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«Y tú toma para ti trigo, y cebada, y habas, y lentejas, y mijo, y avena, y ponlo en una vasija, y hazte pan de ello el número de los días que durmieres sobre tu lado: trescientos y noventa días comerás de él.» – Ezequiel 4:9
«El pan nuestro de cada día…» quizás sea la oración más reconocida por quienes crecieran subordinados a la tradición Judeocristiana. Aunque, el pan, y sus alimentosrelacionados, poseen una historia muy vetusta, muy arraigada y muy interesante — la que se reserva para los seres humanos quienes los consumieran habitualmente. Ya que existieron culturas donde el pan y la harina eran totalmente desconocidos hasta que éstos fueran introducidos por los colonizadores.
En esta ponencia proponemos estudiar la enfermedad celíaca (EC), como ejemplo de una de las tantas condiciones que nos hacen reconocer la conexión funcional que existe entre el estómago y el cerebro. Ya que es hecho, funcional e incontrovertible, que el estómago y el cerebro — por medio de los neurotransmisores — se ‘hablan’ entre sí. (Véase,Gastroplastía y lobotomía: La conexión entre el estómago y el cerebro — La serotonina reexaminada en psikis.cl y en monografías.com).
Los aztecas, los incas, los aborígenes norteamericanos y los australianos, los indios Caribe, los habitantes de Papúa y de Nueva Guinea, los habitantes de Amazonia, los residentes de las islas nauruanas y los aborígenes antiguos que vivieran en la Ushuaia de hoy, no sabrían lo que el pan fuera, porque lo desconocieran, hasta la llegada del conquistador.
El pan nuestro de cada día no sería una plegaria muy extendida, como tampoco fuera una saludable — por lo menos, para aquéllos seres desafortunados, que no lo pueden tolerar — como ya veremos.
Si desea leer una descripción detallada acerca de esto, recomendamos los dos excelentes artículos de Sajer Ji al respecto:
El trigo, la agricultura, y la Revolución Neolítica
Se denomina revolución neolítica a la primera transformación radical de la forma de vida de la humanidad, que pasa de ser nómada a sedentaria y, de economía depredadora (caza, pesca y de recolección) a productora (agricultura y ganadería).
El término debe su acuño al australiano Vere Gordon Childe (1892-1957).
La más importante, como revolución irrefutable, de todos los tiempos, su comienzo puede trazarse a unos 10,000 años en el Medio Oriente, cuando los seres humanos comenzaron a notar que nuevas plantas nacen de las semillas que caen al suelo — realización que diera nacimiento a la agricultura.
Antes de tal observación, nuestra especie había basado su dieta en frutas, tubérculos, semillas y, ocasionalmente, en la carne, cuya obtención, sería siempre difícil.
De estas ideas surge el concepto de «Dieta paleolítica», que básicamente propone una alimentación baja en carbohidratos, moderada en proteínas y alta en grasas, en la que se recomienda también consumir los órganos internos de los animales, por su alto contenido nutricional, y evitar las carnes magras, muy altas en proteínas y con poco valor energético.
Al respecto, recomendamos leer:
Los miembros de nuestra especie tenían que desplazarse al lugar donde la comida se encontrara, estando a la merced de los eventos, haciendo la permanencia prolongada en cualquier sitio fijo, algo imposible.
Pero todo cambiaría con el descubrimiento del «secreto» de las semillas. Muy pronto los hombres aprendieron a domesticar cosechas, finalmente cruzando diferentes tipos de plantas herbáceas para crear granos alimenticios básicos, como son el trigo, el centeno, y la cebada. Los cuales eran nutritivos, versátiles, fáciles de almacenar, y de mucho valor comercial.
Por la primera vez la gente pudo abandonar su vida de nómadas y construir ciudades. No fue coincidencia que las primeras áreas agrarias fueran conocidas como las «cunas de la civilización».
