Aunque la muerte está presente en todas las etapas de la vida, adquiere un carácter especialmente relevante durante la vejez. En gran medida esto obedece a que esta fase de la vida va acompañada de un deterioro tanto físico como mental paulatino, el cual termina incrementando el miedo a la muerte.
En la cultura occidental, la idea de la vejez presenta connotaciones negativas. Muchos adultos mayores comparten esas ideas, aunque no sean ciertas. Por eso, lo habitual es que se asocie este periodo de la vida con enfermedad, depresión, aislamiento y pasividad.
También son muchos los adultos mayores que viven serenamente sus últimos años de vida y aceptan su propia muerte como un hecho natural. Otros, en cambio, no logran ponerse en paz consigo mismos y, en muchas ocasiones, esto incrementa el miedo a la muerte.
“Todos tenemos miedo, incluso los que presumen de valientes. Nacemos con miedo a la vida y nos morimos con miedo a la muerte”.
-Javier Reverté-
El miedo a la muerte
El proceso de envejecimiento es gradual, progresivo e irreversible en cualquier etapa de la vida, pero tiende a relacionarse exclusivamente con la tercera edad. Del mismo modo sucede con la muerte, que se concibe con una cercanía inminente en esa fase de la existencia.
Esto puede generar sensaciones desbordantes asociadas con el miedo a la muerte. Se ignora la forma y el momento en que una persona va a morir. En nuestra cultura este tema es tabú, lo que lleva a que frente al temor, el dolor y el sufrimiento, se asuma una negación individual y colectiva.
El no saber qué hay después de la vida despierta un miedo a la muerte que puede dar origen a la angustia, en especial por ignorar si el trance será prolongado y doloroso. Enfrentar el miedo a la muerte de esta forma dificulta el tránsito por esta etapa y lo convierte en algo más doloroso.
Es verdad que se tiende a menospreciar las capacidades de los ancianos para encarar el miedo a la muerte. En muchos casos, ellos mismos consideran que no lo soportarán. Sin embargo, bajo estas circunstancias afloran recursos psíquicos que desconocían.
Otras perspectivas
Para un gran número de ancianos, la muerte es parte de un proceso natural y la enfrentan con antelación de una manera activa. No comparten la idea de ignorarla y, de hecho, hacen planes en relación con ella.
Las personas de edad avanzada ya han vivido suficientes muertes y han aprendido a lidiar con la enfermedad. De manera que sin saberlo, desde que nacieron se vienen preparando para asumir su propia muerte. Incluso algunos fantasean con este paso ineludible y ocasionalmente hacen gala de humor negro.
Varios investigadores coinciden en afirmar que las personas mayores se encuentran más familiarizadas con los cementerios, funerales y la muerte que personas de otras edades. Adicionalmente, se fijan objetivos a corto plazo y se ocupan más de vivir el día a día.
A la vejez sana se llega sabiendo perder. Se perdió la calidad de hijo, trabajador, joven, saludable, vigoroso. “Digerir” cada momento crucial de la vida prepara para asumir la siguiente pérdida. Así se transforma una realidad caótica en algo que se puede manejar.
Las ideas sobre la muerte
A la muerte se le han asignado características macabras y extrañas; aun así, la muerte está más allá de lo que cualquier ser humano pueda imaginar. Al respecto, Freud decía que tanto para el hombre primitivo como para el actual la propia muerte es inimaginable e irreal. Por tanto, frente a ella solo se puede actuar como espectador.
La angustia provocada por el miedo a la muerte, en un contexto social adverso, puede convertirse en una expresión silenciada que queda atrapada en el cuerpo. Es posible que esto dé lugar a manifestaciones somáticas asociadas a dolores y enfermedades imprecisas.
Es importante tomar en cuenta el papel que desempeñan las redes de apoyo emocional y social en estas circunstancias. Contar con este tipo de soporte, sin duda, ayuda a mitigar y superar las pérdidas y el miedo a la muerte para continuar adelante con la vida.
A la mayoría de los ancianos les preocupa convertirse en una carga para el cónyuge o su familia. En general, el adulto mayor puede asumir una actitud de indiferencia, temor, culminación del sufrimiento o serenidad frente a la muerte. Es conveniente que tengan la oportunidad de hablar de ello y que quienes le rodean se muestren comprensivos al respecto.
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