domi El dí­a de la MADRE TIERRA: Enseñanza de los Esenios

Namaste hermanos en la luz:

Las enseñanzas que los Esenios preservaban y compartí­an viene de una fuente más vieja que nuestra Tierra. Ellos consideraban a Enoch como el fundador de su hermandad y crei­an que Moises recibian más de estas enseñanzas cuando estaba en la montaña.

El humano es una variedad más del árbol en la Tierra, con siete raí­ces y siete ramas, estas catorce fuerzas representan el árbol de la Vida de los Esenios , con las siete raí­ces extendiendose hacia la Tierra: Madre Tierra, Tierra, Vida, Alegrí­a, Sol, Agua, Aire y las siete ramas extendiendose hacia el Cielo: Padre Celestial, Vida Eterna, Trabajo Creativo, Paz, Poder, Amor, Sabidurí­a;  y el Ser Humano siendo el tronco que está a medio camino entre el Cielo y la Tierra.

He aquí­ una de sus maravillosas oraciones y comuniones:

Honra a tu Madre Tierra para que tus di­as
sean muchos sobre la Tierra.

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La Madre Tierra está en ti y tú en ella, ella te dio la luz y te da la vida.
Fue ella quien te dio tu cuerpo, y un dí­a lo devolverás a Ella.
Serás feliz cuando la conozcas a ella y a su reino.

Si recibes los ángeles de tu Madre y cumples sus leyes,
no verás enfermedad alguna, pues el poder de nuestra Madre está sobretodo.
Ella reina en los cuerpos humanos y en toda cosa viviente.
La sangre que en nosotros fluye, nace de la sangre de nuestra Madre Tierra
su sangre cae de las nubes, salta del vientre de la Tierra,
burbujea en los arroyos de los montes, fluye anchurosa en los rí­os de los llanos,
duerme en los lagos, ruge fuertemente en los mares tempestuosos.

El aire que respiramos, nace del aliento de nuestra Madre Tierra.
Su aliento es azul en lo alto de los cielos, susurra en la cima de los montes,
murmura en las hojas de los bosques, ondula en las milpas,
duerme en lo profundo de los valles, arde en los desiertos.

La dureza de nuestros huesos, nace de los huesos de nuestra Madre Tierra,
de las rocas y las piedras, ellas se paran desnudas ante los cielos
en las cumbres de las montañas, cual gigantes que están durmiendo
en las faldas de las montañas, como í­dolos colocados en el desierto,
y se esconden en lo profundo de la tierra.

La ternura de nuestra carne, nace de la carne de nuestra Madre Tierra,
que amarillea y enrojece en la fruta de los árboles,
y nos nutre en los surcos de los campos.
la luz de nuestros ojos y la audición de nuestros oí­dos
nacen ambas de los colores y sonidos de nuestra Madre Tierra,
que nos envuelven, como las olas del mar al pez,
como el aire remolinante al pájaro.

El humano es el hijo de la Madre Tierra,
y de Ella el hijo del hombre recibió su cuerpo entero.
Así­ como el cuerpo del recién nacido, nace del vientre de su madre.
Eres uno con la Madre Tierra, Ella está en ti y tú en ella,
de Ella naciste, en Ella vives y a Ella regresarás.
Mantén, por tanto, sus Leyes pues nadie puede vivir mucho ni ser feliz
sino quien honra a la Madre Divina y cumple sus leyes,
pues tú aliento es su aliento; tu sangre es Su sangre;
tus huesos son sus huesos; tu carne es su carne;
tus ojos y tus oí­dos, son sus ojos y sus oi­dos.

¡NUESTRA MADRE TIERRA!
siempre nos abraza, siempre nos rodea con su belleza.
Nunca podemos separarnos de Ella;
nunca podemos conocer sus profundidades.
Siempre crea nuevas formas: cuanto ahora existe antes nunca fue;
cuanto existía antes ya no regresa:
En su reino todo es siempre nuevo y siempre antiguo.

En medio de Ella vivimos, aún no la conocemos.
Constantemente nos habla, más nunca traiciona sus secretos.
Siempre cultivamos el suelo y recogemos sus cosechas,
Más no tenemos ningún poder sobre Ella.
Siempre construye, siempre destruye
y su taller está escondido a los ojos de los hombres

LA MADRE TIERRA Y YO SOMOS UNO. ELLA LE DA LA COMIDA DE LA VIDA A TODO MI CUERPO.

http://www.yosoyluz.cl/?p=805

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