Todas las entradas de: Adriana
Adriana – Cuando tu hijo. . .
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Te busque con la mirada… míralo.
Te busque con su boca… bésalo.
Te tienda los brazos… abrázalo.
Te quiera hablar… escúchalo.
Se sienta desamparado… ámalo.
Se sienta solo… acompáñalo.
Te pida que lo dejes… déjalo.
Te pida volver… recíbelo.
Se sienta triste… consuélalo.
Esté en el esfuerzo… anímalo.
Esté en el fracaso… protégelo.
Pierda toda esperanza… aliéntalo.
Anónimo
Adriana – SUGERENCIAS PARA QUIENES NO SABEN “SENTIR”
Francisco de Sales
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En mi opinión, la razón de todas esas personas que dicen que tienen conflictos con la capacidad de sentir, y que son incapaces de hacerlo, se debe, sencillamente, a que no saben cómo se hace.
Sentir es una capacidad inherente al Ser Humano. No es algo que haya que aprender fuera para incorporarlo.
SENTIR se compone de emociones, de impresiones, de conmociones, de estremecimientos, de paz, de sensaciones, de delicias placenteras, de sacudidas entusiastas, de palpitaciones inexplicables, de luz, de revoluciones, de comprensión sin palabras, de éxtasis, de asombros, de alegrías y de tristezas… en fin, de estados gramaticalmente indescriptibles. Nada que se diga, nada que se piense, podría explicar lo que es sentir. Pertenece a un mundo en el que las descripciones y la mente resultan inútiles. En esto no valen las teorías ni las tesis, porque sólo sirve la experimentación.
Uno de los errores habituales que se cometen es el de conformarse al encontrar una definición que se aproxime a lo que se está sintiendo. El riesgo en estos casos es el de conformarse con la explicación, y pretender sentir con el pensamiento, cosa ilógica. Hay quien cree que si su cerebro puede explicárselo entonces la sensación es más intensa. Hay quien cree, con más fundamento, que el cerebro lo que hace es condicionar el sentimiento, asociarlo a algo similar anterior, moldearlo a su gusto en vez de dejarle ser él mismo, intelectualizarlo de modo que se vive en el cerebro y no en la parte correspondiente donde impacta ese sentimiento.
Porque cuando uno se preocupa por lo que es “sentir”, y lo que implica, parece que solamente es cuando lo que se siente es doloroso, desagradable, o cualquiera de sus sinónimos, porque cuando lo que se siente es agradable o placentero, nadie se preocupa por ello. Simplemente lo disfruta.
¿CÓMO SE DEBE SENTIR?
Sin prevenciones. Sin estar a la defensiva. Evitando esa tensión que hace estar más atento a ver cuánto daño puede hacer algo que cuánto puede beneficiar. Hay que sentirlo donde golpee o donde acaricie, tal como llegue el sentimiento, y no es preciso pasarlo por el filtro de la mente, ni calificarlo o cuantificarlo antes de que llegue a su destino y ejerza su efecto. Se debe sentir abierto a la experiencia que pueda aportar.
¿DÓNDE SE DEBE SENTIR?
En el sitio de sentir: en los sentimientos. A otros les resultará más sencillo decir que en el corazón. Para este caso es lo mismo. Es un sitio distinto de la mente. No implica razonamientos, ni definiciones, ni siquiera justificaciones. Se siente y punto. Ya sea agradable o lo contrario. Tanto si se desea como si no se desea. Los sentimientos se escapan al control mental. Otra cosa es que una mente obstinada pretenda modificarlos impidiendo que se manifiesten con naturalidad, en cuyo caso se pierde la indudable aportación que pretendía aportar ese sentimiento. Conviene permitir que se manifieste como y donde tiene que ser. Luego, después de sentirlo y permitir que se diluya por sí mismo –que es lo correcto-, es cuando empieza la responsabilidad de cada uno de aprender rápido y dejarlo ir o de persistir estancándose en ello y provocándose daño o desilusión.
¿DESDE DÓNDE NO SE DEBE SENTIR?
No se debe sentir desde el ego, por supuesto. El ego es el orgulloso que nos habita, el vulnerable, el errado que es esclavo del victimismo, el que se preocupa por las apariencias, el cobarde, el que dice que es alguien, el que critica. Sentir desde el ego es equivocarse como persona.
No se debe sentir desde la preocupación. Para sentir de verdad se necesita la máxima limpieza de ánimo y espíritu, la mayor pureza; por lo tanto, si uno ya está predispuesto a sentirse atacado y afectado por lo que haya que sentir perderá la capacidad emocional que le permitiría apreciar cuándo lo que se siente es puro o está condicionado.
No se debe sentir desde la mente. La mente interfiere en el sentir. El sentir no tiene palabras, solo entiende de emociones, y no se rige por conceptos, mientras que la mente necesita clasificarlo todo y definirlo con palabras para comprenderlo. La mente analiza –acertada o equivocadamente-, pero no siente. Es más, cuando interfiere la mente mata a los sentimientos porque les despoja de su cualidad diferencial: la de no ser algo que se pueda atrapar y reducir a palabras.
No se debe sentir desde la tensión. La tensión es un estado anímico de excitación, de impaciencia, de exaltación, y por ello provoca un ambiente en el que los sentimientos –sean los que sean- no se manifiestan en libertad sino desde un condicionamiento que les impide ser ellos mismos naturalmente. Aunque los sentimientos sean de ira o de rabia, no hay que expresarlos desde una tensión previa, sino desde su propio estado.
No se debe sentir desde los prejuicios. Y muchas personas tienen preparadas unas reacciones que aplican igualmente en cada ocasión a sentimientos que aún siendo los mismos –en cuanto a nombre-, pero dependiendo del momento y del estado de ánimo, pueden ser distintos. La misma cosa, en diferente momento y en otra circunstancia, adquiere unos matices –positivos o negativos- que hacen que sea otra cosa distinta. Conviene permitir que los sentimientos nos impacten tal como son en el momento que llegan. Personalmente, creo que la respuesta pre-programada para una agresión de cualquier tipo no ha de ser la de ofrecer la otra mejilla incondicionalmente y con una sonrisa. Así como tampoco creo que ante una situación nueva haya que aplicar una respuesta vieja.
Hay que experimentarlos sin miedo. Forman parte de la vida.
La experiencia de la vida, a fin de cuentas, es la suma de todo lo que hemos sentido a lo largo de los años. Y eso habla de la importancia de saber sentir y de permitirse sentir.
