La compañía farmacéutica Johnson & Johnson (J&J) financió un estudio de 1971 en el que a los reclusos de la prisión de Pensilvania, la mayoría de ellos negros, se les inyectó asbesto (amianto) por vía subcutánea. Lo sabemos gracias a los documentos judiciales revelados en un litigio por los daños del polvo de talco de la misma marca que provocaba cáncer. No es ciencia ficción, es la realidad.
La compañía estadounidense pagó a Albert Kligman, un dermatólogo que había inventado la tretinoína, un medicamento para el acné, para que comparara los efectos de su talco para la piel de los bebés con los efectos del amianto crisotilo y tremolita.
Muchos de los estudios realizados por Kligman en la prisión de Holmesburg, en Filadelfia, en las décadas de 1960 y 1970 ya son de conocimiento público, pero la participación de J&J pasó desapercibida.
A diez presos se les pagó tan solo 10 dólares para recibir inyecciones de talco y de ambos tipos de asbesto en la parte baja de la espalda para estudiar las reacciones de la piel.
El amianto crisotilo es la forma más peligrosa del mismo mineral cancerígeno.
Partiendo de las primeras pruebas de tratamientos para la tiña, su trabajo en la citada prisión comenzó con un esfuerzo por controlar el pie de atleta por invitación de los funcionarios de la de la misma.
Encontró el entorno lleno de posibilidades y llevó a cabo docenas de experimentos con prisioneros allí para compañías farmacéuticas y agencias gubernamentales.
Entre 1951 y 1974, Kligman expuso a aproximadamente setenta y cinco prisioneros en Holmesburg a altas dosis de dioxina, el contaminante responsable de la toxicidad del agente naranja.
Si bien a los prisioneros se les pagó por su participación, se hizo poco esfuerzo para garantizar la seguridad de los sujetos de prueba, algunos de los cuales fueron expuestos intencionalmente a patógenos que causan infecciones, incluidos herpes, estafilococos y pie de atleta.
Además, el pago de los sujetos por parte de Kligman tuvo otras consecuencias no deseadas: algunos de ellos utilizaron el poder económico ganado para «obtener favores sexuales de otros reclusos».
El galeno también experimentó con presos para el gobierno con drogas psicoactivas. En concreto lo hizo para el Departamento de Defensa. Todo esto está claro que es antiético y una señal de mala ciencia.
Si bien Kligman sostuvo que las pruebas eran consistentes con las normas científicas y éticas de la época, casi 300 sujetos evaluados mientras estaban en prisión le demandaron a él, a la Universidad de Pensilvania y a Johnson & Johnson.
La demanda fue presentada por violaciones del Código de Nuremberg. La investigación de Kligman en la prisión de Holmesburg se ha convertido en un ejemplo de libro de texto de tales experimentos poco éticos y ha sido denunciado como equivalente a «la barbarie y el sadismo de Auschwitz y Dachau».
Más allá de las controversias relacionadas con las pruebas en prisioneros, encima es que se descubrió que Kligman presentaba discrepancias en los datos subyacentes a sus experimentos. Esto llevó a que su investigación fuera prohibida por la Administración de Drogas y Alimentos, la FDA estadounidense (agencia de medicamentos de USA).
Vaya que este hombre hizo el mal y ni siquiera lo hizo bien.
La compañía farmacéutica Johnson & Johnson (J&J) fue condenada a pagar 353 millones de euros por un cáncer asociado a su polvo de talco hace tres años.
La cifra batía récord y no es la única sentencia contraria a la compañía por ese motivo. Tal es el escándalo que la firma que con más cariño acaricia el culito de tu bebé, dejó de vender el polémico talco.
J&J ha estado en el candelero mediante la compañía del grupo Janssen porque es una de las empresas que ha vendido los tratamientos «de moda» para la crisis sanitaria que hemos vivido estos últimos años.
http://www.migueljara.com/2022/03/31/johnson-johnson-hizo-un-estudio-en-presos-inyectandoles-amianto/