Pero, este progreso, como sucede con casi todo avance, vino a precios muy altos: Entre los precios a pagar estuvo la emergencia de una condición nueva, conocida como la enfermedad celíaca (EC). Que se desencadena cuando se ingiere una proteína del trigo llamada gluten, o comiendo proteínas similares que se encuentran en la cebada y el centeno.
El gluten y sus familiares eran previamente desconocidos en la dieta humana. Pero, una vez que los granos comenzaran a alimentar comunidades estables, las proteínas con ellos asociadas, comenzaron a matar gente, a menudo niños, cuyos cuerpos reaccionaban a éstas de manera peculiar.
El consumo repetido de estas sustancias, finalmente, tornaría sensitivos a muchos individuos, cuyos cuerpos no podrían absorber los nutrientes contenidos en lo que comían. Las víctimas comenzarían a sufrir de dolor abdominal recurrente, y diarrea, y a exhibir los cuerpos emaciados y barrigas abultadas de personas desnutridas. La alimentación defectuosa y el espectro de otras complicaciones haría, las vidas de las víctimas, relativamente cortas y miserables.
Si en aquel entonces las muertes causadas por esta dolencia eran cuestionadas, no lo sabemos. Sin embargo, en los últimos veinte años, los científicos han comenzado a encajar las piezas de este rompecabezas médico, con manifestaciones psiquiátricas.
Hoy sabemos que es un trastorno autoinmune, en el cual el sistema de defensa del organismo ataca sus propios tejidos. También se sabe que la enfermedad no sólo proviene del contacto con el gluten y sustancias similares, sino que asimismo es debida a una combinación de factores, incluyendo la presencia de genes responsables por la predisposición, y anormalidades en la estructura del intestino delgado.
Lo que es más significativo es el modelo patogénico de cómo esta tríada de elementos funciona.
La tríada fatal:
1. Un factor del entorno + 2. Una susceptibilidad genética + 3. Una anormalidad intestinal = enfermedad autoinmune.
Las investigaciones en la EC han dado pautas a nuevas terapias a seguir para otros trastornos similares como son la diabetes tipo 1, la múltiple esclerosis y la artritis reumatoide.
Teorías antiguas
Luego del advenimiento de la agricultura, miles de años pasaron antes de que ejemplos de niños, que aparecieran estar bien alimentados, lucieran malnutridos.
EC adquirió un nombre en el primer siglo AEC, cuando Areteo de Capadocia, un médico griego, reportara la primera descripción científica, llamándola koiliakos, por la palabra griega por «abdomen» koelia.
El facultativo británico Samuel Gee se considera el padre moderno de la EC. Cuando, en una conferencia dictada en el 1887, éste la describió como «un tipo de indigestión crónica que afecta a personas de todas las edades, pero que es más común en niños entre los cinco y los doce años«.
Gee, intuitiva y acertadamente, dedujo que errores en la dieta podrían causarla.
Pero, tan sagaz, como este galeno fuera, la naturaleza verdadera de la enfermedad le evadió, ya que, para tratarla, sugirió alimentar esos niños con «pan tostado en amboslados».
La identificación del gluten como factor desencadenante ocurrió después de la II Guerra Mundial, cuando el pediatra holandés Willem-Karel Dicke notó que la escasez de pan en Holanda — consecuencia de las hostilidades — resultó en una disminución de los casos de EC, que, de antes afectar un 35% de todos los niños, se redujo a cero durante la carestía.
Este médico asimismo reportó que, cuando el trigo se hiciera disponible de nuevo, que los casos de EC retornaron a sus previos niveles.
Los efectos biológicos del gluten
La exposición repetida al gluten, en pacientes con EC, causa que las vellosidades en el lumen del intestino delgado, aparezcan inflamadas y resulten dañadas crónicamente, haciendo que se vuelvan incapaces de absorber la comida y de divertir los nutrientes extraídos de ella — a través de la pared intestinal — hacia el torrente circulatorio, para su distribución final.
Afortunadamente, si la enfermedad se diagnostica temprano y los pacientes se mantienen en una dieta libre de harina, la arquitectura del intestino delgado, casi siempre, retorna a lo normal y los síntomas desaparecen.
