CASABLANCA, nov (IPS) – Cuando Kacem el Ghazzali decidió expresar en público sus puntos de vista sobre el Islam no sabía que estaba poniendo su vida en peligro. Pero eso no impidió que siguiera su lucha, aun desde el exilio, a favor de la libertad de culto en el reino de Marruecos.
El Ghazzali pidió el año pasado a la comunidad internacional que interviniera para poner fin a la shariá (ley islámica) en países musulmanes, tras lo cual un imán de una mezquita reclamó que se le diera muerte.
El joven estudiante recibió amenazas telefónicas y por correo electrónico. Luego fue duramente golpeado por sus compañeros y funcionarios de la escuela secundaria a la que concurría, y acabó siendo objeto de una campaña de solidaridad, conducida por activistas de derechos humanos, que concluyó con su asilo en Suiza, en abril de este año.
Criado en Meknes, 230 kilómetros al noreste de Casablanca, El Ghazzali recibió una educación religiosa de su padre, quien quería que fuera imán. Pero para él, la religión es una «filosofía de persecución y opresión que lanza todas las preguntas fuera de la galaxia», explicó.
El «moderno y democrático» Marruecos no toleró que esas opiniones salieran a la luz pública en el blog de El Ghazzali, pese al discurso oficial de apertura. La libertad de culto, aunque consagrada por la Constitución, está lejos de aplicarse en la vida cotidiana marroquí.
El Código Penal impone hasta tres años de cárcel para quien «desestabilice» la fe musulmana en el reino. De hecho, la población marroquí que nace musulmana, pero adopta otra religión o se vuelve atea entra en esa categoría.
Los vientos de la Primavera Árabe no lograron separar la política de la fe en este país de África del norte de 32 millones de habitantes. El Islam sigue siendo la religión del Estado en la Constitución aprobada el 1 de julio de este año.
Los reclamos de laicidad sonaron en el levantamiento del Movimiento 20 de Febrero, pero el «ingreso de islamistas al grupo (rebelde) arruinó esa iniciativa y la restringió para abandonarla totalmente», dijo El Ghazzali a IPS.
Su opinión no es compartida por activistas del Movimiento 20 de Febrero.
«Marruecos es un país que respeta la libertad de culto», señaló Mohammad Amine Manar, de Casablanca. «La prueba es que los judíos marroquíes siempre han tenido derecho a practicar su religión», añadió.
Marruecos tiene una comunidad judía de unas 200.000 personas, la mayoría residentes en el extranjero. Pero esta tolerancia hacia las religiones monoteístas no se extiende a quienes abandonan la fe de Mahoma.
«Es una limitación de las libertades personales de los ciudadanos y una grave violación de los derechos humanos», arguyó El Ghazzali, quien no está dispuesto a bajar los brazos.
«Primero hay que construir un equilibrio político para defender las libertades individuales, y eso es lo que hago con mis artículos y las campañas que organizo», señaló.
«Todos los marroquíes, políticos y público en general, deben ser conscientes» de esta causa, indicó El Ghazzali. La mejor forma de lograrlo es «lanzar un amplio debate público sobre la libertad de culto, con fuerza y responsabilidad», apuntó.
Otras voces estiman que lo está en juego no es un asunto cultural. «El respeto a la libertad de culto en Marruecos no será gracias a una cultura de tolerancia, sino fruto de presiones de la comunidad internacional», indicó Manar.
«La mezcla de religión y política produjo un Islam político que niega el laicismo», pero que no tiene programas para resolver los problemas ciudadanos», afirmó El Ghazzali.
Los beneficios del Islam político marroquí empiezan con el Estado. «No se concibe abandonar la idea de religión oficial. Es la fe de la mayoría la que prefiere todas las formas de persecución a que el Estado deje de proteger la religión», añadió.
La Constitución marroquí estipula que el rey es «Amir al Mouminine», el comandante de los fieles, en árabe. «Eso lo convierte en una persona sagrada, a quien nadie puede criticar ni cuestionar», arguyó El Ghazzali.
«Esa sacralidad hace que la ciudadanía marroquí, a diferencia de lo que ocurre en otros países de la región, se contente con reformas en lugar del fin del régimen», explicó.
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