Me preguntan en qué consiste mi proyecto, seguramente se titule algo así como “Determinación espacio-temporal de la acción hormonal durante el desarrollo del fruto”, o no. No importa como se llame, pues no trata de nada de eso, trata de la naturaleza, de las flores, de las cerezas del pueblo, de la intimidad de las plantas, de su vida privada. No es casual el título de este post, ni tampoco original, pertenece a David Attenborough y da nombre a una apasionante serie documental de los 90.
Attenborough nos muestra cómo se comportan las plantas: desde el viaje de un coco a través del océano para perpetuar su linaje en una isla a miles de kilómetros; hasta como la Heliamphora, una planta carnívora de América del Sur, consigue atrapar insectos entre sus hojas y convertirlos en víctimas de una espantosa muerte amenizada por un cocktailde enzimas digestivos. Asombrosos mecanismos que las plantas han desarrollado a lo largo de su historia evolutiva para adaptarse a insospechadas condiciones ambientales, defenderse de sus atacantes, o asegurar su descendencia. Son tantas las habilidades de las plantas que comparándolas con Rajoy parece obvio preferir que nos gobierne una mata de pepino.
Pero hay mucho más de lo que observamos a simple vista. Cada geranio de la abuela, cada tomate que comemos o cada árbol que se empeñan en cambiar por un bosque de alquitrán, es capaz de producir centenares de sustancias distintas que les permiten producir oxígeno, avisar a plantas vecinas del ataque de un insecto o coordinar su crecimiento.
Un grupo de estas sustancias generadas por las plantas son las hormonas. Las hormonas vegetales, análogamente a las animales, rigen una gran cantidad de procesos en las plantas. Desde el momento en que germina una semilla hasta el momento en que madura un fruto está controlado por un entramado de señales activadas por la presencia de estas hormonas en el momento y lugar adecuado.
Mediante ingeniería genética somos capaces de apagar o encender estas señales para ver cómo responden las plantas y elucidar así la acción de una hormona sobre un aspecto concreto. Es similar a cuando se va la luz de casa y nos damos cuenta de que tendría que haber estado encendida para no pegarnos de bruces contra la puerta. De las hostias se aprende, también en ciencia, sobre todo en ciencia.
Durante mi trabajo de fin de máster intento ahondar en una de estas señales, y de la manera en que silenciarla afecta a la forma de una flor. Para ello, apago el interruptor en distintos momentos del desarrollo floral, desde que una flor es inapreciable, hasta que está abierta. Y también en distintos sitios de la flor, en sus óvulos, o en las paredes que los recubren. A veces, al interrumpir la señal, no pasa nada, y esto indica que en ese momento y lugar no es importante. Pero cuando das con la posición adecuada puedes llegar a observar cambios drásticos en la flor, significando que esa señal, en ese espacio, en ese tiempo, es imprescindible para el correcto desarrollo de la misma.
¿En qué consiste mi proyecto? De todo esto va mi proyecto. De cómo una hormona controla como va a ser una flor. Pero también de aprender, de conocer y sorprenderse. De que cada resultado se convierta en un motivo más de admiración. De darse cuenta que las plantas nos pegan mil patadas, porque dan la vida, porque son inteligentes y bellas,porque nunca comprarían un CD de David Bisbal. Porque las plantas son increíbles y ojalá tengamos la oportunidad de seguir descubriéndolo.
¿Se imaginan ustedes si los humanos también fuésemos plantas devoradoras?
Hola M.A BOGE, me imagino, el mundo estaría lleno de Venus Atrapamoscas, jaja….Las plantas, que seres tan maravillosos, de ser cierto la reencarnación me gustaría volver siendo una planta…..un fuerte abrazo.
Querida Sofía: Seguro que tú en una reencarnación querrías ser una planta maravillosa en un proceso cósmico de superación. Yo en cambio, no te escandalices, quisiera ser una planta devoradora para acabar con todos mis enemigos. Recibe un abrazo y ríete.