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La historia de un paciente llegó a los 44 años sin saber que había perdido la mayoría de sus neuronas: un caso que cuestiona la propia naturaleza de la conciencia.
Hace varios años, un francés de 44 años de edad se presentó en el hospital quejándose de una debilidad en la pierna.
Los exámenes a los que fue sometido dejo aturdidos a los médicos: el cráneo parecía inundado de líquido cefalorraquídeo, y la parte más interior de su cerebro estaba erosionado casi totalmente.
Sólo quedaba un pequeño perímetro de tejido haciendo «de envolvente».
El caso es conocido y fue descrito en 2007 en un artículo en la prestigiosa revista The Lancet. En estos días Axel Cleeremans, psicólogo cognitivo de la Universidad Libre de Bruselas, Bélgica, habló ante la Asociación de los estudios científicos sobre la conciencia, en Buenos Aires.
De hecho, la historia plantea muchas preguntas sobre el concepto de la conciencia, entendida como la auto-presencia y el conocimiento de su existencia.
Funcionario publico, casado, padre de dos hijos, tenía un coeficiente intelectual inferior a la media (75) pero nada que sugiriera una discapacidad mental: el hombre había llegado hasta ese momento llevando una vida normal.
Para los médicos, su situación se había desarrollado hace más de 30 años, por una acumulación de líquido (un líquido que está en el sistema nervioso central) en los ventrículos cerebrales, una condición conocida como hidrocefalia.
El hombre había sido tratado de niño con un stent, que en la adolescencia se había retirado, dejando el líquido erosionando el tejido cerebral.
¿Cómo es esto posible? Las teorías que tratan de atar el concepto de la conciencia a las estructuras anatómicas del cerebro se ponen a prueba para saber si un hombre puede haber vivido su vida adulta sin gran parte del tejido cerebral.
El lóbulo frontal, parietal, temporal y occipital del cerebro presiden las principales funciones cognitivas y de percepción, sin embargo, en el paciente se redujeron al mínimo, una señal de que el cerebro, a lo largo de los años, se había adaptado gradualmente a funcionar incluso en esta condición.
Para Cleeremans, la plasticidad del cerebro es la clave para entender cómo es la conciencia. Según su hipótesis, el conocimiento de sí mismo (un conocimiento detallado del mismo) se obtiene mediante la experiencia que se enriquece con el aprendizaje y la interacción con uno mismo y el mundo exterior.
Esta conciencia reformula y ajusta el tiempo, ensayo y error, y el cerebro aprende de vez en cuando para volver a describir sus actividades.
Si el hombre francés, incluso con las pocas neuronas que le quedaban todavía fue capaz de desarrollar una teoría del yo: el paciente entonces tenía una conciencia, a pesar de que quedo con sólo el 10% del tejido cerebral.
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