Te dejo con tus reflexiones…
Adriana – Gran interés por invertir en robots
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Señoras y señores, los robots avanzan.. En los depósitos, en los hospitales, en las grandes tiendas, en los parques industriales y en las fábricas. Su llegada, con el posible efecto devastador para el empleo público y privado, se anunció durante mucho tiempo y se ha producido.
Preparar hamburguesas es un acto repetitivo.
Las máquinas comienzan a salir de los laboratorios y la inversión en inteligencia artificial se ha convertido, paulatinamente, en el sector más prometedor del mercado financiero. Después de crecer a una tasa compuesta de 17% al año, para 2019 el mercado de los robots tendrá un valor de US$ 135.000 millones.
El sector servicios se orienta hacia una revolución robótica. La automatización, especialmente en el sector fast food, avanza a toda marcha y provoca nerviosismo en Estados Unidos. Atender un McDonald’s supo ser en un momento el primer empleo de estudiantes en busca de un poco de dinero para mantenerse.
Desde pantallas táctiles hasta robots que dan vuelta las hamburguesas en la parrilla y camiones que se manejan solos haciendo actividades totalmente automatizadas usando la tecnología que ya está a disposición.
Según un estudio reciente del McKinsey global Institute, las tres ocupaciones más grandes de Estados Unidos: vendedores de comercio, cajeros de tiendas y supermercados y trabajadores que preparan y sirven comidas, suman entre todos unos 10 millones de personas. . en este momento, la contratación de personal en esos tres sectores está en uno de sus mejores momentos, aumentó unos 12,4 millones de empleos en los últimos 73 meses. Por eso preocupa tanto el posible y tal vez inevitable reemplazo de personas por robots en el futuro cercano.
El aumento de la inversión en inteligencia artificial es un indicio claro de que estamos comenzando la era de la robótica, según expertos en inversiones.
Los últimos avances en Inteligencia Artificial, especialmente una técnica conocida como conocimiento profundo, han torcido el rumbo de la robótica desde el centro del mercado industrial hacia áreas como los autos con manejo autónomo y aumentado la preocupación por el problema del empleo.
Adriana – Robots guerreros, como se temía
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Cirujanos robots que operan el cerebro humano. Que sirven a los clientes en hoteles y restaurantes. Que hacen todas las hamburguesas de Mc Donald´s. Que reemplazan obreros en las fábricas, empleados en las oficinas, o que prestan todo tipo de servicios sin asistencia humana. No es el futuro. Está ocurriendo ya. Los pesimistas dicen que desaparecerán millones de empleos. Los optimistas aseguran que habrá otros nuevos. Pero los desplazados tendrán que aprender rápido las nuevas habilidades o permanecerán desempleados. La irrupción tecnológica es veloz y constante. Los enfoques que siguen ayudan a entender el problema.
El Nautilus se anticipó al submarino y Robocop al robot soldado. El mundo no va hacia delante: gira y gira como dice el tango. Ha vuelto la carrera armamentista. Esta vez EEUU., con dos enemigos a la vista, introduce inteligencia artificial.
Para el Pentágono ha comenzado la era de competencia entre Estados Unidos, China y Rusia, y que así como en un momento la ventaja fue dada por la tecnología nuclear (en los 50) y más tarde por los misiles autodirigidos ( en los 70) los próximos 25 años serán la era de la inteligencia artificial. Esto implica aviones, barcos y submarinos sin personal humano dentro
Los expertos del Pentágono hacen una distinción entre «inteligencia artificial estrecha· e «inteligencia artificial amplia. La primera son máquinas o drones que están autorizados a hacer determinadas acciones dentro de parámetros claramente definido. La segunda, podría ser un misil que decida por sí solo dónde y cuándo golpear. Para los próximos 10 o 15 años lo que está en proyecto es utilizar para las guerras la IA estrecha.
Para el Pentágono este sería el tercer gran salto tecnológico . El primero fueron las armas nucleares para desalentar una posible invasión soviética a Europa occidental; el segundo, el desarrollo de armas de precisión, que tanto se usaron entre los 70 y los 90, especialmente en la Guerra del desierto contra Saddam Hussein.
La posición del Pentágono y el Ministerio de Defensa es que China y Rusia está invirtiendo en las mismas tecnologías, principalmente en el sector privado al que accede cualquiera. Estados Unidos, en cambio, tiene varias ventajas. Tiene muchos aliados y sus fuerzas armadas tienen más experiencia en integrar capacidades de mar, aire y tierra. Según ellos, sus competidores no tienen esa experiencia.
La historia es la de siempre, los enemigos temen que del otro lado estén desarrollando las armas de siguiente generación (esta vez armas que actúen solas) y entonces invierten cada vez más para superarse unos a otros.
El subsecretario de Defensa Robert Work dijo que el Pentágono todavía no ha solucionado el tema de las máquinas autónomas pero sigue estudiando. El ejército norteamericano ha creado una fuerza que confía fuertemente en el poder de decisión de sus tropas, pero que los «regímenes autoritarios» pueden encontrar armas que actúen en forma independiente más atractivas porque consolida la capacidad para tomar decisiones entre un puñado de líderes, dijo.
«Nosotros no vamos a delegar autoridad letal a una máquina para que tome una decisión», dijo Work. «El único caso en que sí delegaremos autoridad a una máquina es en casos en que se necesite actuar más rápido que en el tiempo que toma la reacción humana, como una guerra electrónica o ciberguerra».
Adriana – He dejado de dar explicaciones a quien entiende lo que quiere
Psicologia/Valeria Sabater
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No vivas dando explicaciones por cada cosa que haces: es una fuente de estrés innecesaria. No hay necesidad de justificar tu forma de ser a quienes ya te juzgan solo por ser diferente, por ser único. Quien te quiere, te respeta. Así que evita caer en la cultura del “que dirán” y protege tu intimidad, tus esencias.
Algo que caracteriza a la sociedad actual es que existen cánones para todo: desde el aspecto físico hasta lo que se considera como “biológicamente” normal, como casarnos, tener hijos, etc. La presión social e incluso hasta la familiar, nos obliga a menudo a tener que dar explicaciones por cada cosa que hacemos (o que decidimos no hacer).
Practica la libertad personal y el arte de la asertividad. Deja de dar explicaciones sobre cada todo lo que haces: quien te quiere no lo necesita y quien no te respeta entenderá lo que quiera.
Algo importante, que deberíamos empezar a hacer hoy mismo, es reflexionar sobre el número de veces en que nos justificamos ante los demás. Hacerlo en exceso es caer en incoherencias, sufrimientos y sobrecostos innecesarios. Tú eres tu propio juez y tienes derechos asertivos para decir: “no, no te voy a dar explicaciones porque no te incumbe en absoluto”.
