De Stephen Hawking, físico, astrofísico, cosmólogo y divulgador, nos creemos casi todo. Incluso para el público no interesado en la ciencia (o, más bien, para los que no se atreven a intentar entenderla), alguien que ha sobrevivido décadas más de lo que los médicos le habían diagnosticado y que ha escrito algunos de los contados libros científicos que se han convertido en superventas —su ‘Breve Historia del Tiempo‘ estuvo 237 semanas en la lista de los «Principales» de ‘The Sunday Times’— merece respeto y admiración.
Es el equivalente a Einstein para nuestra generación, el científico loco pero sabio al que las masas quieren convertir en profeta sin dejar de sentirle cercano como a un abuelo entrañable. Hay biopic de Hollywood, una serie cómica que ha hecho de sus apariciones estelares uno de sus mejores gags (‘The Big Bang Theory’) y este verano hasta ha celebrado un «congreso sónico» con el grupo de rock U2. Hace unos años demostró que el debate entre ciencia y religión sigue estando vigente, provocando un gran revuelo tras la publicación de ‘El gran diseño’, junto al también físico y divulgador Leonard Mlodinow, guionista de otro mito pop como es ‘Star Trek’. Dijo Hawking en este nuevo éxito editorial que está ya demostrado que Dios no creó el Universo, desatando críticas airadas de representantes de la visión creyente del mundo.
La tecnología con la que Stephen Hawking quiere viajar a los confines del universo
Un millonario ruso de nombre Yuri Milner ha puesto sobre la mesa cien millones de dólares y una idea loca: fabricar naves minúsculas que puedan viajar hasta las estrellas más cercanas gracias al impulso de un rayo láser. El proyecto, llamado Starshot, suena a ciencia ficción, pero sus responsables aseguran que, en cuestión de décadas, será probable.
En Teknautas hemos contactado con dos científicos: un experto en velas solares y un astrónomo para saber si la tecnología lo permitirá en tan corto plazo. «Estamos muy, muy lejos de conseguir la tecnología que nos permita mandar una nanonave hasta Alfa Centauri», opina Bruce Betts, director de ciencia y tecnología de la Planetary Society.
Según el proyecto Starshot, el ser humano será capaz de visitar Alfa Centauri y otras estrellas cercanas gracias a una vela solar, una nave cuyo peso se medirá en gramos y una ristra de lásers que apuntarán hacia la vela e impulsarán al vehículo una vez puesto en órbita.
Betts, que ha coordinado un equipo que ha lanzado una de las primeras velas solares jamás creadas, es muy escéptico al respecto: «Nuestra nave está dando los primeros pasos y puede que, un día, sirva para viajar hasta otras estrellas. Pero son muchas las tecnologías que habría que desarrollar, sin contar con que hay que lograr una forma de comunicación que no consuma mucha energía para recabar información a tanta distancia».
Alfa Centauri es el objetivo del proyecto Starshot porque se encuentra a una distancia ‘manejable’ de 4,37 años luz lo que, a la aceleración que propone el programa de Milner (un 20% de la velocidad de luz) permitiría llegar a este sistema triple en unos veinte años.
¿Cómo se conseguiría acelerar hasta 60.000 kilómetros por segundo, el equivalente a un 20% de la velocidad de la luz? En ese aspecto es donde surgen las mayores dudas. Jonti Horner, astrónomo de la Universidad de Southern Queensland, en Australia, cree que el problema no reside tanto en el método para alcanzar esa velocidad sino en lograr un material que sea capaz de resistir ese empuje.
«Se necesitarán unos láseres de unos 100 gigavatios y, según los primeros datos, la idea es aplicar un acelerón durante un espacio de tiempo muy corto, como un destello de luz. Sería necesario desarrollar un material que fuera lo suficientemente resistente como para aguantar esa aceleración», explica Horner.
El astrónomo explica que se podría optar por un método menos agresivo: acelerar la nave de manera constante para que lograra la velocidad deseada. «Si empujamos la nave a 10g, diez veces la fuerza de gravedad de la Tierra, obtendremos una velocidad de unos cien metros por segundo. Para conseguir una velocidad de 1 km/s necesitaríamos acelerar durante diez segundos y para llegar a los 60.000 km/s serían necesarios unos 600.000 segundos de empuje, el equivalente a una semana».
El problema en este caso, explica Horner, reside en la distancia que habría recorrido la nave una vez finalizada la aceleración: «Se encontraría a unas 120 veces la distancia que separa la Tierra del Sol. Así que harían falta lásers muy precisos que fueran capaces de acelerar la nave». En última instancia, Horner cree que sería más sencillo trabajar en la durabilidad de la nave que en desarrollar ese tipo de láseres.
¿Por qué Alfa Centauri?
Alfa Centauri es la estrella más cercana a la Tierra pero, hasta la fecha, no se ha descubierto ningún planeta orbitando alrededor de los tres astros que la conforman: Alfa Centauri A, Alfa Centauri B y Próxima Centauri. ¿Por qué escoger esta estrella cuando existen otras ‘cercanas’ al Sol en las que sí que se han descubierto planetas?
Un nombre que sobresale por encima del resto de vecinos: Epsilon Eridani. A unos 10,5 años luz, una distancia que se recorrería en unos 55 años, Epsilon Eridani cuenta con dos discos de escombros orbitando alrededor de una estrella algo más tenue que la nuestra.
