Tartesos fue una civilización prerromana que ocupó el suroeste de la Península Ibérica cuyas incógnitas sobre su nacimiento, su desarrollo gracias al comercio de minerales con los fenicios y su misteriosa desaparición -quizá arrasada por sus enemigos, por un cataclismo o, simplemente, por su declive económico- han sido rellenadas durante largo tiempo por mitos y leyendas.
Puede que alguna de estas incógnitas puedan ser despejadas gracias a un reciente hallazgo en el yacimiento del Turuñuelo. Se trata de un edificio muy grande (algo más de una hectárea) y mejor conservado de aquella época ubicado en la comarca de las Vegas del Guadiana (Badajoz) que ha sido datado en el siglo V antes de Cristo, es decir, del final de la época tartésica.
Si bien el núcleo central de Tartessos radica en el Guadalquivir y Huelva, después de una crisis económica en el siglo VI, se produjo un gran movimiento de población hacia el interior. Y, al parecer, esa gente que se instala en el Guadiana construye estos enormes edificios.
Hay otros vestigios similares como el santuario de Cancho Roano (en Zalamea de la Serena); La Mata (en el municipio de Campanario), que tenía un perfil más económico; y este del Turuñuelo, cuya función aún se desconoce porque los trabajos no han hecho más que empezar; Sólo se ha desenterrado menos del 10% y para sus descubridores, podemos decir, que tiene un sentido de culto clarísimo.
El hispanista alemán Adolf Schulten buscó a principios de siglo la ciudad de Tartessos en el Coto de Doñana. No tuvo éxito. Tuvimos que esperar hasta 2004, cuando un científico alemán ubicó allí una gran ciudad tartésica a partir de unas imágenes de satélite que mostraban figuras circulares que pueden esconder debajo esos restos. Es la primera vez que se busca en Doñana, porque la teoría hasta ahora decía que siempre estuvo inundada.
Khune -que es como se llama el científico alemán, se atrevió a decir que se correspondía con la mítica Atlántida descrita por Platón.
Sin ir tan lejos, los investigadores españoles Sebastián Celestino y Juan Villarías Robles, ambos del CSIC, y Ángel León, historiador y profesor de secundaria de la Fundación Hogar del Empleado (Fuhem), que había puesto a Villarías en la pista de las imágenes aéreas, empezaron hace dos años a trabajar con el objetivo inicial de comprobar si hay allí restos de asentamientos humanos. Y hasta que reúnan más pruebas, no quieren empezar a lanzar teorías.
Un violento final
Lo que sin duda comparten los tres edificios, aparte de la época, es un violento final: Todos fueron destruidos por sus propios moradores, incendiados y después sellados con arcilla. Hace 2500 años, empiezan a llegar los pueblos del norte, de etnia céltica, así que una hipótesis es que fueron destruidos para preservarlos de las invasiones, para que pasen a la posteridad sin que sean violados ¿Por qué? Es una incógnita.
Y no solo ocurrió con esas grandes construcciones, pues el resto de las documentadas en el Valle Medio del Guadiana también cuentan con este nivel de incendio. Según declaró a El País la codirectora de la excavación, Esther Rodríguez. “El hecho de que se abandonasen a la vez indica que forman parte de un mismo sistema político. Parece que el territorio en esta época se organizaba alrededor de estos edificios como el Cancho Roano o el Turuñuelo y que a partir de ellos se articulaba la explotación del entorno.»
Existía, además, un yacimiento de mayor envergadura, el Tamborrio, en Villanueva de la Serena, que tendría una capacidad política mayor; lo que todavía es complicado de determinar es qué relación existía entre unos y otros centros”.