Un sueño lúcido es aquel en el que nos damos cuenta de que estamos soñando, hasta el punto de tener total control de lo que hacemos en el sueño. También hay sueños en los que somos conscientes de que estamos soñando pero seguimos un <<guión>> del cual no podemos o queremos salir.
Estos últimos por lo general contienen información importante que debemos recibir. El sueño lúcido es aquel donde la conciencia del soñador se transfiere a la manifestación del soñado. Éste es un terreno fértil donde podemos conocer la inmensa creatividad que hay en nosotros. Despertar en un sueño, así como la experiencia de desdoblarse de la imagen de uno mismo. Ver el cuerpo dormir es una forma de reconocimiento de uno mismo como conciencia, saliendo de la inconsciencia usual de los sueños comunes por medio de la consciencia o el darse cuenta.
También es un reconocimiento de la vida sin estar de lleno apegada a la identificación con el cuerpo. La conciencia como tal, mantiene la capacidad ilimitada de crear y una de sus formas de creación son los entornos en los que el observador puede vivir y experimentar. La exploración consciente del mundo inconsciente más directa y plena que existe, es la de los sueños cuando se consigue la lucidez de los mismos. Los sueños lúcidos se pueden medir por fases, teniendo en cuenta que ninguna de las fases o niveles son reales, pero nos sirven como ejemplo para tener un seguimiento de cómo funciona la evolución en el mundo onírico.
El primer nivel es cuando nos damos cuenta de que estamos soñando y cobramos lucidez. Esta fase se origina con un sueño ya comenzado, de modo que nos volvemos lúcidos en un mundo de proyecciones, que ahora vivimos desde una posición desapegada a la del guión original del sueño. Al igual que en la vigilia, esto implica por así decirlo, detener el karma o guión del sueño, al ser conscientes de que estamos soñando. Estos suelen ser procesos muy llamativos ya que no comprometen demasiado al soñador, que lo vive como una aventura más parecida a un videojuego, a veces muy real, pero con el salvoconducto de saber que todo parte de un sueño común.
Esta certeza de saber que aún siendo muy real lo vivido es un sueño, da al practicante la confianza necesaria para adentrarse sin problemas en la experiencia onírica, teniendo como pega el dejarse absorber demasiado por la experiencia sensorial del sueño, pudiendo perder así la lucidez.
El segundo nivel comienza cuando ya tenemos algo de práctica y podemos sostener la lucidez por más tiempo. Esto se logra gracias a la atención sostenida y para facilitar esto es interesante practicar mirando el entorno sin quedarnos demasiado fijos en nada. Los sueños cambian y el cambio fuera de control deviene en desatención. Si por ejemplo estás teniendo un sueño lúcido en un parque, lo ideal sería ir echando cortas miradas a todo lo que te rodea yendo de un objeto a otro, para luego volver al punto de partida. Así comienzas con tus manos, después puedes enfocar un árbol, más tarde un banco, una fuente y vuelves de nuevo a tus manos.
Si te quedas demasiado tiempo mirando algo, sentirás que un estado de somnolencia se apodera de ti, de seguir así, perderás toda lucidez y volverás a vivir un sueño común exento de lucidez o tal vez te despiertes sobresaltado en el mundo cotidiano de la vigilia. Antes de que suceda tal cosa ya deberías haber cambiado de objeto. De modo que si vas mirando de objeto en objeto sin excederte en número de objetos ni de tiempo observándolos, percibirás cómo la sensación de realidad se vuelve cada vez más aguda, hasta sobrepasar con creces el estado de agudeza habitual en la vigilia.
Enfocar la atención al suelo también es una buena forma de afianzar el decorado onírico y aumentar así la atención lúcida dentro del sueño. Si continúas con esta práctica podrás viajar de sueño en sueño sin perder la lucidez ya sea volando, exclamando el deseo de ir a algún lugar en concreto, o bien fijando la atención en un objeto o elemento del sueño y permitir que lo que rodea al objeto cambie sin que esto te haga perder la lucidez, de ser así aparecerás en otro lugar.
El tercer nivel se inicia cuando se tiene la experiencia de desdoblamiento y se encara al cuerpo mientras duerme. Éste es un momento crucial ya que es aquí cuando verdaderamente nos vivimos como algo más que un cuerpo. En este punto la razón se resquebraja y muchas veces la experiencia se corta tras sufrir un verdadero susto despertándonos bruscamente.
Esta experiencia a veces torna escurridiza, ya que la razón huye de este evento siendo en verdad un auténtico divorcio con el sistema de creencias cultural que hemos heredado, además de ser un salto decisivo a la hora de percibir al mundo como conciencia y energía. A partir de aquí es necesario haber desarrollado un estado de atención basado en la sobriedad, habiendo abandonado ya la exaltación del principiante que se emociona y sobrexcita con cada evento sucedido en la lucidez.
Ver al cuerpo durmiendo, termina de un plumazo con gran cantidad de creencias limitadoras y excluyentes acerca de la conciencia y su naturaleza. Aceptar que la conciencia no está vinculada exclusivamente al cerebro, sino que la conciencia implica lo que conocemos como adentro y afuera y que el cerebro es más bien un receptor de señal, no es tarea fácil para un occidental. La conciencia es el espacio en el que sucede el mundo y el universo en sí. Mirar fijamente al cuerpo mientras duerme sin hacer nada más, se convierte en una de las más poderosas formas de desidentificación que existen. Este proceso puede durar algún tiempo, hasta que la estructura de creencias del practicante se derrumbe completamente y ya no necesite de la convicción de ser un cuerpo o alguien que ha abandonado un cuerpo. De este modo podrá comenzar a experimentarse a sí mismo como pura conciencia o energía.
Cuando este proceso se ha completado, comienza un proceso de exploración del plano astral no definido por el mundo de proyecciones oníricas personales, sino por el vasto campo activo del universo, siendo éste ilimitado e impersonal. Es entonces cuando podemos experimentar verdaderos mundos y universos ajenos a la descripción habitual del ser humano, es aquí donde comienza el inmenso viaje a lo desconocido.
La brujería continúa desde este punto y se pierde en la inmensidad creadora del universo. Meterse en los sueños de otros, crear sueños con comunidades enteras, materializar objetos o incluso emigrar físicamente a otros reinos de la conciencia han sido algunas de las acrobacias de la antigua brujería de nuestro mundo. Claro que, aunque llamativos, dichos eventos están sujetos a la supervivencia del <<yo>> y por lo tanto exentos de la verdadera libertad de lo abstracto e impersonal que nos brinda el universo si estamos dispuestos a ello.
La parte verdaderamente iniciática, sin tener que negarnos a indagar en lo desconocido y sus innumerables reinos, es la de preguntarnos mientras vemos a nuestro cuerpo dormido, ¿quién sueña?. Tengamos en cuenta que mientras exista una entidad que sea testigo del sueño, seguiremos inmersos en la dualidad y la realidad ilusoria del ego, por muy sofisticado que este sea. Meditar frente al cuerpo dormido, indagar en la naturaleza real de aquel que sueña, deviene en la disolución del mismo en el potencial del cual emergen todos los sueños posibles. Ésta es una forma de disolverse en aquello que no se puede conocer, en aquello que es impersonal y de naturaleza absolutamente indómita.
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Por Sergio Villoldo que imparte en Nagual la Escuela de Onirodinámica
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