Dar explicaciones: una fuente de estrés
En un interesante artículo publicado en el espacio “Pshycology Today” nos explican que las personas debemos aprender a hacer frente a todas esas personas que se atreven a cuestionar nuestras “decisiones vitales”.
– ¿Cómo es que aún no te has casado?
– ¿Cuándo vas a sentar la cabeza y a encontrar un buen trabajo?
– ¿Por qué no tenéis otro niño?
Lo más complejo de estas situaciones, es que los jueces que valoran nuestras decisiones o “no acciones” son precisamente los parientes más cercanos, de ahí, que la presión y la sensación de estrés sea más elevada.
Razones que nos obligan a tener que dar explicaciones
Para comprender un poco mejor las fuentes de sufrimiento más comunes, es necesario tener en cuenta estas dimensiones en las que todos nos podemos ver identificados.
Un error muy común en el que solemos caer, es que nos condicionamos con la estresante necesidad de diseñar nuestra existencia buscando el agrado de los demás (y en especial hacia nuestras familias).
Otro aspecto a tener en cuenta es que hay quien ha hecho de su vida personal una tribuna pública, donde cada acto, elección o pensamiento debe ponerse en voz alta para encontrar aceptación. Es algo que vemos a menudo en nuestras redes sociales: “un like” es un refuerzo positivo con el cual sentirse bien tras publicar un pensamiento o una foto.
El miedo al “qué dirán” sigue muy presente en la actualidad. Hay quien se ve con la necesidad de justificar cada cosa que hace para no “romper” ese círculo del control donde actuar o no dar explicaciones es ser señalado como diferente.
Aplica en tu vida la siguiente regla: haz las cosas antes que hablar de ellas, porque las cosas, al hacerse, hablan por sí mismas y no necesitan explicaciones.
Nuestros derechos asertivos
En un estudio llevado a cabo en la Universidad de Ohio (Estados Unidos) y publicado en la revista “Behavior modification” nos explican que el simple hecho de desarrollar y aplicar estrategias asertivas, mejora nuestra salud y la calidad de nuestras relaciones sociales.
Todos nosotros tenemos derechos asertivos, es decir, puedes y debes tener tus propias opiniones y creencias, con derecho a evaluar tus sentimientos y conductas, y a aceptarlos como válidos aunque los demás no los vean bien o no los acepten.
Aprende a ser asertivo: no siempre es útil dar explicaciones
Ahora bien… ¿Cómo interiorizar y aplicar estos pilares en nuestra realidad más próxima? Te invitamos tomar nota:
Tienes derecho a dar o a no dar explicaciones: los verdaderos responsables de lo que hacemos, sentimos o elegimos, somos nosotros mismos. Si los demás nos quieren y respetan, no necesitan nuestras justificaciones.
Establece límites de forma diplomática: cuando un familiar, por ejemplo, insiste en que le des una explicación sobre algo que no le incumbe pon límites con cortesía y usa siempre frases cortas: “es mi decisión”, “porque me gusta así, “porque estoy contento con mi vida”.
Asume que a veces dar explicaciones no sirve de nada: es algo que debemos aceptar porque hay quien entiende lo que quiere, y a menudo, la demanda de una explicación ya es de por sí una crítica o un modo de humillar. Aprende a ignorar las críticas vacías y no te estreses. Evita el sufrimiento inútil.
Antes de dar una explicación piensa si lo que vas a decir contribuirá a mejorar algo, a solucionar o a prevenir un aspecto en concreto. Si no es así, no te preocupes, sonríe y limítate a guardar silencio.
Adriana – El desafío del presente y la sabiduría ancestral
Pablo Rego.
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El desafío del presente: aplicar sabiduría ancestral en el mundo moderno
Ser espirituales en el mundo contemporáneo viene de la mano de la aceptación e integración de un entorno del que es imposible escapar. Adoptar y aplicar las antiguas filosofías en el mundo moderno es el mayor desafío del despertar de la consciencia para el ser humano contemporáneo.
A partir de las transformaciones que está sufriendo el mundo y las sociedades humanas, en muchas ocasiones se presenta una gran contradicción filosófica que confronta a la realidad desde la que intentamos desarrollar nuestras vidas cotidianas con el conocimiento de unos valores que ha surgido en otro tiempo, en un contexto muy diferente.
Las filosofías que respaldan y contienen las disciplinas antiguas, como el yoga, han sido expresadas en tiempos remotos en los que, si bien el ser humano estaba constituido casi completamente como en el presente, el medioambiente y el estilo de vida eran completamente diferentes.
Las escrituras sagradas a las que nos referimos en muchas oportunidades como los Vedas en la cultura originada en India o en otras, como el taoísmo u otros textos sagrados de la era chamánica del ser humano, fueron escritos en tiempos en los que tanto el mundo exterior como el interior humano se desarrollaban más lentamente, en el que el ejercicio de la contemplación resultaba más natural y accesible.
Dormidos y despiertos hubo siempre. Conscientes y seres que viven en las sombras también. El mundo material fue siempre el desafío del ser humano en la experiencia de tercera dimensión. Pero, en la época en la que hubo tiempo de contemplar hasta el punto de crear grandes sistemas filosóficos, lo permanente e impermanente se observaba más claramente; el tiempo de la observación era acompañado por la lentitud y la baja intensidad de la vida cotidiana. Muchos textos que hoy podemos leer en unos pocos días eran compuestos durante varias generaciones.
Por ello es que aquellos textos gozan de una gran vigencia y muchos de los valores acuñados en aquel entonces siguen hoy intactos y no han sido modificados. El ser humano fue hacia la inmediatez y difícilmente, en la actualidad, podría ser construido el devenir de una idea que se continuara de manera natural hasta ser expresada tan perfectamente como antaño.
El desafío
Dados estos cambios en el entorno humano, con dos o tres mil años de distancia entre los sabios del pasado y los seres que se abren a la consciencia en este tiempo, dada la falta de nuevos paradigmas y sistemas filosóficos tan potentes y únicos como los expresados en la antigüedad, existe un retorno a aquellas ideas que intentamos aplicar a la vida que nos toca concretar en el presente.
Y es en la aplicación de los viejos valores que nos encontramos hoy con uno de los mayores desafíos.
La percepción del tiempo ha cambiado completamente. Aislarnos del mundo o de algún sistema social es, sino imposible, casi imposible. Desapegarnos completamente de lo material es tan dificultoso como pretender desconocer millones y millones de datos que nos llegan desde las más diversas fuentes, tangibles e intangibles.
