La CIA ya tenía drones con propulsión nuclear en los años 1960s.
El dron transportaría paquetes de espionaje tipo «caja negra» hacia Rusia y China, además de tomar fotografías secretas, todo mientras se ocultaba a simple vista disfrazado de un ave. Crédito: CIA.
Durante la Guerra Fría, el desarrollo tecnológico alcanzó alturas inauditas, impulsado por la tensión entre las potencias mundiales. En este contexto, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) ideó proyectos de espionaje que hoy parecen sacados de una novela de ciencia ficción. Uno de los más intrigantes fue el Proyecto Aquiline, un programa que buscaba crear drones con forma de ave, propulsados por energía nuclear, capaces de operar durante un mes en territorio enemigo. Aunque nunca llegó a materializarse, su legado resuena en los misteriosos drones que se han observado recientemente en la costa este de EE.UU. y sobre instalaciones militares —y nucleares— sensibles alrededor del mundo.
El Proyecto Aquiline: espionaje con alas
Tal como puede leerse en documentos desclasificados recientemente, la CIA desarrolló Aquiline en la década del 60 como una plataforma de inteligencia no tripulada. Diseñado para parecerse a un ave, el dron tenía cinco pies de largo, una envergadura de 7.5 pies y un peso de 83 libras. Su motor silencioso de 3.5 caballos de fuerza le permitía volar a velocidades de entre 47 y 80 nudos, con una autonomía inicial de 50 horas y 1.200 millas. Sin embargo, la verdadera innovación radicaba en su propuesta de usar un sistema de propulsión basado en isótopos radiactivos, capaz de extender su operación a 30 días y 36.000 millas.
Aquiline tenía un diseño que lo camuflaba como un ave grande para pasar desapercibido entre radares y vigilantes humanos. Su capacidad para volar a baja altura le permitía capturar imágenes de alta resolución y recopilar señales electromagnéticas con una precisión que superaba a la de aviones espía tripulados como el U-2. El dron también podía desplegar sensores en puntos estratégicos, aumentando la capacidad de monitoreo en lugares de difícil acceso.
A pesar de su potencial y luego de varias pruebas en Groom Lake (sí, el Área 51), el proyecto fue cancelado, probablemente debido a las limitaciones tecnológicas de la época y los riesgos inherentes a la utilización de energía nuclear en un dispositivo tan pequeño. Pero el sueño de la CIA de crear una flota de espías alados dejó una huella imborrable en la historia de la tecnología militar.
Los misteriosos drones de hoy: ¿un giro irónico?
En los últimos años, Estados Unidos se ha enfrentado a un fenómeno inquietante: la aparición de drones no identificados sobre instalaciones sensibles, incluidas bases militares y plantas nucleares. Estos drones, de origen desconocido, han desconcertado a las autoridades debido a su tecnología avanzada y su capacidad para evadir sistemas de detección. Curiosamente, algunos informes sugieren que estos dispositivos muestran comportamientos que recuerdan a los principios del Proyecto Aquiline: maniobras furtivas, autonomía prolongada y una aparente capacidad de recopilación de datos.
La ironía no pasa desapercibida. Durante décadas, EE.UU. lideró el desarrollo de tecnologías de espionaje que buscaban penetrar las defensas de potencias rivales como la Unión Soviética y China. Ahora, parece que el rol se ha invertido, y las mismas técnicas que una vez revolucionaron el espionaje podrían estar siendo utilizadas contra su creador.
Tecnología y geopolítica: un ciclo recurrente
El paralelismo entre Aquiline y los drones modernos subraya cómo la tecnología puede transformarse en un arma de doble filo. Durante la Guerra Fría, EE.UU. desarrolló estrategias basadas en la superioridad tecnológica para mantener su ventaja geopolítica. Hoy, esas mismas estrategias parecen estar siendo replicadas por actores desconocidos, cuestionando la capacidad de EE.UU. para proteger sus propios secretos.
El concepto de Aquiline incluía incluso plumas de ave pintadas en las alas. Habría sido un ave altamente radiactiva. Crédito: CIA.
La naturaleza exacta de los drones actuales sigue siendo un misterio. Algunos especulan que podrían ser operados por potencias extranjeras —como China—, mientras que otros sugieren que todo podría tratarse de una operación psicológica relacionada con o para encubrir los fenómenos anómalos no identificados (UAPs).
En cualquier caso, estos avistamientos destacan la necesidad de reevaluar la seguridad de las instalaciones críticas y de considerar cómo la tecnología del pasado podría inspirar las amenazas del presente.
Conclusión: lecciones del pasado para los retos del futuro
El Proyecto Aquiline representa un capítulo fascinante de la historia de la inteligencia militar. Aunque nunca despegó más allá de los planos, sus principios innovadores han dejado un legado que resuena en los avances actuales. Al mismo tiempo, los drones misteriosos que hoy acechan a EE.UU. plantean preguntas inquietantes sobre cómo la tecnología puede cerrar círculos imprevistos, convirtiendo a los espías en espiados.
En un mundo donde las fronteras entre lo visible y lo invisible se desdibujan, entender la historia y sus ironías es esencial para anticipar los retos del futuro. Tal vez el verdadero mensaje de Aquiline sea este: la carrera por el dominio tecnológico no tiene un final claro, y las herramientas que hoy garantizan la seguridad podrían mañana ser el origen de nuevas vulnerabilidades.
Referencias:
Aquiline – FOIA Reading Room/CIA.
The CIA Built a Nuclear Bird Drone to Spy on Communists. Now It’s Declassified – Kyle Mizokami.
Por MysteryPlanet.com.ar.