medios de comunicación de masas.
 
La dinámica del Camino del Corazón:
 
La propuesta consiste en ver hasta dónde somos capaces de profundizar en nosotros mismos. Hay dos premisas importantes: no hay calificaciones de ningún tipo, por lo tanto se elimina cualquier tipo de juicio y a cambio no se permite la queja o el desánimo. Curiosamente hace unos meses conocí un movimiento que se generó a propuesta de un pastor de una iglesia norteamericana en la que se pretende un mundo sin quejas y sin crítica, porque parece que son dos de los aspectos humanos que más daño están causando actualmente en nuestras sociedades.
 
En el Camino del Corazón se propone un juego: LA BUSQUEDA DE LO INMANENTE.
 
Lo sutil, lo inmanente, está dentro de un cofre, ese cofre está guardado bajo siete llaves y cada llave permite que las cadenas que atenazan al SER, vayan cayendo. Es, por tanto, un juego de participación y colaboración, donde todos ayudan a todos a conseguir abrir el cofre.
 
 
La información que se da durante las “clases teóricas” no debe ser razonada en el momento sino que hay que dejarla dentro, sin pensar en ella, de este modo su influjo se asienta en lo profundo al entrar vía subconsciente. Es algo similar a cuando escuchamos música con todo nuestro cuerpo en lugar de escucharla sólo con los oídos, la música entra por cada célula, nos envuelve, llega a nosotros como una ráfaga de viento que sigue su camino después de tocarnos. Cuando escuchamos así la música la mente racional está presente pero sin intervenir y es nuestro subconsciente el que recoge la emoción, la armonía, la melodía, la belleza de cada nota que nos empapa por completo. Pues ese es el estado a alcanzar para escuchar la información del Camino del Corazón.
En ese estado se capta la carga energética que lleva incorporada la información y se produce la ósmosis en las zonas profundas de la mente. Desde ahí se generan sutiles cambios en la persona que dan como consecuencia la modificación de la conducta o el cambio de esquemas mentales pero de forma suave, fluida, coherente, en definitiva sin miedo.
 
Hemos comprobado, durante más de siete años de investigación de trabajo en grupo, el tremendo potencial de las herramientas utilizadas en el Camino del Corazón. La información se recibe en un estado modificado de conciencia y de esta forma su influjo se asienta en lo profundo al entrar vía subconsciente. Eso provoca la modificación de la conducta eliminando las viejas programaciones de una forma natural.
Además de practicar la escucha desde el corazón también hay que aprender a hablar desde el corazón. Y para ello hay que mantener esa misma actitud, expresarnos sin juicios ni valoraciones, sin buscar una finalidad, sino simplemente compartiendo con sencillez los sentimientos que nos produce lo que vivimos, las claves que descubrimos, etc.
Después se hacen ejercicios prácticos que tienen que ver con la información recibida… y se propicia una dinámica grupal que mantiene la atención, la intención y la acción de los participantes en el corazón. La práctica son las llaves que abren el cofre de cada uno.
Antes de cada cambio de actividad se llevan a cabo pequeñas meditaciones o armonizaciones para que los ritmos mentales se mantengan en el nivel adecuado (ondas alfa, entre 4 y 8 c.p.s.), de este modo se mantienen activas capacidades como la intuición, la creatividad, y los cinco sentidos físicos se potencian para convertirse en suprasentidos.
 
Cada quincena se dan unas palabras o pistas que tendrán relación con hechos o circunstancias que sucederán a los caminantes durante los siguientes 15 días. Es importante mantener la atención para ver cómo encajan esas referencias en la vida cotidiana. Es la prueba palpable de que la realidad que se vive como un juego en El Camino del Corazón, se entrelaza profundamente con la vida real. En otras palabras, que lo que trabajamos o transformamos en el mundo B, tiene su repercusión inmediata en el mundo A produciendo los cambios que pretendíamos pero sin dolor, por comprensión.
Las palabras clave, las lecciones, las prácticas están totalmente relacionadas entre si. Cuando se completa el proceso se abre una cerradura del corazón y la persona da un paso adelante difícil de borrar porque la comprensión proviene no de las estructuras mentales conscientes (que son la base para tomar decisiones en su vida cotidiana) sino que el impulso parte del corazón que activa la parte más profunda de la mente para encontrar la forma de llevarlo a cabo. En otras palabras el corazón nos dirá el “qué” hay que hacer y la mente se ocupará de encontrar el “cómo” hay que hacerlo.
 
Un esbozo del viaje:
 
El viaje comienza en un bosque intrincado, a veces oscuro, espeso y un tanto tenebroso (es un simbolismo de la propia vida). Surgen distintas inquietudes en los caminantes ante lo desconocido, hay quien decide ir por delante, otros les siguen, hay quien se resiste a entrar porque su miedo es superior al tesoro que van a buscar, los hay que toman precauciones dejando señales por el camino para no perderse, hay quien supera las dificultades y ante la falta de una linterna improvisa una antorcha con un palo, unos matojos y un calcetín de nylon. Hay quien se cansa y necesita parar para recuperar fuerzas, no todo el mundo lleva el mismo ritmo, alguno piensa que no es bueno pararse mucho rato porque luego es más cansado seguir y mete prisa al resto.
 