Por ello es que a la ya dificultosa tarea de aplicar los valores trascendentes de nuestros ancestros, en la actualidad, se suma la tarea de incorporar indefectiblemente una porción del mundo material e intentar sutilizar parte de la materia para elevarnos espiritualmente con ella, como si fuera un apéndice de nuestro cuerpo.
Antes, estaba claro que apartarse del mundo material era un camino certero hacia el desarrollo espiritual. Hoy, la manera contemporánea de relacionarnos con la tercera dimensión, implica soltar lo justo y utilizar lo necesario, no dejarnos arrastrar por las cosas, pero utilizar algunas para desarrollarnos.
Los sistemas imperantes en el mundo actual nos empujan a mantener ciertos mínimos de relación con actividades materialistas que debemos aprender a elevar a la categoría de espirituales.
Los “trabajos”, oficios o empleos deben formar parte de nuestro mundo espiritual. La aplicación de los conocimientos antiguos debe ser adaptada al mundo moderno. La práctica del yoga, la meditación o cualquier otra actividad relacionada con el desarrollo de la consciencia, deben coexistir en armonía con nuestras necesarias actividades cotidianas.
El desafío está en el equilibrio. Los despiertos, los inquietos de la consciencia, los nuevos sabios forman parte del mundo con todo lo que ello implica hoy. Ésta es la mayor dificultad a trascender en este tiempo ya que la opción de aislarnos es cada vez menos probable y la sutilización de nuestro ser, su elevación espiritual, viene aparejada con la relación que tengamos con el mundo material que nos rodea.
Pablo Rego
Adriana – Julio Bocca – Mambo Suite
https://www.youtube.com/watch?v=iTJPPfcHaY8
https://www.youtube.com/watch?v=4nlIxJlsv2Y&feature=em-subs_digest
Adriana – El miedo a sufrir es peor que el propio sufrimiento
Arantxa Alvaro Fariñas
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Emilio Duró en una de sus conferencias más conocidas llamada “Optimismo e ilusión” dice que el 99% de todo lo que nos preocupa son cosas que nunca han pasado ni pasarán. Si lo pensamos con detenimiento, es cierto, porque gran parte de nuestro sufrimiento y de sus causas están dentro de nuestro cerebro, y lo que realmente ocurre es que tenemos miedo a sufrir.
El miedo es una reacción muy humana, que forma parte de nuestro instinto de supervivencia natural, pero en ocasiones nos traiciona porque se activa ante situaciones en las que no hay un verdadero peligro. Es en esas situaciones en las que tenemos que aprender a controlar nuestros temores.
“Todo lo que siempre has querido está al otro lado del miedo”
-George Adair-
Tendemos a sufrir más ante la sola idea del sufrimiento que ante una situación que puede dar lugar a un sufrimiento real. Muchas personas temen amar o enamorarse, por miedo a sufrir después, y se esconden tras una coraza sin darse cuenta de que de esa forma no pueden ser ellas mismas, ni conocer el amor.
Cómo funciona el miedo en nuestro cerebro
Para saber cómo funciona el miedo en el cerebro, se llevó a cabo un experimento por científicos del Centro de Salud Mental de la Universidad de Texas en Dallas (EEUU). Contaron con la participación de 26 adultos (19 mujeres y 7 hombres) con edades comprendidas entre los 19 y los 30 años.
El experimento consistió en mostrar a los participantes 224 imágenes al azar, entre las que había imágenes reales (divididas en imágenes de peligro y situaciones agradables) e imágenes irreales sin ningún indicador que diferenciara a las imágenes de las dos categorías.
Se les pidió a los participantes que apretaran un botón con el dedo índice derecho cuando vieran una foto real y que presionaran otro botón con el dedo medio derecho cuando vieran fotos irreales y se midieron los resultados mediante electroencefalografías.
“Nos envejece más la cobardía que el tiempo, los años solo arrugan la piel, pero el miedo arruga el alma”
-Facundo Cabral-
Los resultados del electroencefalograma revelaron que las imágenes amenazantes provocaban un aumento precoz de actividad de ondas theta del lóbulo occipital (el área del cerebro donde se procesa la información visual).
A continuación, se producía un aumento de actividad theta en el lóbulo frontal (donde se producen las funciones mentales superiores tales como la toma de decisiones y la planificación). De la misma forma, también se identificó un aumento en las ondas beta relacionadas con el comportamiento motor.
Por lo tanto, en base a todo lo anterior, se llegó a la conclusión de que el cerebro da prioridad a la información amenazante sobre otros procesos cognitivos y el experimento realizado nos muestra cómo sucede este proceso en el cerebro.
Elige dejar de tener miedo a sufrir
Para dejar de tener miedo a sufrir no existen fórmulas mágicas, no hay una forma en la que podamos dejar de sufrir y olvidarnos de todo, pero sí existen determinadas reflexiones que podemos hacer y que nos ayudarán a dejar de lado ese temor, tan irracional a veces.
Elegir no tener miedo significa gestionar nuestras emociones y lograr que no nos dominen, conocernos y elegir estar bien y en paz con nosotros mismos. Para ello es importante pasar por un proceso en el que reflexionemos sobre lo que sentimos y por qué lo sentimos.
Identifica el sufrimiento
Para luchar contra el miedo a sufrir, es esencial no caer en la negación y ser conscientes de que sufrimos. En este sentido, para lograr una visión objetiva, podemos observarnos a nosotros mismos y darnos cuenta de qué pensamos, cómo lo pensamos y qué hacemos.
Pero además de esa observación interna, es necesaria una observación externa, mira tu cuerpo y observa qué te está intentando transmitir. Se trata de preguntarte: ¿qué te dice tu cuerpo? Escucha a tu cuerpo e identifica ese sufrimiento.
Elige dejar de sufrir
Una vez realizado el análisis interno y externo de nosotros mismos, es hora de elegir dejar de sufrir. Para ello, podemos comenzar con dejar de lado pensamientos negativos que solemos tener como: “No puedo superar esto”, “Me lo merezco”, “No tengo tiempo”, “No vale la pena”.
“Una gota de pura valentía vale más que un océano cobarde”
-Miguel Hernández-
Junto con esos pensamientos negativos también es importante superar creencias limitantes que solemos tener arraigadas como que “sufrir por amor es la manera más elevada de mostrar amor verdadero.” Dejar de lado pensamientos negativos y creencias limitantes, es un paso esencial para que el sufrimiento no nos invada y elegir la felicidad.
