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63- En el tránsito, percatarse o no del fallecimiento físico.
En el tránsito, lo primero que se vivencia consiste en percatarse o no de que se ha fallecido:
a) Los que por su estado de consciencia no se dan cuenta de que han muerto físicamente, se contemplan a sí mismos con corporeidad y reproducen consciencialmente las vivencias que desarrollaban en el mundo material y las percepciones mentales y las emociones y sensaciones a ellas asociadas. Realmente han abandonado el coche, el yo físico, mental y emocional. Sin embargo, consciencialmente creen seguir vivos físicamente y, a partir de ahí, generan una especie de “doble corpóreo” (más sutil y vital que el físico), recrean las circunstancias del entorno material que han conocido y actúan en consonancia con todo ello: se mueven por su casa, acuden a su trabajo, realizan sus quehaceres cotidianos y siguen apegados a los deseos, placeres y sufrimientos de lo que fue su vida física, en la que consciencialmente creen continuar. En esta situación se puede llegar a permanecer largo tiempo. No obstante, las experiencias que se viven en el propio tránsito impulsan la toma de consciencia sobre el hecho de haber muerto físicamente.
b) Cuando esto, por fin, acontece, ¿qué ocurre? Pues pueden pasar dos cosas: que se acepte; o que no se acepte como consecuencia de estar muy atado consciencialmente al mundo material y todo lo que conlleva. Y en la no aceptación puede influir, igualmente, el miedo a pasar por el “túnel de luz” por temor a ser juzgado por alguien o por algo. Esta idea del juicio es un invento de las religiones, pues lo que existe en realidad son estados de consciencia en evolución, cada uno el suyo, en un contexto de libre albedrío que es fruto del Amor del que emana la Creación y en el que la Creación se sostiene y expande. Sin embargo, hay bastantes personas que, en su vida física, hacen consciencialmente suya la idea del juicio y, ya en el tránsito, viven con terror el acceso al “plano de luz” por miedo a que, previamente, el juicio y el castigo caigan sobre ellas.
64- Cuando en el tránsito te das cuenta de que ha fallecido, pero no hay aceptación.
Cuando en el tránsito te das cuenta de que has fallecido, pero no lo aceptas, ¿qué sucede?:
+Lo primero que se experiencia es una situación de gran desconcierto, confusión y turbación. Sin embargo, estas sensaciones van poco a poco diluyéndose para ser sustituidas por el deseo del fallecido de relacionarse con el mundo físico al que ya no pertenece, pero en el que consciencialmente quiere seguir estando y actuando. Es así, alentado por este deseo, como va adquiriendo una serie de “habilidades” para, desde el tránsito, incidir e intervenir en el plano material: mover objetos, esconder cosas, apagar y encender luces, provocar ruidos, interferir de maneras diversas en personas y un largo etcétera de situaciones y fenómenos que hoy se suelen englobar en el ámbito de la parapsicología. Numerosas historias de fantasmas, aparecidos e incluso, posesiones tienen también que ver con esto. (Nota importante: El contacto desde el más allá con los seres humanos y el mundo material también puede darse en desencarnados que no están en el tránsito, es decir, que se han percatado de su muerte física, la han aceptado en consciencia y han entrado en el “plano de luz”. En este caso, el Amor -no la densidad consciencial, el apego, el sufrimiento…- es lo que motiva estas conexiones desde el más allá).
+¿Hasta cuándo puede el fallecido mantenerse en este estado y permanecer en este purgatorio? No hay una duración prefijada y todo depende de su evolución consciencial.
El tránsito, como fase y proceso, impulsa, por la vía de las experiencias desplegadas en el propio tránsito, a aceptar la muerte física y acceder al “plano de luz”. Pero no hay predeterminismo y puede ser que el fallecido se siga negando indefinidamente a tal aceptación y se empeñe consciencialmente en seguir interactuando con el mundo físico.
+Este empeño puede provocar, incluso, que se vuelva a encarnar en el plano material –en un nuevo cuerpo para desarrollar una nueva vida humana- desde la propia fase de tránsito y sin haber entrado en el “plano de luz”, que es desde donde las reencarnaciones se producen de manera natural y adecuada. Eso sí, el estado de consciencia con el que se arrancará en esa nueva vida será sumamente denso. Y aunque la evolución consciencial es la regla y siempre es posible, las personas que han vuelto a encarnar desde la fase de tránsito experiencian un proceso evolutivo muy lento y tienden a desplegar en su nueva vida comportamientos llenos de desosiego interior y sufrimiento y marcadamente egóicos, pudiendo llegar a ser extremadamente adictivos y violentos (es el caso, por ejemplo, de muchos de los calificados como psicópatas). A personas así, con ese estado de consciencia, se refirió Cristo Jesús cuando hizo mención a los muertos que entierran a sus muertos -“deja que los muertos entierren a sus muertos”, en Lucas 9,60 y Mateo 8,22-, es decir, a seres humanos vivos, pero que, realmente, por su densidad consciencial y apego a la materialidad, están muertos en el sentido consciencial del término.
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