Cuando estés meditando, y te des cuenta de que estás pensando, pregúntate «¿Quién se da cuenta?», o sea, «¿Quién se da cuenta de que estoy pensando?». Sentirás un silencio de trasfondo. No recibirás una respuesta elaborada con palabras. La respuesta estará ahí antes de que salgan las palabras. Ese silencio que queda justamente después de la pregunta, eso es la respuesta.
Si de repente, se manifestara otro pensamiento, cualquiera que sea, vuelve a preguntarte «¿Quién se da cuenta de ese pensamiento?». Sentirás que, automáticamente, volverá a manifestarse el silencio de la vez anterior, como si estuviera respondiendo «yo», pero sin decirlo evidentemente. Sí, es este silencio el que se da cuenta. Puede parecer que está vacío, pero está pleno de conciencia; o para ponerlo en términos más precisos: este silencio es la misma conciencia, desnuda de pensamientos.
Si surgiera literalmente la respuesta «Yo», eso también es un pensamiento y, entonces, puedes hacerte una vez más la pregunta «¿Quién se da cuenta de ese pensamiento?». O también puedes preguntarte «¿Quién se da cuenta de ese «yo»?».
Si después de la pregunta «¿Quién se da cuenta?», surgiera la respuesta: «la conciencia», puedes entonces preguntarte «¿Quién se da cuenta de que es la conciencia?»; y quedarás otra vez en silencio.
Si sintieras placer, paz, alegría, gozo, sabiduría, puedes preguntarte «¿Quién se da cuenta de ese sentimiento?». Lo mismo se aplica para sentimientos negativos, como pereza, aburrimiento, confusión, somnolencia, resistencia.
Si la pregunta «¿Quién se da cuenta?» surge por sí misma, rompiendo el silencio, puedes preguntarte «¿Quién se da cuenta de la pregunta?».
Si te distraes con facilidad, dejándote llevar por los pensamientos, pregúntate «¿Quién se da cuenta de la distracción?». Haz lo mismo cada vez que te distraigas.
Si surgiera el pensamiento «Lo estoy haciendo mal», pregúntate «¿Quién se da cuenta de que lo estoy haciendo mal?», y quédate ahí, disfrutando del silencio una vez más.
Si surgiera el pensamiento «Esto es una pérdida de tiempo», pregúntate «¿Quién se da cuenta de ese pensamiento?»
Si surgiera el pensamiento «Esta técnica es lo máximo», pregúntate «¿Quién se da cuenta de ese pensamiento?», y vuelve al silencio.
Si te da hambre, pregúntate «¿Quién se da cuenta de que tengo hambre?».
Si te pica el brazo izquierdo, pregúntate «¿Quién se da cuenta de que me pica el brazo izquierdo?»
Si te preocupa que lo piensen de ti si te ven meditando, pregúntate «¿Quién se da cuenta de esa preocupación?»
Realiza este ejercicio por al menos veinte minutos, tres veces al día. Lo ideal es que lo practiques en un lugar tranquilo, con los ojos cerrados, ocupando una postura correcta pero cómoda. Sin embargo, también puedes hacerlo de manera informal con los ojos abiertos en cualquier lugar que te encuentres, y en cualquier momento.
Con este ejercicio, regresarás al silencio una y otra vez. La posibilidad de volver, de regresar, es lo más grandioso de todo. Una vez que te sabes el camino, puedes hacerlo cada vez que quieras. Sabrás que eres libre de una forma que nunca antes habías experimentado. Sin embargo, lo más probable es que, en los primeros intentos, no logres permanecer en este silencio durante mucho tiempo. Esto no significa que lo estés haciendo mal, tampoco quiere decir que no sirvas para esto, todo lo contrario, que te distraigas es lo más normal que te puede suceder. Con el tiempo irás ganando en estabilidad, permanecerás cada vez más en esta conciencia silenciosa, si practicas constantemente. Fíjate en los atletas de alto rendimiento. ¿Cómo llegaron a allí?
Finalmente, si te quedas dormido, cuando despiertes, regresa a la práctica preguntándote “¿Quién se da cuenta del deseo de dormir?” Pero si estás muy somnoliento, puedes dejarlo ahí e intentarlo más tarde. No te olvides de practicar, pero tampoco te fuerces demasiado. Sé lo más gentil que puedas contigo mismo(a).
https://www.nodualidad.info/colaboraciones/quien-se-da-cuenta.html
» Realiza este ejercicio por al menos veinte minutos, tres veces al día. » También puedes probar a leerte algo de René Descartes que te llevará menos tiempo, aunque no menos esfuerzo. Y probablemente el riesgo de acabar » pillando moscas » sea el mismo o ligeramente inferior.
Existo,luego pienso