Comentarios a las enseñanzas de Sri Nisargadatta Maharaj
por Pradeep Apte Extractos de Nisargadatta GitaEl «yo soy» está ahí desde el principio; siempre está presente, siempre a nuestra disposición. Rechaza todos los pensamientos excepto el de «yo soy» y permanece ahí.
Comprender el «yo soy», tu conciencia de «ser» o de «estar presente», es tremendamente importante, ya que en esto radica el peso total de la enseñanza de Maharaj. En primer lugar, ¿eres consciente de tu «ser» o del hecho de que «eres»? Tienes que «ser», que existir, antes de que nada sea. Tu sentido de «presencia» o de que «eres» es fundamental para lo que sigue a continuación.
Segundo punto: esta conciencia de «ser» o de que «eres», el «yo soy», ¿no fue acaso lo primero que aconteció antes de que ninguna otra de tus experiencias vitales pudiera tener lugar? Regresa con la mente al instante en que por primera vez te diste cuenta de que «eras», el instante en que fuiste consciente del «yo soy». Este «yo soy» todavía está contigo, siempre presente, siempre disponible; fue y todavía es el primer pensamiento. Rechaza todos los otros pensamientos; regresa ahí y permanece ahí. E intenta comprender y empaparte de este «ser» o yoidad que es inherente a ti. Cuanto más claro y en detalle lo veas, más rápido será tu progreso.
Tan solo instálate y permanece estable en el «yo soy». Rechaza todo lo que no tenga que ver con el «yo soy».
Tras haber comprendido el «yo soy» en todas sus formas, el siguiente paso es permanecer ahí, establecerse en la conciencia de «ser» y no desviarse de ella en absoluto. En el preciso instante en que comienzas a pensar en cualquier otra cosa, puedes estar seguro de que se han agregado añadidos sobre la base del «yo soy» y de que, por tanto, este ha perdido su pureza. Rechaza cualquier cosa que signifique «yo soy tal y tal», porque todo ello son contaminantes y que no tienen que ver con la conciencia básica de ser; no pertenece a ella.
El «yo soy» constituye la única certeza. Es impersonal y todo conocimiento nace de ahí; es la raíz de todo. Aférrate a él y deja que el resto se vaya.
Justo desde el instante en que descubriste que «eres» hasta este día, sabes que «tú eres». Todo el resto de añadidos vinieron y se fueron. Son impermanentes. Pero el «yo soy» fundamental ha permanecido inmutable y es tu única certeza. El «yo soy» es impersonal, no usa palabras, no pertenece a nadie, es común a todos. En el instante en que supiste que «tú eres» no conocías las palabras ni el lenguaje; estos vinieron más tarde.
Basándote en este «yo soy» no verbal, más tarde fuiste capaz de expresar verbalmente «yo soy» en cualquier idioma que aprendiste. Luego, de este minúsculo, extremadamente pequeño «yo soy» creció el conocimiento y se desarrolló vertiginosamente, hasta alcanzar proporciones inmensas. Así pues, todo el conocimiento nace del «yo soy», el cual es el fundamento, la base, el origen, la raíz de todo. Debes aferrarte a este «yo soy» y abandonar el resto.
El «yo soy» es; es siempre fresco, siempre acaba de nacer. A todo el resto se llega por deducción. Cuando el «yo soy» desaparece, lo que queda es el Absoluto.
La conciencia de «ser» siempre está ahí, tan fresca como el primer día. Nunca te abandona; siempre está disponible para ti. En cualquier estadio en que se encuentre tu vida, esta conciencia se ha quedado contigo sin cambiar, inmutable. Las circunstancias, las relaciones, la gente, las ideas, etcétera, todo lo que no es esa conciencia ha ido cambiando. Todo eso nació por inferencia, pero el «yo soy» ha permanecido y se ha mantenido sin cambios a través de esas turbulencias. ¿Qué ocurrirá cuando el «yo soy» desaparezca? ¿Qué permanecerá entonces? La insinuación de la cita anterior ahora cobra énfasis: permanecerá lo que está más allá del «yo soy», el Absoluto.
Aférrate al «yo soy» y ve más allá de él. Sin el «yo soy», serás feliz y estarás en paz.
En este momento posees el «yo soy». Aférrate a él, porque es el único medio que tienes de ir más allá; no dispones de ningún otro. Sí, se trata de ir «más allá», pues ¿qué te ha ofrecido el «yo soy» sino conflictos y penalidades? Llegó, se identificó con tu cuerpo y te convertiste en un individuo. Ahora recorre el camino inverso: acude al «yo soy», trasciéndelo y serás feliz, estarás en paz.
