Erwin Schrödinger sobre nuestro lugar en el universo, la ilusión del yo y la relación entre la cuántica y la metafísica

Erwin Schrödinger,  Premio Nobel de física y uno de los fundadores de la mecánica cuántica, es igualmente conocido por sus profundas reflexiones filosóficas sobre la existencia. En su obra Mi Concepción del Mundo, Schrödinger explora la intersección entre la ciencia, la filosofía y la metafísica, desafiando las fronteras del conocimiento humano.

Schrödinger defiende la metafísica, un campo a menudo relegado por los científicos por considerarlo fuera del alcance empírico. Advierte que eliminarla por completo vaciaría de contenido tanto a la ciencia como al arte, dejándolos sin alma y sin capacidad para evolucionar. «Es relativamente fácil barrer con toda la metafísica,» señala Schrödinger, pero insiste en que sin ella, sería casi imposible entender plenamente incluso las áreas más especializadas de la ciencia.

Aunque sus contribuciones a la física revolucionaron nuestra comprensión del mundo, Schrödinger mantenía una profunda curiosidad por las preguntas filosóficas que dan sentido a la realidad. Se inspiró en pensadores como Spinoza y Schopenhauer, así como en las tradiciones orientales, especialmente en la idea del Vedanta, que enfatiza la unidad de toda la existencia.

En un pasaje que evoca la contemplación existencial, Schrödinger nos invita a imaginar que estamos sentados en una montaña al atardecer, observando la majestuosa belleza de la naturaleza. Nos recuerda que ese paisaje ha existido durante miles de años y continuará después de nuestra partida. Pregunta: «¿Qué es lo que te ha llamado repentinamente de la nada para disfrutar brevemente de un espectáculo que permanece indiferente a ti?»

Schrödinger cuestiona la idea del yo individual como una entidad separada, sugiriendo que todos somos parte de un todo interconectado. Argumenta que las condiciones que permiten nuestra existencia son tan antiguas como las rocas, y que estamos vinculados tanto a quienes nos precedieron como a todos los seres conscientes.

Esta comprensión, según Schrödinger, nos lleva a la imposibilidad de desearle mal a otro sin herirnos a nosotros mismos. Afirma que «es la visión de esta verdad… la que fundamenta toda actividad moralmente valiosa.» Las reflexiones de Schrödinger nos invitan a reconsiderar nuestro lugar en el universo y nuestra conexión con todos los seres vivos.

Schrödinger sostiene que «el yo, el  lugar donde vivimos, es una ilusión. El bien está conectado con un intento de ver la ausencia del yo… atravesar el velo de la conciencia egoísta y unirse al mundo como realmente es».

Una década después, la filósofa y novelista Iris Murdoch expresaría un sentimiento similar, describiendo el arte como «una ocasión para desprenderse del ego,» un medio para ver más allá de la conciencia egoísta y unirse al mundo tal como es. Las ideas de Schrödinger nos recuerdan que la búsqueda del conocimiento, ya sea a través de la ciencia o del arte, es en última instancia una búsqueda de comprensión de nuestra existencia compartida y de las verdades más profundas que nos conectan.

Imagen: Science Photo Library

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