En una persona susceptible, el gluten causa esta inflamación y produce daño estructural por medio de la actividad de varias células del sistema inmune, que son llamadas a destruir tejido sano, creyendo que estos están bajo ataque por agentes patógenos.
Existen pruebas de laboratorio, incluyendo la más utilizada, que es la biopsia intestinal, para establecer el diagnóstico.
Se cree que la incidencia real de EC es mucho mayor que la reportada, ya que casos ligeros escapan toda detección.
Asimismo se ha establecido que, la disrupción en la absorción de nutrientes causada por la EC, puede enmascarar otros síndromes de malnutrición. Por ejemplo, la interferencia con la absorción del hierro puede causar anemia, y la reducción del paso del ácido fólico del intestino a la sangre, puede resultar en una variedad de trastornos neurológicos.
Además, robándole al cuerpo de elementos esenciales, EC puede causar la osteoporosis, dolor de las coyunturas, fatiga crónica, estatura corta, lesiones de la piel, convulsiones, demencia, y psicosis.
Del gluten a la disfunción inmune
EC nos ofrece un modelo muy valioso para el entendimiento de los desórdenes autoinmunes porque es el único ejemplo de una condición donde un solo componente del entorno — el gluten — puede desencadenar o extinguir el proceso.
Para la mayoría de los seres humanos el gluten no presenta problemas, ya que el proceso mismo de la digestión convierte todas las proteínas en aminoácidos estándares que, aunque sean ofensivos, pasan desapercibidos por el cuerpo.
El gluten, sin embargo, posee una estructura peculiar: Es altamente abundante en los aminoácidos glutamina y prolina. Éstos son resistentes al proceso digestivo normal, lo que, combinado con factores genéticos en el metabolismo de la harina, resultan en la enfermedad.
Prosigamos con los trastornos psiquiátricos asociados con la EC
El modelo celíaco de los trastornos emocionales
F. Curtis Dohan, en los años 1960s, fue el primero de los investigadores quien asociara claramente, la existencia de disturbios emocionales, a la desnutrición producida por la EC. Lo hizo, describiendo, en niños celíacos, la distanciación emocional, las actividades hiperactivas, la estereotipia de los movimientos, y las apariencias — en algunos de ellos — de ser autistas. Otros investigadores anteriormente, habían intuido la correlación de la existencia de la EC, con la presencia de trastornos obsesivo-compulsivos en adultos. Además de la presencia de alucinaciones y falsas creencias, y de la aparición de ideas paranoicas. Postulando que la esquizofrenia pudiera ser causada por algunas formas de la nutrición insuficiente. (Para una revisión excelente de este argumento: Munkgaard, B [2005] The association between schizophrenia, Celiac Disease and the Gluten-Free Diet en Acta Psychiat Scand 1-9).
La teoría de la EC, como causante de la esquizofrenia, nunca se popularizó y tampoco nunca ganaría aceptación. Lo que es innegable es el hecho de que las carencias vitamínicas y nutricionales forman el substrato de muchas patologías neuropsiquiátricas, como son las encefalopatías alcohólicas, la locura megaloblástica, la pelagra, y el síndrome de Korsakoff, entre otras más. (Para entender la locura megaloblástica, véase el artículo del mismo nombre en monografías.com).
Que existe un riesgo asumido con la ingestión del gluten para personas susceptibles es una realidad establecida en nuestras culturas, ajustadas como lo están, a los sistemas de nutrición inadecuadas, típicas de las sociedades occidentales que viven de las fast-food.
Como cultura, la nuestra, consume más granos contenedores de gluten que otro alimento.
El diagnóstico mismo de EC ha cambiado, de ser un procedimiento que dependía de una biopsia del intestino, a uno en el cual es requerido utilizar la evaluación de la historia clínica como elemento principal, ya que algunos casos de EC — aunque aparentes sintomáticamente — no demuestran las atrofias de las vellosidades intestinales, esperadas en el examen histológico.
