Todos decidimos hacer la vista gorda de vez en cuando, lo que en Psicología se conoce como “ignorancia deliberada”. Lo hacemos cuando decidimos comprar de una marca que no es ética, cuando ignoramos el impacto de nuestros hábitos en el medioambiente para no tener que cambiar nuestro estilo de vida o cuando no tenemos en cuenta las consecuencias de nuestras decisiones en quienes nos rodean. Nadie está libre de culpas.
Sin duda, mirar hacia otro lado nos ayuda a evitar esa información incómoda que podría llevarnos a cuestionar nuestras acciones o incluso poner en entredicho la imagen que tenemos de nosotros mismos. Nos permite eludir alguna cuestión (generalmente conflictiva y/o importante) para no vernos demasiado involucrados. ¿Por qué lo hacemos?
La verdadera razón por la que decidimos hacer la vista gorda
Para explorar tanto la naturaleza de la ignorancia deliberada como su impacto en nuestras decisiones y comportamientos, un equipo de psicólogos de la Universidad de Ámsterdam escudriñó los resultados de 22 estudios en los que participaron más de 6.500 personas.
En estas investigaciones, los participantes se exponían a diferentes situaciones:
- Debían tomar una decisión que tuviera consecuencias, tanto para ellos como para otra persona.
- Se exponían a un estado de conflicto en el que los intereses de quien tomaba las decisiones y los de la otra persona estaban desalineados o en sintonía.
- Debían decidir si deseaban conocer o no el impacto de sus acciones.
Estos psicólogos notaron un patrón: el 39,8% de los participantes optaron por ignorar deliberadamente las consecuencias de sus decisiones (como cuando tenían que elegir cuánto dinero tomar para sí y cuánto repartir a los demás), evitando los detalles sobre el impacto que su acción tendría en los otros.
Las personas que optaban por la ignorancia deliberada tomaban un 15,6% más decisiones egoístas, en comparación con quieres querían conocer de antemano las consecuencias de sus decisiones, quienes tomaban un 6,9% más de decisiones altruistas.
Esto los llevo a concluir que decidimos mirar hacia otro lado cuando queremos justificar nuestras decisiones más egoístas actuando en interés propio. De hecho, entre el 20 y el 40% de los participantes incluso afirmaron que estarían dispuestos a pagar para no conocer las consecuencias negativas que sus decisiones tendrían sobre los demás.
El mecanismo psicológico que subyace a la ignorancia deliberada
En práctica, las personas se decantan por la ignorancia para utilizarla como excusa para legitimar un comportamiento egoísta. Preferimos no saber ya que así podemos utilizar ese “desconocimiento” como justificación y escudo en caso de que algo vaya mal.
De hecho, esta idea se ve reforzada por el hecho de que solemos considerar que una decisión egoísta tomada con pleno conocimiento de causa es moralmente más cuestionable que aquella que se toma ignorando sus consecuencias.
Sin embargo, ¿por qué necesitamos una justificación?
Estos psicólogos explican que, en el fondo, “las personas con motivaciones más egoístas evitan la información deliberadamente debido a que les preocupa su propia imagen”. De hecho, cuando se protegía su autoimagen, el efecto de la ignorancia deliberada disminuía un 13%.
Por tanto, no solo elegimos hacer la vista gorda para justificar nuestros comportamientos ante los demás, sino también para preservar la imagen que tenemos de nosotros mismos. Así evitamos sufrir una disonancia cognitiva que nos obligue a replantearnos quiénes somos realmente y qué valores aplicamos en la práctica.
¿Cómo escapar de esta trampa?
Dado que la ignorancia deliberada es un mecanismo para proteger nuestra autoimagen cuando queremos tomar una decisión que nos beneficia y afecta a los demás, la vía para escapar de esta trampa psicológica consiste en activar la empatía.
Estos psicólogos constataron que los marcos moralistas demasiado rígidos y un fuerte énfasis en las normas morales en realidad pueden generar amenazas a la autoimagen que desemboquen en conductas de evitación y nos lleven a hacer la vista gorda.
Por consiguiente, la clave para fomentar conductas más altruistas consiste en intentar ponernos en el lugar de los demás. No se trata de preguntarnos qué es lo moralmente correcto sino de lo que podría beneficiar a todos.
Esa conexión emocional suele bastar – al menos en la mayoría de las personas – para desterrar la visión egocéntrica y ayudarnos a reflexionar sobre los posibles daños de nuestras decisiones. A fin de cuentas, la ignorancia no es un acto pasivo sino mucho más activo de lo que suponemos.
Referencia Bibliográfica:
Vu, L. et. Al. (2023) Ignorance by choice: A meta-analytic review of the underlying motives of willful ignorance and its consequences. Psychological Bulletin; 149(9-10): 611–635.
Ignorancia deliberada: la ciencia explica por qué decidimos hacer la vista gorda