Crear un nuevo Estado independiente nunca es una tarea fácil.
Pero Cataluña lo tiene especialmente difícil.
Pese a que el Parlamento de la región aprobó en una votación secreta, y sin la presencia de los partidos de la oposición, la declaración de Cataluña como «un Estado independiente en forma de república», la transición para convertirse de facto en un nuevo país está repleta de desafíos.
Más allá de la férrea oposición desde las instituciones de España a la secesión catalana, politólogos y economistas coinciden en señalar tres claves que dificultan el camino hacia la independencia catalana:
1. Reconocimiento internacional
Uno de los principales obstáculos para una Cataluña independiente es que está sola.
«Sin apoyos internacionales, ninguna independencia es viable», asegura en declaraciones a BBC Mundo el politólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Pepe Fernández Albertos.
De momento, los independentistas no han conseguido apoyos a su causa y eso resta viabilidad sus aspiraciones, según destacan los analistas consultados.
Poco después de que el Parlamento catalán realizara su votación, se volvía a poner de manifiesto esa falta de respaldo.
Estados Unidos reiteró que Cataluña es una parte integral de España, Francia mostró su apoyo al presidente Mariano Rajoy, Reino Unido manifestó su voluntad de que se respete la Constitución y la unidad de España, y Alemania dijo no reconocer la declaración de independencia y respaldó las medidas del gobierno central.
En cierto sentido, explica Fernández, el status internacional de España y su pertenencia a la Unión Europea complican la situación para los secesionistas.
Si España fuese «un país hostil, con enemigos, que creara problemas internacionalmente, que hubiera grandes poderes internacionales deseosos de enfrentarse al Estado español, eso crearía una ventana de oportunidad, pero en el contexto internacional, España es visto como un país que no da problemas (…) Esto hace que sea inviable que alguien se alíe con la causa catalana», considera.
Las formas de la salida, además, ahuyentan a los socios europeos, pues su apoyo a un proceso independentista que no cuenta con el consenso del Estado central y rompe con la Constitución del país puede hacer tambalear la base de la propia Unión Europea.
2. Falta de recursos
La transición hacia un país independiente es costosa y hoy por hoy Cataluña depende de los flujos de financiación del gobierno central.
El 90% del sistema tributario catalán corresponde al Estado español. Cataluña dispone de una agencia tributaria pero los impuestos que recauda son muy pocos, señala a BBC Mundo la economista Elisenda Paluzie, de la Universidad de Barcelona (UB).
A nivel económico, el camino hacia la independencia, dice Paluzie, es «difícil» aunque «no imposible», y en su opinión, tiene una dificultad «más política que técnica».
Para poder crear nuevas instituciones, «técnicamente, de entrada, no se necesita mucho dinero, más en un mundo como hoy; es más una cuestión de autoridad política, de que realmente la república catalana tenga la fuerza de imponerse en el territorio», considera la economista en declaraciones a BBC Mundo.
La experta hace referencia a una situación que se puede dar en todos los sectores: ¿a quién pago mis impuestos, al gobierno de la supuesta nueva república catalana o al gobierno central?
Xavier Arbós, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona, pone además otro ejemplo para explicar la complejidad de la situación.
«A partir de noviembre, me parece, los autónomos tienen que pagar el impuesto de valor añadido (…), ¿sabe el gobierno catalán de quién tiene que cobrar si quiere actuar como un nuevo Estado?, ¿sabe a quién tiene que pagar si quiere actuar como un Estado que lo distribuye?».
«Las bases de datos hasta ahora las tiene el gobierno de Madrid -explica-. El gobierno de Madrid, la agencia tributaria, sabe de quién tiene que cobrar y cuánto. El gobierno de Madrid a través de la seguridad social sabe a quién tiene que pagar las pensiones, a quién los subsidios de paro. No digo que eso es algo que haya que esperar que sea efectivo en los próximos meses, pero es una dificultad».
En el contexto del fuerte rechazo internacional, la posibilidad de que Cataluña reciba financiación externa para facilitar su salida parece remota.
«Cataluña no goza de adhesiones, de una perspectiva geopolítica, no goza de ningún tipo de apoyo que simpatice con la causa y, por lo tanto, tampoco goza de financiación de algún avalista que preste dinero para asumir esos costes de transición», afirma Lluis Orriols, profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid.
No obstante, Paluzie, de la Universidad de Barcelona, piensa que si Cataluña «consigue resistir ante el Estado español, el mundo económico busca oportunidades allí donde las hay».
«Pero para llegar a esa fase, para que estos fondos de capital riesgo, que están dispuestos a asumir riesgos a cambio de tener rendimientos superiores, estén dispuestos a apostar, primero tenemos que demostrar nosotros que la república catalana es un hecho, no sólo una declaración simbólica en el parlamento», añade.
El gobierno central no se lo pondrá fácil, advierte la economista. «Ahora tenemos todos los costes de la transición no pactada y las amenazas económicas del Estado que se han materializado en campaña de boicot de consumidores a productos catalanes, de amenazas a empresas, a facilitar el cambio de sede incluso con amenazas a algunas…», señala.
Paluzie critica también la violencia policial durante el referéndum de autodeterminación que celebró Cataluña el 1 de octubre que la Justicia española declaró ilegal.
3. Una sociedad dividida
Uno de los últimos y principales problemas a los que se enfrenta Cataluña se encuentra en su propia casa.
Pese a que los parlamentarios que aprobaron la declaración de la independencia aseguraron que asumían el mandato del pueblo, lo cierto es que no hay datos que respalden que la mayoría de la sociedad catalana quiere un Estado independiente y eso provoca una grave brecha social.
«El proceso de independencia atrae en torno a la mitad del electorado de la población catalana, pero no a la otra mitad», destaca el politólogo Pepe Fernández, del CSIC.
Una encuesta pública encargada por la Generalitat mostró a principios de este verano que un 41% de los catalanes estaban a favor de la independencia, mientras que el 49% se oponía.
¿Cuál sería el porcentaje ahora? «Hay mucha incertidumbre», dice el profesor Orriols. «La franja sería del 40-50 %. Dicho de una forma en plan titular sería mitad-mitad».
Esa realidad partida en dos sería «difícil de gestionar», considera.
«No estamos ante una secesión pacífica porque la mayor parte de la ciudadanía se suma al proyecto. Es un tercer elemento, la complejidad interna, que hace imposible la secesión», afirma.
De momento, el día en que se declaró la independencia catalana, la bandera española seguía a última hora de la noche ondeando en el Palau de la Generalitat, la sede del gobierno catalán.
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