No es menos cierto también que, tal vez, sea esa complejidad lo que nos diferencia de una máquina inteligente, incluso empática, que pueda existir en un futuro no muy lejano, ya que es la base de nuestra esencia humana.
Somos bioquímica, pero no solo tenemos la capacidad de trasmitir la información en nuestro cuerpo, en nuestro cerebro, también somos conductores bioeléctricos, tanto por fuera como interiormente. Somos seres bioquímicos y bioeléctricos.
Sería profundamente injusto y poco preciso, sin embargo, referirnos solo al cerebro, ya que éste no es más que una pieza más de todo un sistema que bien es cierto le sirve de apoyo.
El encéfalo es todo aquello que está justo dentro de nuestro cráneo, debidamente protegido, aunque a veces cueste creerlo. El tronco del encéfalo conecta el cerebro a la médula espinal y al cerebelo, situado en la parte posterior.
Tampoco hemos de ser tan reduccionistas, ya que hay otro aspecto que define nuestra esencia humana, la organización, o lo que es lo mismo, la forma en que cada humano ordenamos y creamos la realidad.
Esto es viable gracias a los dos aspectos enunciados más arriba. El crear nuestra realidad de forma individual y única, gracias a la información que llega a nuestros sentidos, es lo que nos define como seres humanos y además como seres humanos únicos.
Nuestras capacidades se van desarrollando o transformando en proporción directa al tipo de estimulación que recibimos del entorno e inversamente proporcional al nivel de desarrollo de las capacidades que intervienen en esa confección de la realidad personal.
No es cuestión de sentirnos intimidados, sino más bien de entender nuestro órgano rector, nuestra poderosa máquina cerebral, capaz de organizar más partículas atómicas de aquellas que existen en el universo conocido, con tan sólo 1.400 gramos de peso por término medio.
De esta manera podemos explicar que cuanto más compleja sea la estimulación recibida de nuestro entorno, es obvio que más esfuerzo tendrá que hacer nuestro cerebro para clasificarla, analizarla y organizarla con el fin de construir nuestra realidad. Sin embargo, no es menos cierto que nuestra capacidad cerebral no se desarrolla por intervenir en este proceso.
Expansión por necesidad de análisis
Esto puede ser casi una herejía neurocientífica, pero es que el proceso es otro bien distinto, (Yuste, R. Konnerth, A.). En realidad no existe mayor o mejor desarrollo cerebral, sino expansión de su capacidad para analizar los estímulos que proceden de nuestros sentidos. De esta forma, capacidades como sumar, restar, resolver raíces cuadradas, recordar números telefónicos, van quedando guardadas en el olvido por obsoletas, ya que las mismas quedaron expandidas.
Nuestro cerebro cambia y se expande porque el entorno así lo requiere, (Belli, Íñiguez-Rueda, 2018). Es un mecanismo muy complejo de adaptación, que hacemos de forma automatizada, cuyos engramas o aprendizajes expandidos van quedando guardados en el lóbulo frontal.
La expansión de lo humano transciende la anatomía y lo puramente físico para expandirse en lo virtual, en lo inmaterial, pero no por ello menos real. Lo virtual transforma nuestra construcción de la realidad porque cambia nuestro cerebro, o mejor aún la forma de interconectarse a sí mismo, y así cambia también nuestra bioquímica y nuestra bioelectricidad.
El cerebro expandido y la nación digital
No es la primera vez que se ha intentado extrapolar la organización cerebral al ámbito social, (Echeburúa Odriozola E. 2012). A fin de cuentas ninguna neurona, que se sepa hasta la fecha, cumple su función de manera aislada. Cierto es que cada una tiene su misión particularmente individualizada, activarse o inhibirse, pero dicho aspecto recorre cada neurona integrada en dicha red, es decir, la conducta individual hace posible la adaptación y desarrollo colectivo.
Pero se trata de un país digital, en el que cada transacción, cada interrelación es controlada y verificada no por un gobierno, sino por la misma acción conjunta de ese cerebro social, o lo que es lo mismo, por la propia comunidad inteligente que nace de la acción misma cerebral.
- Facundo Manes. “El cerebro del futuro”. Planeta, 2018.
- Echeburúa Odriozola E. “Factores de riesgo y factores de protección en la adicción a las nuevas tecnologías y redes sociales en jóvenes y adolescentes.”Universidad del País Vasco, 2012.
- Noreña, D. Sánchez-Cubillo, I. García-Molina A. Tirapu-Ustárroz J. Bombin-González, I. Rios-lago, M. “Efectividad de la rehabilitación neurospicológica e el daño cerebral adquirido II: Funciones ejecutivas, modificación de conducta y psicoterapia y uso de las nuevas tecnologías.” Revista de neurología, 2010.
- Belli Simone, Iñíguez-Rueda Lucipinio. “El estudio psicosocial de las emociones: Una revisión y discusión de la investigación actual”. Psico, v 39, n 2. 2008.
- Yuste, Rafael. Konnerth, Arthur “Imagine in neuroscience and development: A laboratory manual.” Cold spring harbor. 2005.
- Llinás Rodolfo. “i of the vortex: from Neurons to Self.” Mit Press 2002.