Esos dos discos, muy similares a los que existen en el Sistema Solar, no ocultan la presencia de, por lo menos, un planeta muy grande que órbita justo por fuera del primer cinturón de asteroides cuya naturaleza recuerda a Júpiter.
«Alfa Centauri es la estrella más próxima pero, de ser capaces de construir estas naves, imagino que haríamos un puñado», prosigue Horner. El astrónomo cree que se lanzarían varias en diferentes direcciones, y es ahí donde abre el abanico de estrellas que merecería la pena visitar: «Sería fantástico viajar hasta Vega, a unos 25 años luz, lo que nos llevaría unos 125 años de viaje».
Pero el astrónomo no cierra la puerta a que Alfa Centauri pueda ser el candidato ideal. Argumenta que el día que la tecnología esté lista conoceremos muchos más planetas que en la actualidad: «Habremos dado con los primeros gemelos de la Tierra así que seremos capaces de escogerlos en función de nuestros descubrimientos».
El precedente: la vela solar
Que una nave pueda impulsarse con un láser no es ciencia ficción. La Planetary Society logró poner una en órbita entre mayo y junio de 2015. No fue la primera organización que lo hacía. La agencia espacial japonesa probó en 2010, con IKAROS, que las velas solares funcionaban. El próximo intento se llamará Lightsail 2 (Vela solar 2, en inglés) y será una evolución de la tecnología desarrollada por la Planetary Society. Su objetivo, «demostrar que la navegación solar es posible» desde un Cubesat, una pequeña nave de unos cinco kilos, como explica Betts.
Una vela solar se impulsa con la presión de luz del sol. Como Betts ilustra, esa luz nos empuja «en todo momento» en la Tierra pero su fuerza es «tan insignificante» que no la notamos. Las cosas cambian en el vacío espacial. Ahí, la fuerza que ejerce la luz «es significante».
Según Betts, la luz solar tendrá un papel «relevante» para viajar dentro del Sistema Solar aunque para dar el salto a otros sistemas será necesario una fuente de energía más poderosa, como podría ser un láser.
Lo que Betts sí resalta es el ahorro energético que esta tecnología supone respecto al modelo actual: «A diferencia de los cohetes que funcionan con combustible, la luz del Sol siempre está ahí. Siempre está encendida. Aunque su empuje sea pequeño, es constante y permite acelerar a grandes velocidades a lo largo del tiempo».
Esa luz del sol es, en la actualidad, el mejor modelo para tratar de viajar grandes distancias a bajísimo coste. Para que el sueño de Hawking y Yuri Milner se haga realidad todavía serán necesarios varios avances científicos y una larga, larguísima, dosis de paciencia.
Stephen Hawking: «Debemos tener cuidado con posibles respuestas a señales extraterrestres»
Los constantes envíos de señales al espacio, de tener una respuesta, podrían no ser favorables para la raza humana, según el físico teórico Stephen Hawking.
El científico se refirió al tema en una película relacionada con el universo, y la posibilidad que exoplanetas como Gliese 832C, ubicado a 16 años luz, pueda tener algún tipo de vida.
En el filme, y llamado «Los lugares favoritos de Stephen Hawking», el físico compara la hipotética situación que podrá vivir la humanidad ante la llegada de civilizaciones inteligentes a la Tierra, con la colonización tras el arribo de Cristóbal Colón a América.
«A medida que envejezco estoy cada vez más convencido que no estamos solos (… ) mirando a las estrellas siempre imaginé que había alguien allí arriba mirando de vuelta», señala Hawking durante la película, tras visitar el profundo agujero negro súper masivo , y viajar a Gliese 832C, , y con un gran potencial para la vida extraterrestre.
Recordemos que Gliese 832c es una «súper-Tierra» con al menos cinco veces la masa de nuestro planeta, ubicada en la llamada «zona habitable» de la estrella Gliese 832, por lo que de acuerdo a su distancia, su temperatura permite que exista agua líquida en su superficie.
«Encontrar vida inteligente sería el mayor descubrimiento en la historia, lo que nos obligaría a cambiar», asegura Hawking. «Tendríamos que renunciar a la idea que somos únicos y empezar a actuar con más compasión y humildad», agrega.
Aún así, cabe destacar que existen otras incógnitas en este u otros planetas de similares características, como la composición y la atmósfera, por lo que aseverar que exista vida tal como la conocemos no es 100% seguro.
«En este planeta, un año sólo dura 36 días», explica Hawking. «Su atmósfera podría ser gruesa, muy espesa o podría tener una gran gravedad. Además, una de sus caras se encuentra siempre de cara al Sol, por lo que hacer un picnic quizá no sea una buena idea».
Aunque Gliese 832C algún día pueda ser nuestro nuevo hogar, Hawking afirma que debido a la luz del sol, el follaje en la superficie es de color negro y púrpura. Aún así, este mundo lejano también puede tener temperaturas similares a la Tierra, con abundante agua líquida e incluso animales.
«Y donde hay agua, por lo general hay vida», dice.
«Desde la Tierra no podemos ver qué hay allá, pero si la vida inteligente ha evolucionado aquí, debemos ser capaces de considerarlo»,