Expresa lo que sientes
Es habitual que sintamos miedo a sufrir y que además tengamos miedo a exteriorizarlo por lo que puedan pensar otras personas, pero expresar nuestros miedos más profundos es lo que nos hace valientes y honestos, con los demás y con nosotros mismos.
Decir lo que sentimos, ponerle palabras al miedo es un acto que requiere un gran coraje pero que nos hará romper las barreras que nos limitan y descargarnos del peso de lo que nos hace sufrir y no nos permite disfrutar de todo lo bonito que hay en la vida.
Arantxa Alvaro Fariñas
Adriana – Aprende a confiar en lo que está sucediendo
Psicologia/Valeria Sabater
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¿Cómo confiar en lo que está sucediendo si mi realidad está llena de tensiones, de miedos e infelicidades? Tomando conciencia. No se trata sólo de saber identificar a esos enemigos exteriores que nos hacen daño, a esos tiburones que nadan en mares revueltos…
Si no de saber conectarnos con nosotros mismos para recuperar la confianza, para aferrarnos un poco menos a las preocupaciones, y permitirnos ser más libres, soltar y tomar plena conciencia del aquí y ahora, integrándonos en nuestro ser más interno.
Aprende a confiar en lo que está ocurriendo. Si hay silencio, déjalo aumentar, algo surgirá. Si hay tormenta, déjala rugir, se calmará.
El TAO
Sabemos que no siempre es fácil conseguirlo. Cuando uno tiene muchas responsabilidades y no cabe la oportunidad de poder liberarnos de todo, debemos aprender a establecer prioridades.
Lo que sucede en estos mismos momentos es por algo, en tus manos está marcar el rumbo de tu destino siempre y cuando sepas confiar en ti mismo, y en la certeza de que pueden llegar cosas maravillosas.
Cómo practicar el arte de la no resistencia
Puede que en alguna ocasión ya hayas oído hablar de la estrategia de no resistirnos. Ahora bien, es importante que definamos un poco más esta idea para no caer en equívocos.
Practicar la resistencia es aferrarnos. Es apegarnos al sufrimiento, a los focos de estrés, a las relaciones tóxicas. El arte de la no resistencia, por su parte, nos enseña a fluir, a no quedar amarrados a lo que nos hace daño.
– La “no resistencia” no supone en absoluto dejarnos llevar por donde los demás quieren o por donde la vida opte arrastrarnos sin que nosotros tengamos opción de decidir.
– Quien se resiste, muchas veces se opone al cambio y deja de confiar en sí mismo, e incluso cierra las puertas a nuevas oportunidades.
A menudo suele decirse que las personas gastamos múltiples energías en cosas inútiles o que nos hacen daño:
Enfocar gran parte de nuestro tiempo en un trabajo que nos hace infeliz descuidando a la familia, ofrecer nuestra vida a una pareja que nos ofrece infelicidad y a quien no nos atrevemos a dejar por miedo o indecisión…
Practicamos muy poco esa escucha interna, esa comunión con nosotros mismos para atender nuestra necesidades más intimas y descubrir qué sucede de verdad en nuestro interior.
Sabes muy bien qué pasa ahora mismo a tu alrededor, así que párate un momento a reflexionar sobre estos aspectos:
¿Hay algún tipo de tormenta en tu mente? ¿Te sientes perdido, enfadado, frustrado quizá? Identifica tus necesidades
Ahora que ya has identificado esas emociones negativas, no te aferres a ellas. No pongas resistencia y permítete liberarte de ellas. Si cambias tus pensamientos, cambiará tu voluntad y con ella tu realidad. Debes confiar en ti mismo.
Cómo aprender a confiar en lo que está ocurriendo
En primer lugar debes ser consciente de que en ti mismo, existe mucha más fuerza de la que crees, y que además, dispones de muchas estrategias de afrontamiento de las que en ocasiones, no eres consciente.
Debes dejar a un lado los miedos heredados, a las cosas y personas que van a vienen. A veces, no se trata de entender sino de sentir, confiar en lo que de verdad importa: vivir el aquí y ahora.
1. El reconocimiento
El primer paso para aprender a confiar en lo que sucede a tu alrededor es reconocer todo lo que te envuelve, tus circunstancias y las personas que te rodean.
Yo reconozco tu forma de ser, y me doy cuenta que es incompatible con la mía.
Reconozco que las circunstancias que hemos creado entre los dos son dañinas.
Reconozco que hay dolor, lo vivo, lo siento y me doy cuenta de que debo reaccionar.
2. La responsabilidad
Ser responsable supone en primer lugar tomar las riendas de la situación, y después y no menos importante: no culpar a nadie de lo que ocurre.
Si yo busco culpables lo más probable es que genere rabia, y si hay rabia vuelve a existir resistencia y quedaremos cautivos de nuestras propias emociones negativas.
– Actúa de forma responsable sin buscar culpables de lo ocurrido, ni aún menos a ti mismo. Debemos evitar pesos internos.
– Ahora que ya has reconocido la situación, sabes que debes actuar con responsabilidad. Es hora de dar una respuesta creativa, de ir a la acción.
Trasforma tu realidad para que sea mejor.
3. Avanzar sin actitudes defensivas
Volvamos una vez más a la imagen de la tormenta. Cuando lo que sucede ahora mismo es que se ha desencadenado un fuerte aguacero cargado de vientos y truenos, hemos de evitar actuar como esa rama que busca mantenerse firme y en actitud defensiva ante los elementos.
¿La razón? Lo más probable es que acabe doblada, rota o arrancada a causa de la tormenta. ¿Qué significa esto?
– Las actitudes defensivas suelen estar muy envenenadas por el rencor y la desconfianza. Te impedirán ser libre.
Se trata de confiar en uno mismo y en el momento presente. Sin cargas a la espalda, sin resentimientos, permitiendo que la vida se suceda y nosotros con ella, en plena armonía.
Valeria Sabater
Adriana – Hay un juez llamado tiempo que pone a todos en su lugar
Psicologia/Valeria Sabater
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Todos nosotros somos libres de nuestros actos pero no de las consecuencias. Un gesto, una palabra o una mala acción ocasionan siempre un impacto más o menos perceptible, y aunque no lo creamos, el tiempo es un juez muy sabio. A pesar de no dar sentencia de inmediato, siempre suele dar la razón a quien la tiene.
El célebre psicólogo e investigador Howard Gardner, por ejemplo, nos sorprendió hace poco con uno de sus razonamientos: “una mala persona nunca llega a ser un buen profesional”. Para el “padre de las inteligencias múltiples” alguien guiado únicamente por el interés propio nunca alcanza la excelencia y esta es una realidad que también suele revelarse en el espejo del tiempo.
