Una de las lecturas económicas obligadas de este invierno es “El suicidio demográfico de España”, que recoge en formato libro el serial publicado en su día por el autor, Alejandro Macarrón, en las páginas de Expansión. La tesis del envejecimiento poblacional y su impacto sobre la economía es tema de discusión ocasional en los foros ilustrados, desde una doble perspectiva: dinamismo privado (consumo, inversión, innovación y emprendimiento) y sostenibilidad del estado del bienestar.
Sin embargo su importancia para el devenir de cualquier sociedad es sustancial. Y, de hecho, cuando se mete este factor en la ecuación de su prosperidad futura, la foto se distorsiona hasta tal punto que nada será lo que parece ser a día de hoy de cumplirse las proyecciones en algunos países.
Un caso paradigmático es Alemania. Nuestro común y últimamente abandonado John Mauldin acoge un interesante análisis de Simon Hunt sobre el particular en su Outside the Box semanal. Un post catastrofista al más puro estilo del estadounidense y sus amigos en el que anticipa sucesivas recesiones y una espiral deflacionista de aquí a 2018, momento en el que el autor estima que el proceso de desapalancamiento global habrá llegado a su fin.
A ese periodo de contracción de la producción industrial mundial seguirá un periodo de expansión hasta 2030, nuevo momento dorado si es que llegamos indemnes a él. Botella medio llena. El problema surge cuando al componente deuda, une el otro elemento determinante del crecimiento económico potencial de un país: las servidumbres derivadas de la inversión de la pirámide de población.
Basta con comparar estos dos cuadros recogidos en el artículo. El primero recoge la deuda viva de particulares, corporaciones (bancos incluidos) y administración pública de Estados Unidos, Japón, Australia, Canadá y buena parte de las naciones europeas en relación con su Producto Interior Bruto o PIB nominal.
Los datos son del Banco Internacional de Pagos de Basilea y, por tanto, poco cuestionables. Alemania es junto con Austria de los estados que parecen en mejor situación… a priori, aun debiendo casi dos veces y media su riqueza nacional. Así están las cosas.
Pero, ¿qué ocurre cuando se incluyen los compromisos derivados de los respectivos sistemas de pensiones? Pues que, en casi todos los casos, el porcentaje de deuda estatal respecto al PIB crece exponencialmente.
Volviendo al caso alemán, y de acuerdo con los datos de Hunt, referidos a cierre de 2010, se multiplicaría por más de cinco veces el modesto 77% inicial, para un total agregado en las tres categorías del 579%. España saldría, por el contrario, extraordinariamente bien parada en comparación con la media de la Unión Europea (244% vs. 434% para un acumulado del 528%). ¿Hasta qué punto esta realidad se halla detrás del fiasco de la subasta de deuda germana de ayer? , ¿o fue esta pieza de «su» Spiegel cuestionando las finanzas estatales?
Este es un problema que terminará por aflorar antes o después y convertirá en una broma niveles de endeudamiento soberano que en la actualidad se consideran insostenibles.
Especialmente sangrante será el caso anglosajón, Estados Unidos y UK principalmente, donde a los compromisos derivados de los sistemas públicos de pensiones hay que añadir los que nacen de la generalizada implantación de planes empresariales privados, en la mayoría de los casos con unos agujeros de tamaño familiar entre disponible y comprometido que la baja rentabilidad de los bonos y el colapso de las bolsas no hacen sino engordar. La supervivencia futura de algunos grandes conglomerados pende sorprendentemente de este hilo.
Aunque ese no es el cuerpo central del análisis de Simon Hunt, me parece el elemento más relevante y distorsionador, si bien todo el post merece una lectura detallada. Más cuando se hace eco de la tesis del propio BIS de que deudas públicas por encima del 85% del PIB afectan negativamente al crecimiento de la economía.
De las tesis del invitado de Mauldin cabe extraer cuatro conclusiones: la reforma del sistema de pensiones es urgente e inaplazable y pasa por un fomento del ahorro para la jubilación; naciones con un nivel de endeudamiento privado menor y tasas mayores de ahorro están mejor preparados para afrontar el tsunami que se avecina (esa es la ventaja de Alemania frente a España); el fomento de la natalidad debería ser una prioridad política en el mundo desarrollado; el dominio de Occidente, tal y como lo entendemos hoy, está abocado de lo contrario a morir de viejo, nunca mejor dicho. La década de prosperidad que el inglés prevé del 2018 en adelante no será para todos
Fuente: http://www.cotizalia.com/opinion/valor-anadido/2011/11/24/sorpresa-alemania-debe-el-580-de-su-pib-espana-el-528-6330/