Sri Anandamayi Ma o Ananda Moyi Ma o Ma Anandamayi, o simplemente Ma (1896-1982) es una de las figuras más eminentes de la espiritualidad de nuestro tiempo. Nació en Bengala, en el seno de una familia de brahmines muy piadosos y, siguiendo las pautas de vida tradicionales, se casó a los 13 años y a los 18 se fue a vivir con su esposo. Éste reconoció de inmediato su aura de santidad y se convirtió en su discípulo. Pronto, sin buscarlo ella en modo alguno, empezaron a afluir los devotos, atraídos por su poderosa irradiación espiritual.
A lo largo de casi cincuenta años, Sri Ma viajó incansablemente por toda la India, gracias a lo cual millones de indios y extranjeros pudieron recibir su darshan (visión, contemplación). Su autoridad espiritual innata fue reconocida por todos los grandes ascetas y eruditos de la India, que, lo mismo que la gente sencilla del pueblo, la consideraban una encarnación de la Divinidad y la personificación de la sabiduría ancestral de la India
Para más detalles sobre su vida y comentarios sobre algunos libros, lea el excelente artículo de José Manuel Lagunas publicado en esta Web, u otros artículos y textos biográficos que puede encontrar abajo en la sección Recursos.
A continuación algunas de sus enseñanzas:
«La dualidad es dolor por su misma naturaleza. Duniyá (el mundo) es dukha (tristeza); esto es, el sentido de separación es en sí mismo sufrimiento. Todo dolor se debe al hecho de que se ve multiplicidad donde sólo hay Uno. Mientras haya identificación con el cuerpo y la mente, debe haber dolor, aflicción y angustia.
Es inútil buscar la felicidad en lo que es del mundo. Descubre dónde está tu hogar verdadero. Este mundo es como una posada de viajeros: uno llega y luego se va.
Hay innumerables caminos, y, sin embargo, no hay ningún camino a lo Supremo. Si lo hubiera, eso significaría que el descubrimiento de lo Real depende de los esfuerzos del individuo. Lo Supremo no sería lo Supremo si estuviera sometido a algo. Él y Él solo está en todos los tiempos.
Quitar el velo que obstruye la visión de la Realidad es todo lo que el hombre puede hacer y todo lo que tiene que hacer.»
«Hay solamente Uno y no hay nada fuera de Él. Él es. Él es y Él no es; y ni Él es, ni Él no es. Él es con forma ―todas las formas son Su forma, todos los nombres son Su nombre―, Él es sin forma y Él está más allá de la forma y la no forma.
Aparece al hombre como un Dios personal para atraerle a la Realidad, que es el Sí-mismo del hombre. El hielo y el agua parecen diferentes, pero realmente son lo mismo. El Dios personal es como el hielo, y el Impersonal, Inmutable, No manifestado, como el agua.
Entras en contacto con una de Sus formas divinas y un día descubres que no es sino lo aformal, y entonces conoces que Él es con forma, sin forma y más allá de las dos.
Comprender el Uno es el deber supremo de todo ser humano. Todos los demás deberes están en ese único deber o son imaginarios.»
«El momento que ha pasado no vuelve. Se debe utilizar bien el tiempo. Sólo cuando se emplea en el intento por saber «¿quién soy yo?», se ha empleado bien. Tú mismo eres el atma autoevidente: buscar y encontrar está íntegramente en ti.
En la riqueza y en la propiedad no hay ciertamente paz. ¿Qué da entonces la paz? Mi naturaleza verdadera es paz, conocimiento, conciencia divina; a menos que esto se comprenda y hasta que se comprenda, ¿cómo puede haber paz? Para encontrar tu Sí-mismo debes revelarte a ti mismo. ¡Qué hermoso!
En la verdadera comprensión no puede existir ninguna disputa con nadie; se está plenamente iluminado en cuanto a todos los credos, religiones, doctrinas y sectas y se ven todos los caminos como igualmente buenos. Ésta es la comprensión absoluta y perfecta. Mientras haya disensión no se puede hablar de realización.
Se dice que aunque se extraiga el Todo del Todo, el Todo sigue siendo el Todo. No puede haber adición ni sustracción, la totalidad del Todo permanece intacta. Sea cual sea la vía que puedas seguir representará un aspecto particular del todo. Cada método tiene sus propios mantras, sus ideas y estados propios, sus creencias y sus prescripciones; ¿para qué? Para comprenderle, para comprender tu propio Sí-mismo.»
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