Cada uno cosecha lo que siembra y, aunque muchos sean libres de sus actos, no lo son de las consecuencias porque, tarde o temprano, ese juez llamado tiempo dará la razón al que la tiene.
Es importante tener en cuenta que aspectos tan comunes, como un tono de voz despectivo o el uso excesivo de burlas e ironías en el lenguaje, suelen traer serias consecuencias en el mundo afectivo y personal de las víctimas que lo reciben. El no ser capaz de asumir la responsabilidad de dichos actos responde a la falta de madurez que, tarde o temprano, trae consecuencias.
Te invitamos a reflexionar sobre ello.
El tiempo, ese juez tan sabio
Pongamos un ejemplo: visualicemos a un padre educando con severidad y ausencia de afecto a sus hijos. Sabemos que ese estilo de crianza y educación traerá consecuencias, sin embargo, lo peor de todo, es que este padre busca con estas acciones ofrecer al mundo personas fuertes y con un determinado estilo de conducta. No obstante, lo que conseguirá probablemente es algo muy diferente de lo que pretendía: infelicidad, miedo y baja autoestima.
Con el tiempo, esos niños convertidos en adultos, dictaran sentencia: alejarse o evitar a ese padre, algo que tal vez, esta persona no llegue a entender. La razón de ello está en que muchas veces quien hace daño “no se siente responsable de sus actos”, carece de una adecuada cercanía emocional y prefiere hacer uso de la culpa (mis hijos son desagradecidos, mis hijos no me quieren).
Una forma básica y esencial de tener en cuenta que todo acto, por pequeño que sea, tiene consecuencias, es hacer uso de lo que se conoce como “responsabilidad plena”. Ser responsable no significa solo asumir la culpa de nuestras acciones, es entender que tenemos una obligada capacidad de respuesta hacia los demás, que la madurez humana empieza haciéndonos responsables de cada una de nuestras palabras, actos o pensamientos que generamos para propiciar nuestro bienestar y el de los demás.
La responsabilidad, un acto de valentía
Entender que, por ejemplo, la soledad de ahora es consecuencia de una mala acción del pasado es sin duda un buen paso para descubrir, que todos estamos unidos por un finísimo hilo donde un movimiento negativo o disruptivo, trae un como consecuencia un nudo o la ruptura de ese hilo. De ese vínculo.
Procura que tus actos hablen más que tus palabras, que tu responsabilidad sea el reflejo de un alma; para ello, procura tener siempre buenos pensamientos. Entonces, ten por seguro que el tiempo te tratará como mereces.
Es necesario tener en cuenta que somos “propietarios” de gran parte de nuestras circunstancias vitales, y que una forma de propiciar nuestro bienestar y de aquellos que nos rodean es mediante la responsabilidad personal: todo un acto de valentía que te invitamos a poner en práctica a través de estos sencillos principio.
Claves para tomar conciencia de nuestra responsabilidad
El primer paso para tomar conciencia de “la responsabilidad plena” es abandonar nuestras islas de recogimiento en las que focalizamos gran parte de lo que acontece en el exterior en base a nuestras necesidades. Por ello, esta serie de constructos son adecuados también para los niños. Utilizándolos con ellos podemos enseñarles que que sus actos, tienen consecuencias.
Lo que piensas, lo que expresas, lo que haces, lo que callas. Toda nuestra persona genera un tipo de lenguaje y un impacto en los demás, hasta el punto de crear una emocionalidad positiva o negativa. Hemos de ser capaces de intuir y ante todo, de empatizar ante quien tenemos delante.
Anticipa las consecuencias de tus actos: sé tu propio juez. Con esta clave no nos estamos refiriendo a caer en una especie de “autocontrol” por el cual llegaremos a ser nuestros propios verdugos antes de haber dicho o hecho nada. Se trata solo de intentar anticipar qué impacto puede tener una acción determinada en los demás y, en consecuencia, también en nosotros mismos.
Ser responsable implica comprender que no somos “libres” del todo. La persona que no ve límite alguno en sus actos, en sus deseos y sus necesidades, practica ese libertinaje que, tarde o temprano, también trae consecuencias. La recurrida frase de “mi libertad termina donde empieza la tuya” adquiere aquí su sentido. No obstante, también es interesante intentar propiciar la libertad y el crecimiento ajeno, para de este modo, alimentar un círculo de enriquecimiento mutuo.
Vale la pena ponerlo en práctica.
Adriana – Sientes rabia y no sabes por qué
Psicologia/Edith Sánchez
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Es una especie de molestia que se manifiesta en tu estado de ánimo, pero también en tu cuerpo. Experimentas fastidio. Te da calor y puedes sentir cierta pesadez en la cabeza. También es posible que experimentes tensión en la garganta y algo de opresión en el pecho. Es la rabia, que te asedia y a veces no sabes exactamente por qué.
Cuando la ira nace a partir de un estímulo concreto, como un acto ofensivo o una situación desagradable, es mucho más sencillo trazar una conducta a seguir. Tienes la alternativa de armar una bronca, digerir lo ocurrido y dejarlo pasar o manejar civilizadamente el asunto. Pero cuando la rabia no se dirige a algo o a alguien específicamente, sino que simplemente impregna de fastidio todo tu mundo emocional, es más difícil mantenerla bajo control.
“Aferrarse a la rabia es como agarrar un carbón ardiendo con la intención de tirarlo a alguien; eres tú quien te quemas.” -Buda-
En principio, la ira es una emoción positiva, en la medida en que permite oponer resistencia a circunstancias que son frustrantes o amenazantes para ti. Se trata simplemente de una reacción de defensa o ataque, que permite reafirmar a una persona. Pero cuando esa rabia se vuelve sorda y constante, cuando se convierte en una irritabilidad permanente y te hace estallar hasta por eventos insignificantes, es necesario revisar qué pasa.
La rabia que persiste y se retroalimenta
Todos conocemos personas que parecen estar enojadas constantemente. Se les ve tensas y notablemente preocupadas cada día, sin importar si hay hechos positivos o negativos a su alrededor. Parecen ser inmunes a lo que ocurre en su entorno, porque igual permanecen enfadados. Se les dice que son como “una chispa” y que al menor estímulo desagradable, desatan un incendio de grandes proporciones.
