La ciencia moderna tiene un paradigma muy claro: el materialismo. Grosso modo, sólo lo que puede medirse es real y sólo lo que se acerca a un paradigma aceptado por el grueso merece investigarse, y gastar grandes cantidades de dólares para tener resultados respetables (generalmente, resultados que puedan convertirse en un desarrollo tecnológico o en algún producto rentables). Por supuesto que hay honrosas excepciones, pero esta es la norma en una sociedad donde el modelo económico todo lo absorbe y coopta.
Ahora bien, por este mismo paradigma, y por el predominio de su narrativa en Occidente, las personas cada vez se pregunten con menos seriedad algunas cuestiones esenciales que el ser humano siempre ha tenido en su mente, pues constituyen en gran medida el asombro natural de la existencia. No preguntarse seriamente y discutir estas cuestiones empobrece la vida intelectual. Lo cual deja al individuo en un aprieto, pues estas cuestiones obviamente siguen siendo centrales para la población, pero no son ya muy respetables para la esfera intelectual, que hoy en día es sobre todo una esfera científica (y en el caso de las humanidades, una cada vez más pequeña esfera de intelectuales que buscan ajustarse a los presupuestos de las universidades y su visión dominante).
A continuación, una serie de preguntas que no han podido resolverse satisfactoriamente y que son parte de la inquietud ontológica del tiempo. Cabe mencionar que decir que estas preguntas deben seguir haciéndose no es lo mismo a decir que su respuesta debe ser afirmativa; al contrario, lo que se busca es cultivar el enigma y el asombro de la existencia.
1. ¿Existe una fuerza divina en el universo?
La pregunta por la divinidad, y no necesariamente por un dios creador, es una pregunta que no se hace realmente desde la ciencia. Si bien no es realmente su tema, la filosofía actualmente, al querer hacerse más parecida a la ciencia para tener legitimidad, ha dejado las grandes preguntas teológicas de lado. Pero realmente no existe una manera de descartar esta posibilidad. Incluso el mismo Stephen Hawking se preguntó qué es lo que enciende el fuego de las ecuaciones al principio del universo. Asimismo, la existencia de leyes matemáticas eternas -como piensan algunos científicos- podría implicar una inteligencia trascendente, que sería equivalente a una fuerza divina, si bien no necesariamente a un dios personal, quizá algo más parecido al dios de Spinoza. En realidad, la pregunta teológica y onto-teológica actualmente se ha convertido en la pregunta por la inteligencia extraterrestre, una versión reducida y rebajada de esta pregunta para hacerla aceptable al paradigma científico.
2. ¿Existe la vida después de la muerte?
La ausencia de esta pregunta es la que mejor define el paradigma científico actual. Pese a que no hay manera de comprobar que la vida no continúa después de la muerte del cuerpo, especialmente ya que la ciencia no se acerca ni mucho menos a contestar la gran pregunta que sí se plantea (qué es la conciencia), son pocos los científicos que se atreven a investigar seriamente las experiencias cercanas a la muerte sin prejuicios o a tomar en cuenta las descripciones abundantes de memorias de otras vidas que se ajustan a la creencia en la reencarnación (algo que es creído por algo así como una tercera parte del mundo). Esta pregunta es tabú para la ciencia, pues pone en entredicho el dogma de que lo único que existe es la materia y que la conciencia es meramente un epifenómeno de la complejidad de la misma.
3. ¿Existe la telepatía y la percepción extrasensorial?
Pese a que algunos científicos marginados como Rupert Sheldrake han recopilado evidencia en torno a la telepatía y otros fenómenos de percepción extrasensorial que por lo menos merece contemplarse seriamente, la investigación en torno a estos fenómenos es casi nula y conseguir fondos para investigar algo así es sumamente difícil.
4. ¿Es posible encontrar la liberación, salvación o iluminación de manera natural?
La cuestión soteriológica, central a todas las religiones, no es algo que se tome seriamente. De nuevo, no es esta realmente una cuestión científica, es más algo que atañe a la filosofía, pero aun así vemos que existe una obsesión científica por encontrar la inmortalidad y eliminar el sufrimiento. La gran «religión», por así decirlo, que emerge en la ciencia es el transhumanismo, una versión del gnosticismo basada en la materia. La diferencia estriba en este caso en que la ciencia no da cabida a la posibilidad de que exista tal cosa como el moksha, el nirvana o la beatitud, sólo considera que es posible encontrar o crear un simulacro de esto usando la tecnología, creando un soporte material para reproducir el cerebro. Pero, de, nuevo, el hecho de que no tengamos una noción satisfactoria de la conciencia hace que no se pueda descartar la realidad de cosas como el nirvana que enseña el budismo, esto es, la posibilidad de que un cambio en la conciencia modifique radicalmente el mundo que experimentamos, hasta el punto de descubrir que el mundo que experimentamos no es más que un modo de nuestra conciencia, algo que por otra parte ya ha sido argumentado con gran peso por Kant (si bien Kant también creyó demostrar que no podemos tener conocimientos metafísicos, la realidad en sí está siempre más allá de nuestras categorías mentales, pero éstas son todo lo que tenemos para conocer).
5. ¿El ser humano y el universo en sí mismo tienen un propósito?
Esta es la pregunta del telos, de la causa final, la pregunta del sentido existencial, del por qué. La ciencia evidentemente está limitada al cómo o al qué, pero no a una razón de ser, o ni siquiera a por qué es que existe algo. Esto en gran medida es lo que le permite avanzar, es la llave mecanicista que permite enfocarse en lo pequeño y diseccionar y analizar la realidad, sin preocuparse por aquello que no es necesario para formular hipótesis y desarrollar tecnología y conocimiento utilitarios. Desde Descartes y Bacon, el método científico se desembarazó de las causas formales y finales aristotélicas, pues no era práctico mantenerlas en su quehacer. El problema empieza cuando la ciencia se convierte en la visión del mundo, en una metafísica de la no metafísica, que se impone sobre todas las demás visiones. Paradójicamente, para la ciencia preguntarse por el sentido del hombre y del universo no tiene sentido. Pero esto deja al ser humano en un absurdo, pues el hombre requiere de un sentido, de un propósito, al menos ilusoriamente, para seguir adelante y crear nuevos modelos. Es por ello, entre otras cosas, que nuestra época tiende al nihilismo y a una crisis de sentido