El factor cerebral
En los años 1990s se comenzarían a apreciar los roles funcionales de las células gliales del cerebro. Estructuras que forman más de la mitad de la masa de este órgano.
Hasta el pasado reciente, las glías se caracterizaban como células de «soporte» sin funciones claramente delineadas.
Ahora se establece, que las glías son capaces de ser activadas como agentes del sistema inmune. Éstas se involucran en dinamismos remitiendo «señales» entre sí, enviando mensajes a otras glías, y a otras neuronas, «conversando» entre ellas.
Este cambio en la apreciación del papel de las células gliales estaba sobre-debido, ya que — si sólo por sus números — estas estructuras citológicas deberían tener una importancia mayor que las conocidas, de ser simple estructuras de sostén.
Una dificultad en su estudio ha sido que las glías, por mucho tiempo, no se podían teñir bien con los colorantes conocidos a los histólogos, los que las hicieran difíciles de visualizar bajo el microscopio.
Hoy su entendimiento proviene del equiparar el cerebro y sus, complejas estructuras, a un eco-sistema.
Éxitos recientes con dos tipos de terapias suministran soporte indirecto para la conexión que existe entre la enfermedad celíaca y las enfermedades emocionales.
Las dietas libres de gluten — a veces combinadas con las libres de productos lácteos— se han ensayado en casos de autismo, depresión y esquizofrenia.
Otras dietas, como la de Feingold, no serán consideradas en esta lección, porque se han discutido previamente.
Cuando proteínas problemáticas — especialmente la alfa-gliadina en el gluten y la caseína de la leche — se evitan, mejoras impresionantes se han demostrado en numerosos pacientes con los diagnósticos psiquiátricos, arriba especificados.
Otras terapias siendo evaluadas con el soporte del National Institutes of Health (NIH) son las que utilizan ácidos grasos (Omega3) en las mismas condiciones.
Algunos celíacos adultos, que no han sido diagnosticados como tales, y que no siguen dietas libres de gluten, demuestran síntomas similares a los de personas calificadas como esquizofrénicos, o como sufriendo de otros trastornos emocionales severos.
La dieta no constituye, el único factor, sino que se considera el más ignorado.
Muchos investigadores, consideran que muchos pacientes que se beneficiarían de estas intervenciones dietéticas no las reciben porque muchos las desconocen o porque nadie piensa en ellas.
En personas «sensitivas», que están predispuestas genéticamente a la EC, la ausencia de nutrientes esenciales, como ya hemos dicho, afectan el desarrollo físico y emocional de las víctimas, resultado de un tejido cerebral irritable perturbando los estilos de aprendizaje. Lo que comenzara en el intestino se mueve por todo el cuerpo afectando la función pulmonar, la piel, y, finalmente, el cerebro.
Pero las glías asimismo son afectadas por la falta de nutrición adecuada. La carencia de nutrientes resulta en la merma de sus números, repercutiendo en ventrículos cerebrales más anchos que se han expandido hacia las áreas donde las células se han perdido. Además los surcos de la corteza cerebral se ahondan y los giros se angostan con una redistribución arbitraria de algunas de las neuronas que fueran estables desde la niñez.
Pero hay más
Ya que las grasas y los aceites que consumimos en la dieta se convierten en componentes estructurales y funcionales de las «barreras» de membranas protectoras que se hallan en nuestro cuerpo — como son las membranas celulares y la que existe entre la sangre y el cerebro — otro resultado del síndrome de mal absorción pueden repercutir en la formación de barreras menos eficientes entre nuestros órganos y la circulación.
En aquéllas regiones del encéfalo donde la barrera de la sangre es muy tenue, como es el caso en algunas regiones del cerebro medio — típicas de las que constituyen el hipotálamo, y la glándula pituitaria — esta insuficiencia de componentes lípidosafectaría muchos mecanismos esenciales.
