Una verdad incómoda persigue a François Hollande. Izquierda y austeridad son dos conceptos irreconciliables, al menos a ojos de los electores. La dimisión en pleno del Gobierno liderado por el primer ministro Manuel Valls menos de cinco meses después de echar a andar se ha convertido en una bofetada en forma de recordatorio.
Un nombre propio, Arnaud Montebourg, ha sido el epicentro de este nuevo terremoto en la política francesa. El hasta este lunes ministro de Economía llevaba meses criticando abiertamente la política económica del Ejecutivo. Aunque la dimisión en bloque del Gobierno no se esperaba de forma tan abrupta, el Gobierno de Valls hacía meses que estaba revuelto.
En junio, Le Nouvel Observateur, histórico semanario político, avanzó «la explosión de la bomba Montebourg». Y la bomba fue explosionando con varias detonaciones hasta ahora controladas. Pero las últimas han resultado ser fatales.
En los últimos días, junto al ministro de Educación, Benoît Hamon (y otros, como los de Cultura y Justicia), Montebourg ha encabezado una cruzada contra Hollande, al que aseguraba ser leal pero al que exigía una «inflexión de la política económica».
«Hay que alzar la voz. Alemania está atrapada en una política de austeridad que impone al resto de Europa», dijo el sábado en una entrevista con Le Monde.
«Ha llegado el tiempo de que tomemos una alternativa en el liderazgo para configurar un motor alternativo», dijo el domingo ante militantes socialistas y junto a Hamon, otro de los dirigentes izquierdistas dentro del Partido Socialista francés.
En realidad, como recuerda la directora editorial de Le Huffington Post, Anne Sinclair, la subida de la temperatura política dentro de su partido lo dejaba sin muchas opciones. Una reprimenda habría abonado su imagen de pusilánime. La dimisión del Gobierno le aportaría firmeza, pero también soledad. «Gobernar es decidir», reflexiona Sinclair.
François Hollande se ha comprometido solemnemente a recortar 50.000 millones de euros hasta 2017 al mismo tiempo que a bajar impuestos a las empresas por valor de 40.000 millones a cambio de crear 500.000 empleos. Todo ello con el crecimiento en el congelador (la economía lleva seis meses sin crecer y la previsión es de un 0,5% en 2014) y la amenazante mirada de Bruselas, que exige el cumplimiento puntual de los objetivos de déficit.
Montebourg, junto a otros ministros y altos cargos de izquiedas, defiende una política de recortes más suave que potencie el consumo de la clase media. Se le conoce como la política «de los tres tercios», que reparta mejor el recorte previsto por Hollande.
LA ESTRATEGIA QUE HUNDE A HOLLANDE
Hasta ahora, fiel a su estilo, Hollande había tratado de reunir en su Ejecutivo a todas las voces. La estrategia tenía sus ventajas: unidad y amplitud en un frente contra la derecha revuelta, donde el Frente Nacional campa a sus anchas. Pero los inconvenientes han acabado por hundirle en las encuestas, a él y a su recién estrenado primer ministro. Nadie le respeta, sus aliados le acusan de falta de cuajo y decisión. De no tomar riesgos y quedarse en las palabras.
Poco o nada queda del «moi, president de la Republique» («yo, presidente de la República»), un hito de la comunicación política y declaración de intenciones de Hollande en un debate electoral frente al entonces presidente Nicolas Sarkozy. Poco o nada queda de «el cambio es ahora» que coreaban miles de franceses en mayo de 2012, cuando fue elegido. Sí mucho del «presidente normal» que prometió ser.
LA DERIVA DE HOLLANDE
Sus posiciones han ido hacia el centro, cuando no a la derecha. Mientras tanto, el Frente Nacional de Marine le Pen ha ido ganando posiciones, superando incluso a la UMP, el partido de centro-derecha fundado por Sarkozy. En las elecciones municipales de marzo, la derecha ganó ampliamente las elecciones y Hollande reaccionó nombrando a Manuel Valls, un político del ala conservadora del Partido Socialista, como primer ministro. Los ecologistas, que hasta entonces estaban en el Ejecutivo, lo abandonaron.
Hollande prometió un «Gobierno de combate» que, a tenor de la dimisión de este lunes, ha perdido.
El caso de François Hollande es un ejemplo de segunda generación de lo acontecido a la izquierda europea desde el inicio de la crisis. La socialdemocracia francesa sufre unatropello 2.0, ya que Hollande llegó al Elíseo en mayo de 2012, ya en plena crisis.
UNA SOCIALDEMOCRACIA EN CRISIS
Aunque poner en marcha políticas de recorte del gasto público erosiona a cualquier gobernante, la izquierda se encuentra con muchísimas más dificultades para hacerse perdonar. Desde que comenzara la crisis económica, muchos lo han intentado y casi todos han sucumbido. En España, José Luis Rodríguez Zapatero dio en 2010 un volantazo a su política económica y el PSOE aún sufre sus consecuencias con un apoyo electoral que no es ni la sombra de lo que fue. Gordon Brown no es ya sino un turbio recuerdo de la política británica, como José Sócrates de la portuguesa.
Ahora, los comentaristas franceses se preguntan si la izquierda camina hacia la marginalidad o incluso la desaparición. La respuesta… a partir de este martes.
http://www.huffingtonpost.es/2014/08/25/francia-francois-hollande-abismo_n_5708137.html?utm_hp_ref=spain