Aparecen los liderazgos, aquellos que toman la iniciativa y arrastran al resto, los que –cuando la noche se echa encima- generan ideas prácticas, los que tienen miedo de quedarse rezagados porque no desean la soledad y se acurrucan junto a otros. Los que despotrican por el estado de los caminos del bosque y culpan al ayuntamiento…
 
De esta misma manera se van sucediendo escenarios a lo largo del viaje iniciático que se convierte en una especie de juego de rol en el que caballeros y damas –en un ambiente medieval- eligen su alias, su estandarte, sus vestiduras, su emblema, sus armas… y se disponen a partir juntos a la búsqueda del valioso cofre.
 
Los Caminantes salen del Castillo de la Mente y van en busca del Tesoro al que sólo se puede llegar por el Camino del Corazón, para lo cual deberán centrarse en sus sentimientos y dejar que sea el corazón el que guíe sus pasos.
 
En su periplo tendrán que detenerse en diferentes «Posadas». En cada una de ellas se plantean retos de carácter emocional que tienen por objeto liberarles de la carga que suponen las experiencias pasadas que aún no están resueltas…, de ese modo podrán caminar más ligeros, más seguros y en sintonía con su programa de vida personal.
 
Utilizamos escenarios naturales para poder vivir con mayor realismo todo lo que se plantea. Las casas rurales Laderrubiá (www.laderrubia.com) son, según hemos comprobado, el escenario perfecto para desarrollar estos talleres, ya que contamos con la ayuda inestimable de los“posaderos” de excepción: Carmela y Juan Miguel.
 
 
Además el entorno nos permite realizar muchos de los trabajos en el exterior, con el apoyo de la Naturaleza, los campos, los viñedos, los pinares, las márgenes del río Cabriel, los árboles centenarios, el horizonte inmenso de la Mancha…, etc.
 
También hemos hecho talleres en la montaña leonesa, en las proximidades de la sierra de Madrid… y en cualquier entorno que nos permita recrear las condiciones necesarias para favorecer el despertar del corazón mediante el contacto con la naturaleza.
Es una invitación a atrevernos a pensar con el corazón, a expresarnos a través del corazón, a escuchar con los oídos del corazón… En definitiva, a dar al corazón el papel protagonista que le corresponde como generador del impulso evolutivo y dejando a la mente la función de llevar a cabo las «indicaciones» del corazón.
 
Atrevernos a utilizar la herramienta más poderosa que tenemos: el amor, es entrar en un mundo donde la magia, la conexión con las fuerzas de la naturaleza, la sintonía con el otro, la sincronicidad, la fuerza interior y la confianza en la vida se alinean para fluir con los acontecimientos y dar sentido a todo cuanto nos sucede.
 
La propuesta es todo un reto en estos tiempos donde la lógica, el razonamiento y las facultades de la mente priman y son consideradas fuente de conocimiento. Ya no se trata de utilizar más tal o cual hemisferio cerebral, se trata de dar un salto a una octava mayor: usar el corazón.
 
Los Caminantes que transitan por el Camino del Corazón se dan cuenta de que lo vivido en el «juego» se entrelaza de manera sorprendente con la realidad de su vida cotidiana y que el caminante interactúa en ambos planos convirtiéndose en un auténtico mago o alquimista. Es una nueva forma de concebir la vida abriendo la mente a una nueva dimensión, de tal manera que la realidad se encauza de una manera diferente más acorde con su programa de vida.
Cuando entramos en el camino del corazón, las cuestiones por las que los seres humanos pelean, serán vistas como se ve una película o una obra teatral, donde se moverán las emociones, pero no estarán afectando a nuestra cotidianidad.
 
El camino del corazón no nos separa, sino que nos une y lo hace tanto en su trayecto como en sus áreas de descanso.
 
¿Cómo son las áreas de descanso espirituales?
 
Son estados de consciencia donde se percibe el entorno, no como algo donde moverse, sino algo que entra en nosotros. La gente, los animales, las plantas y los minerales, no son ya algo fuera, sino que se perciben como algo tuyo, algo que forma parte de ti”.
 
Una vez que lo has experimentado, ya no puedes olvidarlo. Te animamos a que hagas un paréntesis para explorar esta nueva forma de concebir la vida, disfrutando además de un entorno natural, de unas instalaciones fantásticas, de una comida saludable, de una excelente compañía, de tertulias, poesía, música y, sobre todo, amistad.
Nuestra intención es organizar distintos talleres en diferentes provincias para acercarnos a vosotros y facilitaros que podáis participar de esta nueva experiencia. Así pues necesitamos que nos indiquéis la localización de casas rurales o centros que puedan servir de Posadas para los Caminantes del Corazón. Es necesario que se encuentren en enclaves naturales, donde haya algún lago, río o mar cercano (máximo a 15 o 20 minutos en coche), donde haya vegetación, árboles, bosques… donde no tengamos que ocuparnos de la comida, que haya una sala amplia para hacer algunos trabajos en el interior… Tal vez podamos establecer algunos lugares que nos permitan cubrir todos los puntos cardinales para evitar que los desplazamientos sean muy grandes.

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