Específicamente afectadas, serían aquellas áreas que se involucran con el consumo de comida, la sed, la sexualidad, la regulación del sueño, las respuestas inmunes y las del estrés.
El concepto de la «alergia cerebral» como elemento accesorio
Ésta es una nueva noción que goza del soporte de un número modesto, pero creciente, de internistas y psiquiatras. Se popularizó gradualmente desde los años 1990s, y continúa avanzando. Resultado del reconocimiento de que existen sistemas inmunes propios del encéfalo, y que la microglía, a su vez, puede ser reclutada, y aún programada por las circunstancias, para suplir esta función inmune.
Experimentos han demostrado que la microglía puede ser estimulada a cambiar roles y producir una cascada de citokinas — presentes en la respuesta inflamatoria — como removedores de desechos celulares. Esta reacción involucra inflamación, aumento de la circulación en el área, y elevación de la temperatura, con o sin dolor.Pero, como es difícil reportar el dolor cerebral, estas reacciones generalmente, pasan desapercibidas.
El concepto de la «alergia cerebral» depende de las suposiciones de clínicos que creen que el tejido cerebral es sujeto a «inflamación localizada» y que ésta es responsable por los síntomas experimentados.
Los alérgenos responsables por las inflamaciones pueden ser las proteínas contenidas en la comida, como la alfa-gliadina en el trigo, gases volátiles como son los vapores del tolueno, ciertos componentes de perfumes y cosméticos, y otros más.
Los síntomas que pueden resultar son muy variados:
- Comportamientos extraños, asemejando síntomas de psicosis tóxicas
- Cambios en la sexualidad o en la actividad de comer
- Explosiones súbitas de afectos incontenibles
- Emociones que no son comunes al paciente, como la desconfianza o los celos injustificados
- Tristezas sin razón
- Y otros comportamientos fuera de lo «normal»
Todos los síntomas mencionados, con la presencia de alteraciones en las percepciones y el raciocinio, pueden estar presentes.
Las neuronas y las glías funcionan de manera diferente («anormalmente») cuando se las disturba por medio de cambios en la temperatura, pH, presión y por el efecto de las citokinas.
En esta hipótesis la EC podría ser una clase específica de alergia cerebral. Con disrupción simultánea del tejido intestinal y síntomas progresivos e intensos que involucran la depresión, paranoia, falsas creencias y percepciones, y aún alucinaciones.
Las buenas noticias son que una dieta puede ser la clave a la recuperación emocional.
Varias encuestas informales, llevadas a cabo por profesionales que se dedican a estas investigaciones, reportan un alto porcentaje de buenos resultados con éstas dietas.
Los efectos positivos reportados en los comportamientos de los pacientes fueron en las áreas siguientes:
- Mejora en el aprendizaje
- Mejora en el interés académico
- Mejora en la concentración
- Descontinuación de medicinas antidepresivas
- No titubeos para entrar situaciones nuevas
- Mejora en la coordinación motora en todos sus aspectos
- Avance en el crecimiento físico
- Mayor curiosidad para aprender más
- Los afectos se tornaron más positivos
- Avances en pruebas de inteligencia
- Mejores notas en todas las materias
- La velocidad para asimilar nuevos conocimientos, mejorada
- No más ausencias con poca justificación
- No más aislamiento social
- Y muchos otros avances incluidos en una lista extensiva
Antes de comenzar la dieta baja en gluten, que los ayudara, los mismos jóvenes sufrieron de una plétora de dificultades académicas y sociales.
Para completar toda lección, nos parece siempre de utilidad, para el clínico interesado, incluir historias que apliquen al tema desarrollado.
Para esta ponencia, carecemos de material clínico al que pudiésemos recurrir directamente. Para cubrirlo, hemos sintetizado, con la atribución debida, dos casos disponibles en la literatura científica, que nos parecieran ejemplos de mucho valor didáctico para estos fines.
