Casi todas las mañanas, cuando voy a trabajar, me cruzo con un hombre con discapacidad visual que camina con un bastón. Lo observo y no me parece que muestre ninguna preocupación por los obstáculos de su alrededor.
No le distrae ni el ruido del tráfico, ni las mujeres que hablan en la puerta de una tienda, ni la música procedente de un coche aparcado, ni el ladrido de un perro al otro lado de la calle…
Usa el bastón para determinar una zona despejada suficiente para seguir moviéndose con seguridad y se mueve, así, con decisión. Él sabe dónde se encuentra y solo presta atención al camino que tiene libre por delante para continuar y si se topa con un obstáculo, tantea en busca del camino despejado que le rodea.
Yo continúo mi camino y pienso en las veces que voy por la vida distraída con lo sucede a mi alrededor, dejando que absorba toda mi atención, en lugar de centrarme en dónde me encuentro y adónde quiero ir.
¡Cuántas veces nos paraliza pensar en todos los obstáculos que tenemos ante nosotros y no vemos la sencillez del camino despejado que tenemos delante! ¡Cuántas veces cuando nos encontramos con un obstáculo seguimos chocando contra él!
Los obstáculos no desaparecerán de nuestro camino por arte de magia, pero sé, por experiencia, que si recorremos el camino interior que lleva al propio conocimiento, ese que permite conectar con la paz interior, brotarán la claridad y la resiliencia que pueden ayudarnos a ver el camino despejado para seguir adelante y tomar buenas decisiones.