¿Qué pasa en esas personas que sienten rabia y no logran especificar por qué? Por lo general se trata de individuos con un aprendizaje equivocado: creen que desatar un conflicto es una vía eficaz para lograr sus propósitos. Como les cuesta tolerar y entender a quienes piensan o actúan de manera diferente a ellos mismos, se enojan y les reclaman a los demás por no hacer las cosas como ellos piensan que deberían hacerlas, con o sin razón.
Para los enfadones crónicos hay una sola forma de vivir, una sola forma de sentir y una sola forma de actuar: la que ellos llaman “correcta”. Sienten que deben reaccionar con ira cuando “pillan” a alguien haciendo algo que “no corresponde”. No soportan la sensación de caos en el mundo, porque, muy probablemente, ellos mismos experimentan un caos interior, que solo pueden mantener a raya siendo “psicorígidos”.
También suele tratarse de personas con dificultades para expresar sus emociones. Es frecuente que repriman lo que hay en su interior y que solo sean capaces de expresarlo mediante un estallido de rabia. Esa emoción les da el impulso necesario para decir lo que habían callado. Por eso mismo, sus palabras están sobrecargadas y casi siempre representan una visión exagerada o demasiado extrema de una situación.
Un monstruo que termina devorando a su creador
Hay momentos en los que el enfado es realmente un factor que ordena, que pone límites y que evita males mayores. Una buena verdad, dicha a tiempo y “sin anestesia”, permite poner “los puntos sobre las íes” y detener alguna circunstancia nociva.
Lo ideal sería que siempre tuviéramos el suficiente control para decir todo con exactitud y mesura. Pero esto no siempre es así, nuestro cerebro instintivo y emocional es mucho más antiguo que el racional y no podemos evitar que de manera excepcional tome el control. De hecho es bueno que a veces quienes nos rodean se den cuenta de que también tenemos nuestro carácter.
Pero en el caso de esa irritabilidad constante, en lugar de propiciar una situación saludable, lo que se puede desencadenar es una dinámica que termina atentando contra el propio bienestar del “enfadon”. Lo que quiere es orden, “corrección”, o como quiera llamársele. Pero lo que obtiene con sus gritos y sus reclamos desencajados es todo lo contrario: más desorden, más errores y menos soluciones.
Este tipo de personas terminan impregnando todas sus relaciones de tensión y conflicto. Más tarde o más temprano, siempre termina uno recibiendo aquello que da. Así que es muy probable que el “enfadon” se convierta en víctima de su propio invento. Los demás se tornan más exigentes e intolerantes con él y permanecen predispuestos de manera negativa ante su presencia. Se vuelve alguien que fastidia, que constantemente es también puesto en tela de juicio, que no se soporta.
Es muy frecuente que esa irritabilidad constante esté acompañada de depresión y de ansiedad. Tristeza por la frustración que implica el sentirse impotente ante la imposibilidad de lograr que todo funcione como él desea. Ansiedad, por la misma razón y por los múltiples conflictos en los que se ve envuelta la persona.
Al final del día, este tipo de actitudes solo son una forma de desperdiciar lo mejor de la vida. Es claro que si sientes rabia constantemente, terminas sin saber por qué y esto te bloquea, necesitas algo más que un nuevo propósito. Lo que requieres es ayuda profesional.
Edith Sánchez
Adriana – No eres más porque te alaben, ni menos porque te critiquen
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Durante gran parte de nuestra vida hemos asociado nuestra valía como personas a lo que piensan los demás sobre nosotros. En realidad no es extraño si tenemos en cuenta que de pequeños aprendimos que para ser aceptados debíamos cumplir ciertas normas, hacerle caso a ciertas personas y adaptarnos a ciertas situaciones. Nos gustara o no. Nuestra opinión y gustos poco peso tenían en la ecuación.
Así fuimos formándonos la imagen que tenemos de nosotros mismos, una imagen que depende, en gran medida, de los otros. Por eso, los elogios nos hacen sentir tan bien y las críticas nos hacen sentir tan mal. Detrás de esas sensaciones en realidad se esconde una profunda creencia que fue sembrada en nuestra infancia: nuestro valor depende de los demás, son los otros quienes deciden.
Obviamente, se trata de una falacia que ya había descubierto Thomas de Kempis en el siglo XV cuando afirmó que no eres más porque te alaben ni menos porque te critiquen. Somos personas completas, las opiniones de los demás son solo eso, opiniones, no determinan nuestro valor.
Somos adictos a los elogios, ergo nos afectan las críticas
De cierta forma, la necesidad de aprobación sienta sus bases en el deseo de ser elogiados, un deseo que, según un estudio llevado a cabo en el University College London y la Aarhus University, se encuentra grabado en nuestro cerebro.
Estos psicólogos notaron que cuando las personas eran elogiadas por sus decisiones, se activaba el estriado ventral, un área vinculada con la recompensa. Y mientras más validación recibían de los demás, mayor era esa activación.
En otras palabras, los elogios nos hacen sentir bien y desatan un mecanismo similar al que se produce en las adicciones. De hecho, estos psicólogos apreciaron que cuando recibimos aprobación social se activa una red neural casi idéntica a la que se encuentra en la base de las adicciones. Por tanto, es como si estuviéramos “cableados” de forma natural para buscar la aceptación.
Por supuesto, hay personas en las que esta conexión no es tan intensa. Es probable que en su infancia no se hayan visto “obligadas” a buscar constantemente la aprobación de los demás o que hayan hecho un gran trabajo de crecimiento personal en su adultez que les haya permitido desligarse de esa necesidad de aceptación. En esos casos, la conexión es mucho más débil y, por tanto, la sensación de bienestar cuando se recibe un elogio también lo es.
Obviamente, el hecho de que estemos “programados” para buscar la aprobación del grupo también implica que las críticas nos duelen ya que, de cierta forma, son una señal de rechazo. Y el rechazo social activa las mismas áreas en el cerebro que el dolor físico, por lo que es normal que deseemos evitarlo.
Sin embargo, debemos tener claro que tanto los elogios como las críticas son solo opiniones, no son una medida de nuestra valía como personas.
¿Podemos hacer oídos sordos?
Somos seres sociales y no podemos hacer nada para cambiarlo. De hecho, ni siquiera deberíamos intentarlo porque las relaciones con los demás nos nutren y nos permiten crecer. La clave consiste en comprender que los juicios de los demás sobre nosotros representan una visión limitada y solo expresan su idea de cómo deberíamos comportarnos o qué decisiones deberíamos tomar.
Aún así, no estamos obligados a seguir ese esquema, sobre todo si esas opiniones nos restan valor. Podemos escuchar, reflexionar y descartar una opinión si ésta nos daña o nos encumbra artificialmente.