La fuente: Untreated Celiac Disease and Development of Mental Disorders in Children and Adolescents: Case report
Pivi A. Pynnönen, M.D., Erkki T. Isometsä, M.D., Ph.D., Matti A. Verkasalo, M.D., Erkki Savilahti, M.D., Ph.D., and Veikko A. Aalberg, M.D., Ph.D.
Psychosomatics 43:331-334, August 2002
Un resumen, condensado y traducido sigue a continuación, aunque la traslación del original no es literal
Comencemos…
En el principio, este artículo cita los elementos básicos y conocidos acerca de la EC que ya hemos cubierto en esta lección.
Entonces, los autores, prosiguen haciendo un enfoque directo acerca del fenómeno de la ataxia, como manifestación directa de este desorden, añadiendo que, los síntomas neurológicos y psiquiátricos de la enfermad son muy comunes en pacientes con EC sin recibir tratamiento.
Los investigadores citan cifras impresionantes, sino alarmantes, de estudios que revelan que muchos trastornos psicológicos son resultado de la deficiencia del gluten, de la anemia megaloblástica, del esprue, y de otros trastornos del comer.
Habiendo agotado algunos de los caminos trillados por otros investigadores para explicar las rutas metabólicas del la EC los escritores de este estudio, finalmente, nos introducen a la evolución de dos casos, por ellos presentados, donde dos adolescentes fueron diagnosticados como sufriendo de trastornos severos del comportamiento, antes de recibir un diagnóstico de EC y en los que la dieta sin gluten fuera la razón para la recuperación total de sus problemas.
Anne
La primera de tres hijos en su familia. La enfermad reumática y un trastorno distímico habían sido diagnosticados en un pariente cercano en el lado de la familia de la madre. La intolerancia a la lactosa y artritis moderada fueron condiciones de las que Anne sufriera cuando cumpliera 7 años.
Por su propia cuenta, y, debido a calambres abdominales, la paciente evitó la grasa en las comidas y sobrevivió en una dieta muy limitada.
Primera menstruación (menarquía) fue a la edad de 13 años.
Estatura 164 cm y peso 46.2 kg, la anorexia nervosa fue sospechada.
Sufriendo de anemia, una biopsia del yeyuno reveló atrofia de las vellosidades confirmando la impresión de que la paciente sufría de la EC, cuando cumpliera los 13.5 años de edad.
Una dieta libre de gluten fue instituida con una respuesta general positiva.
Desde los doce años, y contrario a comportamientos previos, Anne tuvo problemas controlando sus reacciones y explosiones de rabia. Desde los 13 — seis meses antes del diagnóstico de EC — la paciente se había sentido cansada, deprimida, e irritable. Había, igualmente, perdido todo el interés en actividades placenteras.
Dormía casi todo el tiempo, pero, aún así, se sentía cansada y tenía dificultades pensando, con la concentración mental, y haciendo decisiones. Su labor académica se había deteriorado. Anne se sentía fea, repugnante y poco merecedora. Carecía de la energía para hacer los menores esfuerzos. Tenía la inclinación a sentimientos de culpa y a sentirse rechazada. De antes tímida y solitaria, su aislamiento empeoró.
Durante los seis meses antes del diagnóstico de EC, la paciente cumplía los criterios de episodio depresivo mayor, moderado, y los de la anorexia nervosa — excepto por su peso — que permanecería estable. Otras pruebas psicológicas confirmaron las impresiones clínicas.
En los dos meses desde que Anne comenzara una dieta libre de gluten, los síntomas depresivos disminuyeron, sin ningún tratamiento psiquiátrico y sin que hubiese factores psicosociales para explicar la remisión. En una revisión del caso, dos años después, su progreso continuaba siendo adecuado.
Tom
Era hijo único que a los tres años se sospechara que sufriera de un cuadro clínico del espectro autista, porque era poco comunicativo y se hablaba a sí mismo en un lenguaje de su propia invención. A pesar de que los profesores en el primer grado insistieron en una consulta psiquiátrica, por sus comportamientos inquietos y disruptivos, la consulta nunca se llevó a cabo. No podía concentrarse y era rechazado por sus compañeros de escuela.