Aférrate al «yo soy» excluyendo el resto. El «yo soy» que está en movimiento crea el mundo, mientras que el «yo soy» que está en paz se transforma en el Absoluto.
Deja de lado todo lo demás y tan solo aférrate al «yo soy». Observa su poder, sus inquietudes y sus movimientos, los cuales han creado el mundo y con él toda esta confusión y sufrimiento. Regresa al «yo soy» y deja que el «yo soy» permanezca en el «yo soy». Entonces se aquieta y desaparece. En ese momento hay paz, ya que tan solo queda el Absoluto.
El «yo soy» te trajo hasta aquí, el «yo soy» te sacará de aquí. El «yo soy» es la puerta. ¡Quédate junto a ella, porque está abierta!
Claramente, la conciencia «yo soy» juega el papel de puerto de entrada o portal a través del cual entraste en este mundo. Por tanto, puede jugar el rol de puerta de salida. ¡Y es la única salida! Permanece allí y verás que esta puerta está siempre abierta; nunca estuvo cerrada. A menos que regreses al «yo soy» y te establezcas en él durante un tiempo suficientemente largo, no llegarás a conocer la verdad de este hecho.
Debes estar necesariamente ahí antes de poder decir «yo soy». El «yo soy» es la raíz de todas las apariencias.
Definitivamente tuvo que existir un sustrato en el cual la conciencia «yo soy» pudiese surgir; era, en aquel entonces, una conciencia desprovista de palabras. Tan solo cuando aprendiste un idioma pudiste decir «yo soy». Junto con el «yo soy» carente de palabras vinieron también el espacio y el mundo, así que el «yo soy» está en el origen de todo lo que percibes.
El «yo soy» es la suma total de todo lo que percibes. Está atado al tiempo y es, en si mismo, una ilusión. Tú no eres el «yo soy»; eres previo a él.
Puesto que el «yo soy» es el eslabón permanente a través de todos los acontecimientos de tu vida, es absolutamente obvio que comprende la suma total de todo lo que percibes. Es la base misma de tu percepción; sin el «yo soy» no existe la percepción. Pero este «yo soy» es una ilusión, ya que, como en un sueño, se ha aposentado sobre ti y un día desaparecerá. Todo lo que aparece y desaparece no puede ser verdadero, y como eres testigo del «yo soy», estás separado de él. No puedes ser el «yo soy», sino que tienes que ser anterior a él.
Debes meditar en el «yo soy» sin agarrarte al cuerpo ni a la mente. El «yo soy» es la primera ignorancia. Persiste en tu meditación y llegarás más allá de él.
Lleva toda tu atención al «yo soy»; medita en él. Intenta hacerlo dejando por completo el cuerpo y la mente de lado. Al comienzo, el cuerpo y la mente se resistirán a que te centres en el «yo soy», pero con algo de práctica automáticamente dejarán de interferir. Recuerda que el «yo soy» te ha embaucado haciéndote creer en lo que es irreal, así que podemos decir que constituye la ignorancia primigenia. Debes seguir constantemente al «yo soy»; solo entonces podrás ir más allá de él. De lo contrario seguirá jugando contigo, una y otra vez.
Tu gurú, tu dios, es el «yo soy». Cuando vino, con él llegó la dualidad y toda la actividad. Permanece en el «yo soy». Tú eres preexistente a la aparición del «yo soy».
Todo el proceso de la percepción y toda actividad se basan en la dualidad: el sujeto y el objeto, el observador y lo observado, el ejecutor de la acción y el acto. Fue solo tras la aparición del «yo soy» cuando comenzaron la actividad y la dualidad. Así que el «yo soy» lo desencadenó todo. Persigue el «yo soy», permanece ahí; solo entonces te darás cuenta de que preexistes a la noción del «yo soy».
El concepto «yo soy» es el último puesto fronterizo de la ilusión. Aférrate al «yo soy», asiéntate en él y dejarás de ser un individuo.
Al salir de cualquier país, en la frontera se encuentran los puestos de control, y más allá es «tierra de nadie», hasta que llegas a los puestos de control del otro país. De igual modo, al abandonar este «país» o ilusión el «yo soy» es el único y último puesto de control; no hay otro camino de salida. Permanece en este puesto; establécete ahí, en el «yo soy». Cuando lo hagas, dejarás de ser un individuo.
Interesante e importante documento.