De hecho, en muchos casos puede ser más dañino un elogio desmesurado que una crítica. Los elogios excesivos y sin sustancia pueden hacer que nos formemos una imagen errónea de nuestras capacidades, lo cual nos puede llevar a tomar decisiones precipitadas y poco objetivas de las que más tarde nos arrepentiremos.
Por eso, es importante proteger nuestra valía. Recuerda que las personas más infelices son aquellas que se preocupan demasiado por lo que piensan los demás. Imagina que eres un pintor y que a tu alrededor hay personas que elogian o critican el cuadro. Puedes escuchar sus opiniones y tenerlas en cuenta pero al final lo más importante es que hayas disfrutado del acto de pintar y que te satisfaga el resultado. Y eso solo lo lograrás si miras dentro de ti y sabes lo que deseas.
Sin duda, se necesita mucha fuerza, pero debes recordar que tu valor depende solo de ti. Solo tú conoces tus sueños, sabes lo que es verdaderamente importante para ti y puedes valorar el esfuerzo que has tenido que hacer a lo largo del camino. No dejes que las opiniones de los demás desvirtúen tu esencia o te aparten del camino que desearías recorrer.
Jennifer Delgado
Adriana – Los satélites Swarm constatan una variación acelerada del campo magnético de la Tierra
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Está cambiando su orientación y se debilita a un ritmo mayor de lo esperado
El campo magnético terrestre es el campo magnético que se extiende alrededor de toda la Tierra (desde el núcleo hasta magnetosfera), y su existencia es conocida (en uno u otro sentido) desde hace siglos, gracias al uso de las brújulas como método de orientación.
El campo magnético terrestre que nos protege de la radiación solar y de los rayos cósmicos está cambiando su orientación y debilitándose a un ritmo mayor de lo esperado, han revelado los datos del trío de satélites Swarm de la Agencia Espacial Europea (ESA). En caso de que la fuerza este campo se redujese, partículas cargadas procedentes del Sol y los rayos cósmicos podrían penetrar en la atmósfera de la Tierra.
Simulación por computadora de las líneas del campo terrestre en un periodo estándar entre inversiones (azules cuando el campo apunta hacia el centro y amarillas cuando apunta hacia fuera); el eje de rotación de la tierra está centrado en la vertical; la densa agrupación de líneas corresponde al interior del núcleo terrestre.
Este campo magnético se genera por la diferencia de temperatura entre el núcleo externo de la Tierra (compuesto principalmente por hierro líquido y con un campo magnético débil), y el manto terrestre.
Comentario: No debemos olvidar el factor del universo eléctrico, nuestro Sol como condensador eléctrico interactúa con los demás planetas y su campo magnético, modificando su forma, intensidad y orientación. Además también cabría considerar la hipótesis de la estrella marrón, gemela del sol, que carga y descarga al condensador solar y por ende a los otros planetas del sistema solar.
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Los verdaderos orígenes de la teoría del cometa eléctrico
A esto se suma que la rotación de la Tierra crea corrientes eléctricas que modifican continuamente el campo electromagnético (como consecuencia del conocido como efecto dinamo).
Un ‘imán’ cuyos polos se mueven
Podemos imaginarnos el campo magnético de la Tierra como el campo que produce un dipolo magnético, es decir, un imán con un polo positivo y un polo negativo.
Estos polos se corresponderían actualmente, con una diferencia de unos pocos grados, con el Polo Norte y el Polo Sur de nuestro planeta.
Pero estos polos no siempre han estado ahí ni estarán ahí para siempre, ya que se desplazan con el tiempo. La causa de este desplazamiento es que el campo magnético no es estático, y además hay distintos efectos que lo pueden alterar. De esta forma, varían su fuerza, su orientación y su polaridad.
Incluso puede darse el caso de que los polos terrestres se inviertan, como ya ha sucedido en el pasado. Se calcula que esto sucede a intervalos irregulares de alrededor de 300.00 años de media, aunque hace ya 780.000 años que tenemos la misma configuración, en la que el polo sur magnético se encuentra cercano al Polo Norte geográfico, y viceversa.
El campo magnético protege a la Tierra
Uno de los efectos de la existencia del campo magnético terrestre es que este modera el clima y nos protege de cierto tipo de radiación externa.
Alrededor de nuestro planeta, hay una zona llamada magnetosfera, que está formada por la interacción del campo magnético terrestre y el viento solar.
Esta capa protege a la Tierra de la radiación, principalmente de ese viento solar (formado por partículas cargadas eléctricamente y con altas energías), pero también de los rayos cósmicos que inciden sobre el planeta.
Asimismo, cuando la magnetosfera desplaza la radiación solar incidente, se produce el fenómeno de las auroras boreales, muy llamativo.
En caso de que la fuerza del campo magnético terrestre se redujese, todos estos tipos de partículas cargadas procedentes del Sol y los rayos cósmicos podrían penetrar en la atmósfera terrestre.
Variación acelerada
El caso es que, en los últimos años, parece que el movimiento del campo magnético terrestre se ha acelerado, mientras que su fuerza se ha reducido.
Los especialistas piensan que estas variaciones están relacionadas con los cambios en la forma en que el hierro líquido fluye en el núcleo externo de la Tierra.
El trío de satélites Swarm de la Agencia Espacial Europea (ESA), enviado al espacio para estudiar el campo magnético de la Tierra (no sólo en la superficie) con precisión hace dos años y medio, ha mostrado que dichos cambios están sucediendo más rápido de lo que se pensaba anteriormente.
Los datos analizados indican, informa la ESA, en qué lugares el campo se está haciendo más débil y en cuáles más fuerte, y además con qué rapidez están ocurriendo estos cambios.
Por un lado, se puede ver que el Polo Norte magnético se está desplazando hacia Asia. Por otro lado, que desde 1999 el campo magnético ha reducido su intensidad alrededor de un 3’5% en Norteamérica y se ha incrementado aproximadamente un 2% en Asia.
La región donde el campo es más débil (y las partículas muy energéticas entran con mayor facilidad), es el Atlántico Sur, en donde además el campo se ha desplazado hacia el oeste y se ha reducido cerca de un 2%. Estos efectos parecen haber producido asimismo un incremento de la incidencia de rayos cósmicos sobre California.
Los científicos están esperando resultados más precisos derivados de los datos recogidos sobre fenómenos naturales procedentes del campo magnético de las profundidades de la Tierra y de las capas altas de la atmósfera, que ayuden a comprender por qué el campo magnético se está debilitando globalmente y particularmente en ciertas regiones.