Su crecimiento y peso eran normales a la edad de catorce años. A esa edad fue cuando se efectuaron pruebas de laboratorio, porque sus padres habían sido diagnosticados con EC, pero los resultados de la biopsia yeyunal fueron inconcluyentes.
Entonces, a los quince años, la madre insistió en otra biopsia porque Tom estaba cansado todo el tiempo. Esta vez los hallazgos confirmaron el diagnóstico.
La dieta libre de gluten, que comenzara de inmediato, dio resultados gratificantes.
Una consulta psiquiátrica cuando cumpliera 17 años, confirmó el diagnóstico de un trastorno distímico. Más adelante, debido a sus comportamientos explosivos, resultaría en la adición de varios diagnósticos psiquiátricos: Trastorno explosivo intermitente, trastorno obsesivo compulsivo, y depresión mayor con episodios psicóticos recurrentes.
El joven paciente no lograba conciliar el sueño, era muy nervioso y temía sus propios pensamientos. Se sentía muy cansado y evitaba ir al colegio, permaneciendo en la oscuridad de su habitación. No había tenido pensamientos suicidas pero sufría de anhedonia, indecisión, y sentimientos de ser cosa de poco valor, teniendo muchas dudas acerca de sí mismo.
Nunca vio un psiquiatra a pesar de que se hiciera cortes superficiales en los brazos, negando toda intención suicida.
En los primeros cinco meses de la dieta para la EC el paciente remitió totalmente en todos sus síntomas, sin explicación otra que no fuese el resultado de su dieta.
En la discusión con que los autores acompañan su presentación estos se sienten seguros de que ambos individuos sufrieron síntomas, de apariencia psiquiátrica, que respondieron a la dieta específica para la EC.
Los mecanismos, por ellos invocados, para explicar los síntomas psiquiátricos producidos por la desnutrición. Fueron consecuencia de la absorción deficiente y de sus efectos en el SNC, los que les parecieron suficientes.
Los autores reiteran que, cuando los nutrientes no se absorben del intestino, elementos de importancia como son la vitamina B6 y aminoácidos, especialmente el triptófano, pueden conducir a trastornos de la función de la serotonina en el cerebro que se asocian con las depresiones mayores, cuyos mecanismos todavía permanecen poco entendidos.
El rol de la autoinmunidad, ya discutido en los párrafos anteriores, se repite asimismo, para añadir más peso a sus especulaciones.
Sus conclusiones finales, se resumen a la recomendación de que la EC debe de ser parte de las formulaciones diagnósticas diferenciales en casos psiquiátricos en los que los síntomas no están totalmente esclarecidos. Aunque, aún así, reconocen que la etiología y la patogénesis para explicar estos fenómenos no están claras.
En resumen
En esta lección hemos hecho un esfuerzo adicional hacia el entendimiento de la relación importante que existe entre el estómago y el cerebro — órganos de muchas actividades humorales compartidas — y del valor de siempre pensar en los efectos posibles de las dietas en la causación de síntomas psiquiátricos.
Muchas dietas abundan carentes de bases científicas, mientras que otras merecen ser consideradas antes de ser descartadas, pero ninguna debe ser adoptada indiscriminadamente.
Pero, en el mejor de los casos debemos de recordar el adagio añejo que nos indica que: «por la boca, muere el pez», mientras recordamos el otro que nos aconseja que «libras de más [son] años de menos…»
Bibliografía
- Horvath, K: (1996) First Epidemiological Study of Gluten Intolerance in the United States en Gastroenterology
- Benveniste, J: (1992) Inflammatory Cytokines within the central nervous system: sources, function, and mechanism of action enAmerican Journal of Physiology
- Larocca, F: (2007) La locura megalobástica en ahanaoa.com y en monografias.com
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- Larocca, F: (2008) Medicina, Psiquiatría Ortomolecular y Vitamina B12 en ahanaoa.com en cabinas.net y en monografías.com